Honduras: guía para comprender una crisis poco mediática
Una de las frases más escuchadas en los últimos días es que "Honduras no es Venezuela". Existe una gran diferencia en cómo la comunidad internacional y los medios de comunicación han abordado la crisis política en ambos países
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tegucigalpa,
A pesar de encontrarse bajo toque de queda y de llevar más de una semana sin presidente después de que se celebrasen las elecciones, Honduras no está en el centro de atención informativa internacional. Nunca lo ha estado. Sin embargo, el país centroamericano, conocido sobre todo por estar a la cabeza en índices de homicidios, vive una situación dramática. Aquí, algunas claves para quienes Honduras solo les suena por el 'lipsus linguae' de Federico Trillo ante las tropas de El Salvador en 2009. Con perdón del chascarrillo, lo que ocurre en el país centroamericano no es ninguna broma.
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1. Quién es quién entre los candidatos
Las elecciones, que tuvieron lugar el 26 de noviembre, fue una batalla entre dos. Por un lado, Juan Orlando Hernández (popularmente conocido como JOH), del derechista Partido Nacional y actual presidente. Según la Constitución hondureña, la reelección no está permitida. Sin embargo, un fallo del Tribunal Superior de Justicia de 2015 avaló la candidatura. Aliado de EEUU y partidario de la 'mano dura' contra la violencia, su hermano ha sido vinculado al narcotráfico. Desde que llegó al poder ha copado los diversos estamentos del Estado hasta controlarlos casi por completo.
Por otro lado, Salvador Nasralla, un outsider que ha sido empresario y comentarista deportivo, que fundó su propia formación en 2003, el Partido Contra la Corrupción (PaC) del que fue expulsado y que ha terminado como candidato de la izquierdista Alianza de Oposición contra la Dictadura. Esta coalición la forman Libre, el partido del depuesto en 2009 José Manuel Zelaya y el Partido Innovación y Unidad (PINU). Su campaña se ha centrado en denunciar la corrupción, alertar de las ilegalidades de su oponente y prometer una asamblea constituyente en la senda del proyecto de Zelaya abortado por los militares hace ocho años. El tercer aspirante con más apoyo fue Luis Zelaya, del Partido Liberal, una formación que se ha alternado en el poder durante el último siglo con el Partido Nacional pero que tras el golpe de 2009 ha quedado muy debilitada.
2. ¿Por qué no hay presidente?
Las urnas se cerraron entre las 17:00 y las 18:00 horas del domingo 26 de noviembre. A pesar de ello, no se ha proclamado un presidente. El problema fundamental es que nadie, salvo el oficialismo, se cree los resultados que ofrece el Tribunal Supremo Electoral.
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Por un lado, está la parcialidad de sus miembros. De cuatro integrantes en el órgano rector electoral, tres tienen derecho a voz y voto y uno, solo a participar en las deliberaciones. El presidente es David Matamoros, del Partido Nacional. Con él forman la terna Erick Rodríguez, del Partido Liberal y Saúl Bonilla, del Demócrata Cristiano. A ellos se suma Marco Ramiro Lobo, del partido Unificación Democrática. La principal formación opositora, la Alianza, no cuenta con ningún representante.
Por otro lado, están las fallas del sistema, cuanto menos sospechosas. Durante la última semana de campaña, era habitual escuchar a partidarios de la oposición vaticinar que el sistema se caería en caso de que su candidato fuese por delante y que, tras el apagón del sistema, el resultado se habría volteado. Así ha ocurrido. Desde el lunes, cuando el TSE anunció que Nasralla sacaba casi cinco puntos a Hernández, el sistema se ha caído al menos en tres ocasiones, el lunes, el miércoles y el jueves. Fue entonces cuando la tendencia se modificó y JOH superó a su rival.
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El proceso de cómputo de votos es el siguiente. En cada mesa se registra un acta. Esta se firma, cotejada por miembros de todos los partidos, y se centraliza a un sistema informático, que controla el TSE. Es ahí donde la oposición denuncia el fraude. Las dudas sobre el sistema provocaron que los partidos realizasen su propio conteo. Nasralla asegura que, según sus datos, él ha ganado las elecciones, mientras que las cifras ofrecidas por el TSE dan la victoria a Hernández.
