"Hemos demostrado que, doce meses atrás, teníamos razón"
'Occupy London' cumple su primer año de vida más vivo que nunca
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Occupy London cumple su primer año de vida y es hora de hacer balance, revisar acciones y mirar al futuro. Con este propósito, dos de los activistas que han estado desde el principio ligados al movimiento se prestan a hablar con Público, dejando claro de antemano que sus opiniones son "personales" porque Occupy London, como la mayor parte de los nuevos movimientos sociales, "no tiene líderes ni representantes".
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El lugar escogido es un pequeño café en el barrio de Camden, a pocos metros de unos baños públicos donde van a asearse quienes no tienen otro sitio donde acudir. Un escenario que nada tiene que ver con el origen de la protesta, el edificio de la Bolsa en plena City de Londres –cuyos responsables rehusaron participar en este reportaje–, o que lo tiene que ver todo, como apunta Tom Moriarty, al asegurar que "millones y millones de personas en todo el mundo están sufriendo por las acciones de unos pocos y por eso la batalla aún no ha terminado".
Tom conoce muy buen ese mundo; tiene 43 años y, tras haber pasado por Cambridge y la London School of Economics, dedicó casi una cuarta parte de su vida a trabajar en la City, hasta que un buen día decidió romper con todo. "Eh, señor Justicia, me dice que puedo cruzar la calle siempre que haga exactamente lo que se me dice; eh, señor Ministro, me dice que no puedo ser libre mientras habla de mi derecho a la libertad". Es una de las estrofas Fuego en la casa de muñecas, el álbum protesta que editó Tom poco antes de que arrancara Occupy London. "Recuerdo que se convocó aquel 15 de octubre y me dije, esto es lo que llevo cantando durante todo este año" y pasó a formar parte del colectivo de occupiers.
Un extrabajador de la 'City' y una arquitecta, entre los promotores de 'Occupy London'
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Junta a él, detrás de un café con leche, Ludovica Rogers, Vica para los amigos. Esta arquitecta italiana de 33 años acababa de desembarcar en Londres cuando estalló el movimiento de indignados en la capital británica. "Seguía las convocatorias que se estaban realizando por todo el mundo y cuando surgió aquí, no me lo pensé dos veces", recuerda Vica, a la que se le enciende la mirada cuando describe "toda la energía que se generó allí; recuerdo que una chica española que había vivido el 15-M en Madrid me dijo ‘ya verás la cantidad de apoyo, de donaciones que llegan en los próximos días', y así fue".
Tom y Vica, dos perfiles completamente diferentes que encontraron una causa común. Ninguno de los dos contaba hasta entonces con un pasado activista, al menos a este nivel de implicación y compromiso. Sin embargo, desde aquel día en la plaza de la catedral de St. Paul's su vida ha cambiado por completo.
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Muchas ideologías, un único objetivo
Tom recuerda al campamento como unos "meses de convivencia, como ir otra vez a la Universidad porque fue impresionante la cantidad de cosas que aprendimos los unos de los otros, la cantidad de ideologías que se entremezclaban, aunque todas enfocadas a un mismo objetivo". Vica respalda a su colega, asegurando que "lo que allí se dio fue un proceso increíble, cómo a pesar de las diferentes nacionalidades que allí confluimos, nos entendíamos perfectamente, por eso este aniversario es como una especie de celebración". Una celebración que se plasmó en una nueva convocatoria para el pasado 13 de octubre.
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El objetivo común entonces no era otro que cambiar el modo en que ha venido funcionando el mundo, revertir la balanza de poder, de manera que el 99% de la población tenga realmente más peso que el 1% de la élite económica. Ese es el leit motiv de este tipo de movimientos sociales, capaces de sumar esfuerzos de una masa de gente extraordinariamente heterogénea, más allá de etiquetas de ‘comunistas', ‘antisistema' o ‘anticapitalistas' con las que algunos sectores tachan a los indignados.
"Fue impresionante la cantidad de cosas que aprendimos los unos de los otros", recuerda un manifestanteTom confiesa que, durante un tiempo, "tratamos de ver si era posible definir el movimiento, pero es imposible, hay todo tipo de personas e ideales, comunistas, anticapitalistas, anarquistas...". ¿Conservadores? "Sí, claro, conservadores también, ¿por qué no?", interrumpe Vica.
