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La llegada de Trump ensombrecerá más aún el papel de Europa en Ucrania y Oriente Medio

La presión del nuevo presidente electo para obtener una paz en Ucrania y alcanzar una tregua en el Líbano evidencia el menguante peso de la UE y su imparable sumisión geopolítica a Estados Unidos

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Fotografía del 5 de octubre del presidente electo Donal Trump durante un acto de campaña en Butler, Pensilvania (Estados Unidos). — Will Oliver / EFE

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Europa muestra ya una abierta desunión ante la eventual derrota de Ucrania en la guerra contra Rusia y una gran impotencia para presionar a Israel a firmar un alto el fuego en Oriente Medio. La inminente llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, su ascendencia sobre el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, que podría aceptar una tregua en el Líbano, y su cercanía al líder ruso, Vladímir Putin, que ve cada día más cercana su victoria en Ucrania, evidencian el menguante peso geopolítico de Europa y sus profundos errores en ambas crisis.

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Sin haber jurado su cargo, Trump ya está trastocando, como hizo en 2017 al inaugurar su primera presidencia de Estados Unidos, el panorama estratégico en Europa y Oriente Medio, donde sendas guerras han puesto bajo mínimos la seguridad internacional. Pese a los esfuerzos de Bruselas para influir sobre Israel para que ponga fin a sus invasiones de Gaza y Líbano, o sobre Moscú para detener sus avances sobre Ucrania, será Estados Unidos quien dicte las normas.

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Si los años de Joe Biden en el poder han visto cómo, a raíz de la guerra de Ucrania, un Occidente liderado por europeos y norteamericanos se cohesionaba en torno a la OTAN y el rechazo visceral a Rusia, junto con un alineamiento económico contra China y un compromiso matizado con Israel, la llegada de Trump desbarata este sistema de relaciones y reduce la capacidad de influencia europea.

Al ganar las elecciones presidenciales del 5 de noviembre, Trump reiteró que su intención es acabar con la guerra de Ucrania, con el consiguiente revuelo en Bruselas. La UE quiere compensar la eventual retirada de fondos estadounidenses destinados a Kiev, pero no puede hacerlo sin arriesgar el sistema de bienestar europeo.

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Todo ello en unos momentos en los que esa guerra la está ganando Rusia, superior en armas, hombres y, sobre todo, en iniciativa militar. Los halcones de Bruselas, liderados por la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, claman por sostener al presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, ante el embate ruso. Pero sin Estados Unidos, tal apuesta quedará en agua de borrajas.

El apoyo desvaído de la UE a Ucrania

Sostener a Ucrania significa cruzar más líneas rojas en el apoyo militar y acercar el choque directo con Rusia, que ya ha amenazado con emplear armas nucleares contra cualquier país que apoye ataques contra su territorio.

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El rumbo que está tomando la guerra, con la incapacidad de Kiev para remontar la contienda y recuperar el territorio invadido, muestra con toda su crudeza el despiste europeo. Crecen las voces, incluso en la propia Ucrania, para negociar un alto el fuego y desde el círculo de Trump y el propio Congreso estadounidense se ve la imposibilidad de sostener mucho más tiempo un conflicto que resta atención a los verdaderos intereses geopolíticos estadounidenses, en el Asia-Pacífico.

Sin embargo, en Bruselas solo se escuchan las proclamas de llevar la guerra hasta sus últimas consecuencias y apoyar a Kiev con unas armas que no tienen los arsenales europeos y un dinero del que no disponen las arcas comunitarias.

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Los tanques y aviones europeos, reclamados por Zelenski como claves para la victoria, no están mostrando tal eficacia ante las fuerzas de Moscú, que encima la semana pasada se sacó de la manga un supermisil hipersónico que, cargado de cabezas nucleares desde 3.000 kilómetros de distancia, puede burlar los sistemas antiaéreos aportados por Occidente.

Brechas en la unidad proucraniana

En este caldo de cultivo, la desunión prospera. A las posturas más radicales a favor de la negociación con Rusia por parte de países como Eslovaquia o Hungría, se une ahora Rumanía. En la primera vuelta de las elecciones presidenciales rumanas, celebrada este domingo, se impuso Calin Georgescu, un ultranacionalista y populista prorruso, muy crítico con la UE y la OTAN.

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A la segunda vuelta, el 8 de diciembre, Georgescu concurrirá junto a la derechista Elena Lasconi. El actual primer ministro, Marcel Ciolacu, europeísta, socialdemócrata y favorito en los sondeos, quedó tercero y fuera de esa segunda ronda.

En Rumanía, tampoco vende ya el mensaje de Bruselas que exige poner el potencial económico europeo al servicio de una guerra cada día más ajena y cuya causa es rechazada fuera del ámbito occidental, especialmente entre los países emergentes del llamado Sur Global.

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A río revuelto…

Ante tanta algarabía, el Kremlin se frota las manos. Este lunes, el portavoz de Exteriores ruso, Dmitri Peskov, recordó que Putin está dispuesto a dialogar sobre Ucrania. Claro está, sin renunciar a sus conquistas. Según Peskov, Trump sí ha hablado de paz con Putin, al contrario que Biden.

Esta posición se acerca a la planteada este domingo por Mike Waltz, futuro asesor de Seguridad Nacional con Trump. Waltz reiteró que el presidente electo está "muy preocupado" por la guerra de Ucrania y subrayó que la guerra debe tener "un final responsable".