La alternativa que plantea la oposición para reconocer los resultados es comparar las 5.300 actas que no fueron transmitidas antes del primer fallo del sistema con el conteo realizado por sus militantes. En su opinión, ahí se encontrarán actas cuyos números han sido alterados. El TSE, por el momento, solo ha aceptado comprobar voto por voto cerca de un millar de actas. Un proceso que se realizó durante el fin de semana.
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El TSE ha asegurado que no anunciará un ganador hasta que no se contabilicen los votos a diputado y alcalde (en los comicios también estaban en juego 128 escaños en la asamblea y 258 alcaldías). Sin embargo, sí que da por ganador a JOH, por un margen de unos 50.000 votos. A nadie se le escapa que, entre bambalinas, podrían estar dándose negociaciones.
3. La violencia
Honduras es un país violento, con una tasa de homicidios de entre el 51 y el 60 por cada 100.000 habitantes
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Honduras es un país violento. De hecho, muy violento. Con una tasa de homicidios de entre el 51 y el 60 por cada 100.000 habitantes según diversas estimaciones, está entre los países con más asesinatos del mundo. La llegada al poder de Juan Orlando Hernández incrementó la militarización, ya que el presidente sacó a la calle a un nuevo cuerpo, la Policía Militar, a quien entregó el orden público.
Entre los factores que provocan los asesinatos están las pandillas (Mara Salvatrucha y Barrio 18 son las más conocidas), el narcotráfico (Honduras es lugar de paso hacia EEUU) y las propias fuerzas de seguridad, ya que se han documentado diversos casos de ejecuciones extrajudiciales por parte de los uniformados. Hay que tener en cuenta este contexto a la hora de contabilizar el número de muertos que se producen en las protestas. Porque en Honduras, tristemente, los homicidios son diarios. En los últimos años, el índice de asesinatos se ha reducido. Aunque los números siguen llegando a niveles de pandemia.
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4. Las protestas
Ante las sospechas de fraude y cuando todavía se encontraba a la cabeza en las previsiones del TSE, el candidato de la Alianza, Salvador Nasralla, llamó a sus partidarios a movilizarse. El cambio en la tendencia y el creciente temor a que se hubiesen alterado los resultados incrementó el nivel de las protestas, que derivaron en enfrentamientos. También se produjeron saqueos, tanto en Tegucigalpa, la capital, como en San Pedro Sula, la segunda ciudad del país.
El contexto de protesta fue aprovechado por el presidente, que también defiende su reelección, para decretar un Estado de Excepción que impedía el tránsito entre las 6 de la tarde y las 6 de la mañana. Esta prohibición se ha relajado levemente y ahora el veto a salir a la calle se extiende de ocho de la tarde a 5 de la mañana. Desde entonces se han publicado infinidad de imágenes en las que puede verse a militares agrediendo a civiles que se encontraban en la calle a la hora prohibida o, directamente, disparando fuego real contra los manifestantes.El cómputo de muertos, según diversas fuentes, asciende a la decena. No hay cifras oficiales de detenidos, pero se han reportado decenas de arrestos.
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El toque de queda no ha acabado con las movilizaciones. Diariamente se celebran marchas de apoyo a Nasralla y denunciando el fraude. Por la noche, las movilizaciones se centran en las colonias, donde se están desarrollando caceroladas. En las primeras jornadas JOH también sacó a la calle a sus partidarios, aunque en los últimos días las muestras públicas de apoyo al todavía presidente se han limitado.
5. La comunidad internacional
Una de las frases más escuchadas en los últimos días es que "Honduras no es Venezuela". Y, ciertamente, existe una gran diferencia en cómo la comunidad internacional y los medios de comunicación han abordado la crisis política en ambos países. Mientras que lo que ocurre en Venezuela acapara portadas, los graves sucesos de la última semana están pasando desapercibidos.
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Lo paradójico es que diferentes instituciones desplazaron a observadores internacionales para seguir los comicios. No ha sido hasta una semana después cuando se han realizado las primeras declaraciones públicas. Tras el silencio de los primeros días, tanto la misión de la Unión Europea (UE) como la de la Organización de Estados Americanos (OEA) han reconocido que se han producido irregularidades y han considerado razonables las demandas de la oposición para que se analicen las 5.300 actas que no fueron transmitidas durante la jornada electoral, sino que se enviaron más tarde, después de la primera caída del sistema.
