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Jerusalén Un exgeneral desprovisto de moralidad presidirá el Museo del Holocausto de Jerusalén

La última polémica que sacude a Israel tiene que ver con el Museo del Holocausto. Benjamín Netanyahu ha designado para presidirlo a Effi Eitam, un controvertido político y exmilitar, tanto por sus acciones como por sus palabras. El hecho de que Eitam haya llegado arriba muestra hasta qué punto Israel está evolucionando hacia posiciones radicales.

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Effi Eitam. — ISAAC HARARI / AFP

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La biografía de Effi Eitam, el próximo presidente del Museo del Holocausto de Jerusalén, difícilmente puede ser más controvertida. Su reciente nombramiento por parte del primer ministro Benjamín Netanyahu para ese cargo dice mucho de la deriva del país hacia posiciones cada vez más nacionalistas y religiosas, una tendencia patente desde hace lustros y en la que sigue avanzando año tras año.

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Eitam nació en 1952 en el kibutz Ein Gev y recibió una educación laica, pero todavía joven evolucionó hacia la religión. Se matriculó en la conocida yeshiva Merkaz Harav, un centro pionero en la mezcla del nacionalismo y la religión más extremos, por donde han pasado cientos de rabinos que después la guerra de 1967 se asentaron en las colonias judías levantadas en los territorios palestinos ocupados.

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Las ideas radicales que se expandieron desde Merkaz Harav son las mismas que defiende Eitam. Como militar llegó a la graduación de general de brigada y posteriormente ingresó en el Partido Religioso Nacional, una formación gemela de Merkaz Harav que hasta su refundación hace unos años formó parte de todos los gobiernos desde el establecimiento del estado en 1948. Miembro de la Kneset entre 2003 y 2009 y ministro en dos ocasiones, reside en la colonia de Nov, en el Golán ocupado a Siria.

Eitam: "Tendremos que expulsar a la inmensa mayoría de los árabes de Cisjordania"

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En 2002 pidió públicamente el asesinato de Yaser Arafat. En 2006 dijo: "Tendremos que expulsar a la inmensa mayoría de los árabes de Cisjordania y sacar a los árabes israelíes del sistema político". El entonces abogado del estado Menachem Mazuz advirtió a Eitam que podrían imputársele delitos penales si repetía ese tipo de declaraciones, pero no adoptó ninguna medida contra él.

En otra ocasión calificó de "cáncer" a los árabes israelíes y defendió que se expulsara a Gaza a sus representantes en la Kneset. "Cáncer es un tipo de enfermedad que la mayoría de la gente que mata muere porque se le diagnosticó demasiado tarde. Cuando te das cuenta de la dimensión de la amenaza, ya es demasiado tarde para lidiar con ella". El periodista de Haaretz Akiva Eldar escribió: "El hecho de que los nazis apreciaran especialmente esta metáfora (del cáncer) probablemente no les pasa desapercibido a (los israelíes) en general".

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En otra ocasión se mostró partidario de acabar con los palestinos por la vía más expeditiva: "Los tendremos que matar a todos (…) No quiero decir a todos los palestinos, sino a los que tienen el mal en su cabeza". También justificó como "muy moral" una acción del ejército usando como escudo humano a un palestino que murió. Eitam criticó una sentencia del Tribunal Supremo prohibiendo el uso de los palestinos como escudos humanos.

El rabino ortodoxo y exministro Michael Melchior ha dicho que Eitam "tiene una historia personal que lo descalifica para la especial posición (de presidente del Museo del Holocausto)". Melchior ha recordado algunas de sus acciones como militar, por ejemplo, cuando lideraba la Brigada Givati y cuatro de sus subordinados asesinaron a golpes a un prisionero palestino.

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Los cuatro soldados se defendieron en el tribunal militar diciendo que habían actuado siguiendo las instrucciones expresas y directas de Eitam. El tribunal decidió no imputar a Eitam y se limitó a señalar que la violencia de Eitam era una norma de conducta para todos los soldados que servían a sus órdenes, lo que llevó a los mandos a vetar su promoción.

Después de licenciarse como general de brigada en 2000, Eitam dio conferencias defendiendo la necesidad de expulsar a todos los palestinos de Cisjordania. Indicó que el ejército es capaz de hacerlo y que solo falta la voluntad política para llevar el plan adelante. Desde entonces, ha hecho varios llamamientos en los mismos términos.

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Cientos de profesores de historia de todo el mundo, judíos y no judíos, han manifestado su disgusto y conmoción con la designación de Eitam como presidente del Museo del Holocausto, una institución que debería cuidar de su reputación y no caer en inmoralidades como esta, es decir la de un presidente partidario de la limpieza étnica.

Pero el mismo hecho que Netanyahu lo haya escogido es un dato que muestra la naturaleza del gobierno. Desde luego, Eitam no es un caso único; otros israelíes que piensan y dicen lo mismo o cosas parecidas alcanzan cargos destacados en la administración, y el país cada día deriva más hacia posiciones extremistas tanto en relación con el nacionalismo como con la religión.

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Si el Museo del Holocausto pretende defender valores "universales" como asegura, Eitam es seguramente una de las personas menos válidas para desempeñar esa labor. Su trayectoria no puede ser más controvertida, aunque eso no es lo que piensa Netanyahu, que no es la primera vez que retribuye a personajes de esa naturaleza con cargos destacados.

Esos valores "universales" deben compaginarse con unos valores propios, de manera que "el pueblo judío defina su propia historia", ha dicho Efraim Zuroff, destacando todo lo específico del pueblo judío, un planteamiento nacionalista que según sus detractores socavan lo universal del sufrimiento.

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