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La Justicia europea cuestiona las cárceles de Estados Unidos

Paralizada la extradición de Abú Hamza por las condiciones de su internamiento

IÑIGO SÁENZ DE UGARTE

El Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha paralizado la extradición a EEUU del clérigo radical Abú Hamza, el personaje que ha simbolizado la apología del terrorismo yihadista a ojos de sucesivos gobiernos británicos. Los obstáculos planteados por los jueces no tienen que ver con el contenido de las acusaciones, sino con las condiciones de encarcelamiento en EEUU.

Abú Hamza cumple desde 2006 una condena de siete años en el Reino Unido por incitar al asesinato y al odio racial. Hasta entonces, había convertido la mezquita de Finsbury Park, en Londres, en un centro de propagación de las ideas más extremistas. 'Todos sus sermones tenían que ver con la yihad violenta. Justificaba el asesinato de cualquiera que no fuera creyente', dijo un argelino que terminó trabajando para el MI5.

El Tribunal de Derechos Humanos teme un 'castigo degradante' del reo

El tribunal europeo ha solicitado a las partes personadas en el proceso información sobre el tratamiento penitenciario que recibirá en EEUU tanto Abú Hamza como otros presuntos yihadistas también reclamados por las autoridades norteamericanas.

Sus abogados alegan que el internamiento en la prisión de máxima seguridad de Colorado, previsible destino de los presos, será tan duro que vulnerará el artículo tercero de la Convención Europea de Derechos Humanos, que establece que ningún preso puede recibir 'un tratamiento o castigo degradante o inhumano'.

Las condiciones de aislamiento que se aplican a muchos presos en estos centros ponen en peligro su estabilidad mental, según grupos de derechos humanos, en especial cuando tienen que cumplir largas condenas. EEUU acusa a Hamza de haber estado relacionado conAl Qaeda y con el secuestro de 16 turistas occidentales en Yemen en 1998, tres de los cuales murieron.

El clérigo radical cumple condena por incitar al odio racial y al asesinato

La prensa británica adjudicó a Abú Hamza el apodo de Capitán Garfio por sus circunstancias físicas. Le faltan un ojo y las dos manos por la explosión de una mina, y usa prótesis metálicas. Se convirtió en el rostro, en el sentido más literal del término, del odio a los británicos, puesto en evidencia por el 7-J, pero no tuvo nada que ver con esos atentados.

La credibilidad del anterior Gobierno británico fue puesta en cuestión cuando se supo por qué Abú Hamza pudo disponer durante años del púlpito de Finsbury Park para extender su mensaje de odio. Las autoridades francesas reclamaron a Londres que impidiera que Hamza continuara reclutando a musulmanes de toda Europa para enviarlos a luchar a Afganistán junto a los talibanes en los años noventa. Los británicos tardaron en reaccionar, porque el MI5 estaba intentando convertir al clérigo en su confidente a cambio de no impedir que siguiera en la mezquita.

Los rincones oscuros de la política antiterrorista de Reino Unido saldrán a la luz en la investigación independiente ordenada por el actual Gobierno sobre la complicidad británica en la tortura de sospechosos de terrorismo.

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