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Otros políticos del círculo de Trump ya han adelantado que ese "final responsable" pasa por la cesión ucraniana a Rusia de territorio a cambio de paz, una posibilidad rechazada por Zelenski, pero que empieza a ser evaluada incluso por la población ucraniana.

Una encuesta realizada por el grupo Gallup muestra que un 52% de los ucranianos respalda una paz negociada. En 2023, ese porcentaje era del 27%. Incluso hay ya un reseñable espectro de ciudadanos de Ucrania dispuesto a hacer concesiones territoriales a Rusia a cambio de la paz. Un 32%, según el Instituto de Sociología de Kiev.

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El plan de paz de Zelenski (después llamado Plan de la Victoria), que rechaza cualquier cesión en soberanía y reclama la entrada en la OTAN (un paso que sería considerado por Moscú como una declaración de guerra de la Alianza), alcanzó su máximo apoyo popular con la invasión ucraniana de un sector de la región rusa de Kursk.

La actual contraofensiva rusa apunta a que la intención del Kremlin es recuperar toda esa zona de Kursk antes de que Trump jure su cargo, para quitar a Kiev sus mejores cartas ante una eventual mesa de negociaciones.

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La intención del Kremlin es recuperar toda esa zona de Kursk antes de que Trump jure su cargo

El propio Zelenski, mucho menos optimista que hace unos meses sobre el curso que está tomando la guerra, dijo la semana pasada que quería "escuchar sugerencias" de Trump. "Creo que las veremos en enero y tendremos un plan para poner fin a esta guerra", afirmó el líder ucraniano, en un mensaje más realista que los lanzados por sus aliados europeos.

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Israel ante la llegada de Trump

También es la sombra de Trump, y no la debilidad mostrada por Biden ante Netanyahu desde que Israel invadió Gaza y el Líbano, la que planea sobre la posibilidad de que el líder judío acepte una tregua con las milicias de Hizbulá para detener la guerra en el país vecino.

Este martes podría reunirse el Gabinete de Seguridad israelí para aprobar un alto el fuego con Hizbulá y detener la guerra lanzada por Israel contra estas milicias chiíes que culminó con la invasión del sur del Líbano el 1 de octubre y el ataque continuado a Beirut.

En esta guerra han muerto más de 3.000 libaneses desde que Israel comenzó a bombardear el sur del Líbano a mediados de septiembre y en la propia invasión.

Hasta el momento, Netanyahu ha desoído las demandas de Biden para poner fin a este conflicto y también al genocidio en Gaza

Hasta el momento, Netanyahu ha desoído las demandas de Biden para poner fin a este conflicto y también al genocidio en Gaza, donde más de 44.000 palestinos han sido asesinados por el ejército israelí desde que el 7 de octubre de 2023 las milicias de Hamás masacraron en territorio israelí a 1.200 personas y secuestraron a otras 250.

La victoria de Trump aceleró la mediación de Estados Unidos para conseguir un alto el fuego en el Líbano y presionó también a Netanyahu para aceptar un acuerdo. Es la última oportunidad de Biden para no dejar la Casa Blanca sin un solo éxito diplomático en el exterior y en este caso tiene el apoyo del líder republicano.

La influencia de Trump en Netanyahu

El respaldo de Trump al primer ministro israelí, en busca y captura por la Corte Penal Internacional (CPI) por crímenes de guerra, es evidente. Pero, aunque al nuevo inquilino de la Casa Blanca le importa poco la matanza de Gaza, no es partidario de la campaña del Líbano, pues en cualquier momento podría arrastrar a Estados Unidos a una guerra contra Irán, aliado sin condiciones de Hizbulá. Y Trump no está por más guerras.

Por eso, ya se ha mostrado partidario de la propuesta de alto el fuego formulada por el enviado estadounidense Amos Hochstein, mediador entre Israel y Líbano.

Bruselas perderá si cabe más protagonismo en Oriente Medio, incapaz de levantarle la voz a Trump, como no lo hizo con Biden

Si no se llega ahora a un acuerdo, y no sería extraño, dado el historial de sabotajes de Netanyahu a las negociaciones con la propia Hizbulá y los palestinos de Hamás en Gaza, entonces el primer ministro israelí deberá afrontar la previsible política de hechos consumados que aplique Trump al llegar al poder. Y la imprevisibilidad del nuevo presidente estadounidense podría ser muy peligrosa en el actual estado de cosas de la región.

Mientras, la UE asiste de convidado de piedra a estas negociaciones, sin otro poder que el de la crítica. El alto representante de la UE para Asuntos Exteriores, Josep Borrell, mostró en Beirut este domingo sus dudas sobre la aceptación del alto el fuego y descartó que Netanyahu vaya a hacer esa concesión a Biden.

Borrell, que se encuentra en sus últimos días de mandato antes de ser sustituido el 1 de diciembre por la estonia Kaja Kallas, ha sido la voz discordante europea ante Israel, país al que ha denunciado repetidamente por sus acciones contra el derecho internacional en Gaza y Líbano.

Su sucesora no parece que vaya a continuar ese papel crítico, con lo que Bruselas perderá si cabe más protagonismo en Oriente Medio, incapaz de levantarle la voz a Trump, como no lo hizo con Biden.

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