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Hungría acentúa el giro a la derecha de Europa

Las formaciones ultra se afianzan en la política europea

TRINIDAD DEIROS

La promesa populista de 'refundar el país', que ha sabido aprovechar la desastrosa gestión económica y los escándalos del Gobierno socialista, ha propiciado la amplia victoria (52,7%) del conservador Fideszn en la primera vuelta de las elecciones del domingo en Hungría. Las urnas han franqueado también el paso al Parlamento al partido ultraderechista Jobbik, al que los votantes han consagrado como tercera fuerza política del país.

Un nuevo hito para la extrema derecha en tierra europea que parece confirmar una tendencia que ya quedó clara en las elecciones de junio de 2009 para la Eurocámara, cuando las formaciones de la derecha radical obtuvieron 35 escaños en el Parlamento de la UE. Estos comicios abrieron la puerta de este hemiciclo a formaciones ultra como el Partido Nacional Británico (BNP) y el Partido por la Libertad holandés. Agrupaciones de ideología similar que ya se sentaban en Estrasburgo, como el Partido del Pueblo danés, el Partido Liberal austriaco y la Liga Norte italiana duplicaron sus resultados con respecto a 2004. En 12 de los 27 países de la Unión, estas formaciones de carácter variopinto, cuyos puntos comunes son el nacionalismo extremo y la xenofobia, obtuvieron representación parlamentaria.

El espectro de esta derecha que hace décadas estaba confinada a la marginalidad ha emergido con fuerza también en las regionales francesas e italianas. En Francia, el Frente Nacional de Jean-Marie Le Pen obtuvo el 11,7% de los sufragios, mientras que la Liga Norte italiana arrasó en regiones como Veneto. Este partido que en sus orígenes parecía abocado a la periferia de la vida política italiana fue el auténtico artífice de la victoria del Pueblo de la Libertad, la coalición que preside Silvio Berlusconi, en los comicios de marzo.

En 12 de los 27 países de la Unión, las formaciones ultra obtuvieron representación parlamentaria 

Para el periodista del diario Libération Adrien Majourel, el caso francés es paradigmático de cómo 'la consecuencia principal' del auge de esta ideología es que 'el centro de la gravedad de la vida política se ha desplazado hacia la derecha'.

En un artículo publicado en Global Affairs, Majourel describe el giro radical del presidente francés, Nicolas Sarkozy, que 'dirige abiertamente sus discursos' a los votantes del Frente Nacional. La creación del Ministerio de Identidad Nacional e Inmigración, los esfuerzos del Gobierno por prohibir el burka y el debate sobre el contrato de integración para inmigrantes apuntan al objetivo de arañar votos al partido de Le Pen.

Según este análisis, la derecha clásica se ha percatado de los réditos que se obtienen de atizar el miedo al otro el musulmán en Europa occidental y del norte, y el gitano en Europa del Este y por ello ha asumido este discurso, al que la crisis ha dado nuevos bríos.

Pero no sólo los conservadores se acercan a las ideas de extrema derecha. En un contexto de penuria económica que afecta fundamentalmente a las clases trabajadoras, incluso partidos como el laborista británico han endurecido sus posturas sobre inmigración.

El pasado noviembre, el primer ministro, Gordon Brown, anunció restricciones a la entrada de trabajadores extranjeros. La razón es que las encuestas que manejaban entonces los laboristas para las elecciones del 6 de mayo indicaban que sus votantes creen que en el Reino Unido hay demasiados inmigrantes. Días antes, Brown concedió una entrevista al conservador Daily Mail, en la que declaró que los inmigrantes 'tenían que aprender inglés y hacer una contribución a la sociedad'. Algo que recuerda mucho al contrato de integración de Sarkozy.

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