Israel estrecha lazos con las potencias de Oriente Próximo para formar una OTAN árabe
La cumbre de la OTAN en Madrid ha coincidido con un movimiento significativo que persigue la creación de una organización que se proclama defensiva entre Israel y ciertos países árabes de Oriente Próximo. La iniciativa, que más bien parece ofensiva, cuenta con el respaldo incondicional de Estados Unidos y Europa. Los europeos se han subido al carro de Israel y las autocracias árabes que rechaza cualquier experimento islamista.
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En la última semana se han intensificado los contactos entre varios países árabes de Oriente Próximo e Israel con el objetivo de establecer bases sólidas para desarrollar lo que hace cinco años el presidente Donald Trump llamó una "OTAN árabe" en la que participará Israel, no solo como un estado más sino como guía y luz de la misma.
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Una iniciativa de esa naturaleza, que de entrada sería más agresiva que defensiva, tendría grandes beneficios para los líderes de países que participen, pero sobre todo para el estado judío, que desde el inicio de las llamadas primaveras árabes ha confirmado su ascendencia como potencia hegemónica indiscutible en Oriente Próximo.
La más destacada de las ventajas que una OTAN semejante ofrece es que garantiza la supervivencia y la jefatura de los líderes locales, manteniendo a distancia los movimientos islámicos que existen en muchos de esos países. En este sentido, puede indicarse que da "estabilidad" inmediata a la región a costa de reprimir a los islamistas.
Su carácter juega a favor de Israel puesto que el estado judío se opone frontalmente al derecho básico de justicia que promueven los islamistas. Mientras los actuales líderes árabes están interesados en una estabilidad que les mantenga en lo más alto, Israel coincide con ellos en el planteamiento de aplastar a los islamistas.
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De hecho, es difícil decir quién tiene más interés en combatir el islamismo político, si los líderes árabes o Israel. Mandatarios como el emiratí Mohammad bin Zayed o el egipcio Abdel Fattah al Sisi son islamófobos y aplican una política de tolerancia cero respecto al islam, a pesar de que la práctica totalidad de los islamistas en Egipto y en los Emiratos han renunciado a la lucha armada, es decir al yihadismo.
Aunque esta aparece como la principal motivación de los líderes interesados en una OTAN regional, existe una segunda motivación que Israel agita a diario, y que es la lucha –Israel habla de defensa aunque todo lo que hace es agresivo– de la región contra la influencia iraní, una circunstancia que los líderes hebreos utilizan sin mesura para asustar a sus socios en la zona.
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Los mandatarios árabes tienen miedo a que el Irán chií movilice las bases sunníes, puesto que el islam constituye la principal amenaza para sus sillones. En este sentido, la comprensible inquietud de esos líderes juega al servicio de Israel, que a su vez aprovecha cada ocasión que se presenta para amedrentar a los líderes árabes.
Es natural que cualquier planteamiento israelí cuente con el apoyo incondicional de Estados Unidos, pero lo mismo ocurre con Europa. Los europeos han decidido dejar hacer a Israel para que el estado judío, junto con sus aliados árabes, actúe de dique de contención frente el islam y gestione las actividades políticas en el mundo árabe.
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Esta actitud explica entre otras cosas que Europa se lave las manos con la tragedia palestina, de una manera similar a lo que hacen los mandatarios árabes. La cuestión palestina es un peaje que París y Berlín pagan con gusto, igual que hacen los líderes árabes, al ceder a Israel la hegemonía regional sin pedir contrapartidas.
Las piernas de los responsables europeos tiemblan tanto como las de Mohammad bin Zayed o Abdel Fattah al Sisi con la idea de que los islamistas tomen el poder. El ideal europeo de democracia puede esperar lo que sea necesario si a cambio se frena a los islamistas. De hecho, París y Berlín prefieren mil veces una "democracia" sionista como la que hay en Israel a una "democracia" islamista como la que hubo en Egipto tras la primavera árabe.
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Fue en 2017 cuando el presidente Trump lanzó la idea de una "OTAN árabe" que fuera desde Egipto a Omán. Implícita con esta idea estaba la exclusión de cualquier veleidad islamista. Desde entonces las cosas han cambiado bastante y hoy hay pocas dudas de que Israel tiene un interés supremo en que el plan cristalice con el estado judío como líder indiscutible.
Se busca una OTAN árabe que defienda en primer lugar los intereses de Israel, que son prioritarios, y que después defienda los de los mandatarios árabes islamófobos, y que reprima las aspiraciones de la población árabe con el argumento tácito de que la población árabe no sabe lo que le conviene.
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Un escollo de esta iniciativa es que algunos países recelan de Israel y de los Emiratos. Por ejemplo, Omán o Catar mantienen relaciones cordiales y fructíferas con Teherán, y por ello no se han dejado ver al lado de Israel, los Emiratos, Arabia Saudí, Bahrein y Egipto, sin olvidar Marruecos, cuando estos países han empezado a discutir las bases de la OTAN árabe.
Una iniciativa de esta naturaleza va a mover mucho dinero, y quienes se van a beneficiar son Israel y Estados Unidos, que se frotan las manos solo pensando en los negocios que tienen por delante, y que cuentan con la bendición de los países árabes afines. Armas y sistemas antimisiles israelíes se establecerán pronto en los Emiratos y en otros países, un peaje que los líderes árabes pagarán a gusto porque así aseguran sus asientos.
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Es curioso notar que los mandatarios árabes islamófobos se fían más de Israel que de Estados Unidos. Por supuesto, las problemáticas políticas europeas dictadas por Berlín y París constituyen una amenaza para Oriente Próximo, pues están ancladas en el presente más inmediato y carecen de una visión de futuro razonable.
El lenguaje de esos países árabes es de la fuerza, así como un planteamiento inflexible respecto al islam político, de ahí que sea comprensible que confíen más en Israel que en ninguna superpotencia. La nueva alianza militar ha comenzado y no tardará en desarrollarse. A corto plazo no hay duda de que es una buena opción para sus socios, aunque a medio o largo plazo suscita interrogantes que no son pequeños.