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El movimiento huye de afiliarse al ideario político de cualquier partido, sería imposible. En su lugar, la arquitecta, que irradia optimismo por los cuatro costados, sostiene que "aprendimos a escucharnos los unos a los otros, aunque no siempre compartamos la misma visión". Es el caso de Tom, cuya visión es diferente de la de Vica al afirmar que "yo no estoy completamente en desacuerdo con el capitalismo, creo que hay aspectos aprovechables, pero hay que virar hacia lo que yo llamo un capitalismo democrático". Y es en ese punto, en el que ambos vuelven a coincidir: "Tenemos que ir hacia algo nuevo, diferente. El gobierno tiene que mirar más hacia la gente".
Movimiento intelectual
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A pesar de contar con el apoyo de numerosos intelectuales, uno de los argumentos más esgrimidos por quienes desaprueban movimientos sociales como Occupy London es tachar a los indignados de ignorantes, de jóvenes ociosos con la mente más empapada de alcohol que de conocimiento. Una postura que, escuchando hablar a estos dos occupiers, cae por su propio peso.
"Si algo hemos demostrado durante este año, le pese a quien le pese", asevera Tom sin poder ocultar su satisfacción, "es que hace doce meses teníamos razón y la realidad se ha encargado de demostrarlo, con las medidas de austeridad asfixiando a la gente, con la corrupción de los bancos blanqueando dinero, el escándalo del Libor y el Euribor...".
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El desmantelamiento del campamento de St. Paul's el pasado mes de febrero marcó un punto de inflexión en Occupy London. "En el fondo, le vino bien al movimiento para recalibrarse, para poder reajustarse y continuar la lucha de otro modo", sostiene Vica, que en la actualidad está colaborando activamente con otros grupos internacionales afines, como la 15-M London Assembly, el 15-M español en Londres. "Compartimos experiencias de otros países, lo importante sigue siendo la comunicación, colaborar en proyectos de manera conjunta. Esta implicación y solidaridad es lo que me da fe", asegura, a lo que su compañero añade "con el desalojo, pasamos de ocupar un espacio físico a ocupar espacio en las mentes".
Tom, por su parte, continúa trabajando en el grupo de Economía con acciones más tácticas, como el montaje de puestos de información en, por ejemplo, festivales de música. La formación y la información son, desde su punto de vista, la clave para todo, para que "la gente sepa cómo funciona realmente la City, no cómo los poderosos les dicen que funciona". En este sentido, el grupo en el que trabaja está desarrollando un ambicioso proyecto, "la edición de un libro que explique con un lenguaje comprensible qué es y cómo afecta la austeridad, qué ha pasado con el Libor y el Euribor, qué sucede con la deuda soberana... La gente ha de estar informada, conocer la realidad de lo que está sucediendo y, entonces, poder decidir por ellos mismos".
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La lucha continúa
"Hay muchas maneras de medir el éxito", explica Vica, "y para mi Occupy London ya ha sido un éxito, sólo por cómo nos ha cambiado a todos los que hemos participado activamente de él, cómo luego hemos contagiado a nuestro entorno". En su opinión, "todo lo que venga de ahora en adelante, serán nuevos pasos hacia el cambio, hacia otra realidad".
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Tom mira a su amiga recostado en la silla asintiendo, para incorporarse después y añadir que "ya se han producido cambios, no sólo en la gente, sino en nuestros políticos. ¿O acaso alguien cree que no hemos tenido influencia en el hecho de que en algunas de las conferencias políticas de los partidos ya se hable de ‘capitalismo responsable'? Estamos consiguiendo tener cierta influencia en encaminar la sociedad hacia un horizonte más justo, mejor".
"Todo lo que venga de ahora en adelante, serán nuevos pasos hacia el cambio", dice una activistaCon la idea subyacente de que buena parte de la clave del cambio se encuentra en las pequeñas comunidades y de que la suma de éstas terminará por impactar en la élite económica, Vica está convencida de que "no hay una solución global, depende de los países, de las sociedades... y lo que hay que atajar es la erosión de derechos y libertades que está teniendo lugar. Y en ese punto, cuentan mucho las acciones individuales".
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En esa línea, la italiana sonríe cuando cuenta "lo increíble que es todo lo que hemos aprendido durante este año y la red que hemos creado, en la que herramientas como Facebook cobran una importancia vital para, por ejemplo, la convocatoria de eventos". Ante el riesgo del ‘ciberactivismo' pasivo, ese que apoya causas cómodamente sentado desde el sillón de casa sin ir más allá, Vico despliega su positivismo a raudales: "todo suma y es muy positivo que la gente se implique, de un modo u otro. Hay mucho trabajo por hacer, en las redes sociales, en la calle, en las escuelas...".
"Hay fuego en la casa de muñecas, pero no sabes dónde acudir; hay fuego en la casa de muñecas, deja que arda", reza el estribillo de la canción de Tom dirigiéndose a los poderosos, pero Occupy London no parece estar dispuesto a que se queme.