Está por ver hasta qué punto pueden influir las misiones internacionales para presionar al TSE
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Está por ver hasta qué punto tienen capacidad de influencia estas misiones y son capaces de presionar al TSE para cuente todas las actas o si, por el contrario, sus valoraciones quedan como anécdota y el órgano rector hondureño sigue adelante con su propio conteo sin tomar en cuenta las demandas de la oposición. En términos estatales, EEUU ha mantenido un perfil bajo, con frases hechas como 'protestas pacíficas', pero sin incomodar a su aliado. Por otro lado, líderes como Nicolás Maduro (Venezuela) o Evo Morales (Bolivia) hablan abiertamente de 'fraude'.
No se puede pasar por alto el valor de una victoria de Nasralla en el contexto latinoamericano. Los últimos años han sido de rearme de las posiciones conservadoras, bien a través de las urnas (Argentina) o de golpes blandos (Brasil). Hubo la tentación de pensar que la década progresista llegaba a su fin. Un triunfo progresista en Centroamérica supondría un respiro y revertiría esa sensación de repliegue, en un continente que en 2018 afronta hasta una decena de procesos electorales.
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6. El golpe de Estado y la historia reciente
La política en Honduras viene marcada por el golpe de Estado con el que los militares depusieron a José Manuel Zelaya en 2009. Paradójicamente, en aquel momento se le acusaba de tratar de "aferrarse al poder" por la celebración de una consulta popular en la que preguntaba a los ciudadanos si estaban de acuerdo con un cambio en la Constitución que permitiese, entre otras cosas, su reelección. Sin consultar a nadie y con el Tribunal Supremo de Justicia copado por afines a su partido, el actual presidente ha podido ser candidato sin despertar la reacción del Ejército.
De fondo, en aquel momento lo que preocupaba era un acercamiento de Honduras al bloque bolivariano en el que se encuentran Venezuela, Bolivia y Ecuador, que aquel momento contaba también con el apoyo de Brasil y Argentina. La expulsión del poder de Zelaya dio paso a una resistencia que se alargó durante meses y que, progresivamente, fue desvaneciéndose. En 2013, el partido Libre, fundado por Zelaya (que venía del Partido Liberal), ya estuvo a punto de ganar las elecciones a través de su candidata, Xiomara Castro. Se impuso JOH y se cantó fraude. La historia vuelve a repetirse.
Durante la década de los 70 y 80, Honduras fue centro de operaciones del Ejército de EEUU
Tampoco puede obviarse la posición de Honduras en la región y su papel histórico. Centroamérica siempre ha sido considerado el 'patio trasero' de EEUU. Durante la década de los 70 y 80 del siglo pasado, Honduras fue centro de operaciones del Ejército estadounidense, en plena campaña contrainsurgente contra las guerrillas de Guatemala, El Salvador y Nicaragua.
7. Una crisis eterna
Según el censo de 2016 en Honduras viven cerca de 9 millones de personas. Sin embargo, se calcula que otro millón ha emigrado a EEUU. Solo este dato sirve para ilustrar la difícil situación que atraviesa el país. Más del 60% de la población se encuentra bajo el umbral de la pobreza, el 20% en pobreza extrema, el analfabetismo llega supera el 10% y el Estado es incapaz de proveer bienes y servicios básicos como la educación o la sanidad. Solo eso explica por qué tantos hondureños sueñan con hacer las maletas y marcharse a buscar una vida mejor. A ello se le suma la pandemia de la violencia, que provoca un fenómeno de refugiados internos y externos (a EEUU, México e incluso Guatemala) que existe a pesar de no ser oficialmente reconocido.
Las políticas de los últimos años, fuertemente ligadas a EEUU, han permitido la llegada de empresas transnacionales y el desarrollo de proyectos extractivistas que no han mejorado las condiciones de vida de la población.
A ello se le suma un incremento de la represión y persecución contra activistas, con casos como el de Berta Cáceres, asesinada en 2016.