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Guerra Rusia - Ucrania Cuando las bombas caen en la puerta de casa: "No pude llegar al refugio, he perdido una pierna"

El Instituto Traumatológico y ortopédico de Kiev se ha convertido en un quirófano de campaña al que llegan cientos de civiles víctimas de los ataques rusos en ciudades cercadas. "Antes hacíamos operaciones reparadoras, ahora solo cirugías de emergencia", explica un médico.

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Nastia Kuzyk, de 20 años, en un hospital de Kiev donde le fue amputada una pierna tras un bombardeo ruso en su casa, en la ciudad de Chernígov, Ucrania. — Jairo Vargas

Kiev, Actualizado:

"En esta planta antes se trataba a los deportistas", dice el doctor Derkach Roman, de 45 años, antes de llegar al cuarto piso de su hospital, en Kiev. Es un centro especializado en prótesis y operaciones traumatológicas complejas. Y lo sigue siendo, pero con una gran diferencia. "Antes hacíamos cirugía reparadora e implantes de prótesis en articulaciones. Ahora hacemos cirugía de emergencia. Se puede decir que somos un hospital de campaña", resume el doctor.

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Así es ahora la vida en Ucrania, víctima de una repentina y traumática transformación que Roman explica de forma muy gráfica. "Yo solía jugar al fútbol y al squash los fines de semana. Ahora hace casi un mes que vivo en el hospital. Nunca habíamos operado heridas de bala o bombardeos. Pero hay que adaptarse cuando la guerra llama a tu puerta".

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Y los golpes de las bombas en las puertas de las casas están siendo literales en las ciudades y pueblos cercados por el Ejército ruso, donde muchos civiles siguen todavía atrapados en medio de los combates.

A Nastia Kuzyk, de 20 años, la artillería rusa le ha arrebatado una pierna y dos dedos de la mano izquierda. Fue el pasado 17 de marzo, en el jardín de su casa, en Chernígov, a 150 kilómetros al norte de Kiev y a solo 70 de la frontera con Rusia. Lleva sometida al asedio desde el principio de la invasión, en su frente norte. El Gobierno de Ucrania asegura que los ataques rusos contra esta histórica ciudad son similares a los lanzados contra Mariúpol, donde el 90% de los edificios están destruidos tras un cruel cerco que mantiene a la ciudad sin agua, luz o suministros.

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"Vivíamos en el sótano, pero sin agua corriente a veces salíamos para ir al baño", asegura la joven, estudiante de filología alemana, recostada en una cama del hospital de la que su madre, Svetlana, no se separa. Cuando sonó la sirena de advertencia, ella estaba fuera. No le dio tiempo a volver al refugio. "Hubo una explosión y caí al suelo. Sabía que estaba herida", recuerda. Pero no había a dónde ir para tratarla. "Pasé por dos hospitales de la ciudad. No tenían material para intervenirme adecuadamente tras dos semanas de asedio. Los médicos solo pudieron parar la hemorragia y estabilizarme. Ni siquiera había luz", describe.

Un equipo de médicos interviene a un paciente en el quirófano del Instituto de Ortopedia y Traumatología de Kiev este jueves. — Jairo Vargas

Aunque Ucrania y Rusia acordaron el 8 de marzo abrir un corredor humanitario para evacuar a los cerca de 300.000 civiles de Chernígov, Nastia y Svetlana denuncian que no existe, "al menos en la práctica", apostillan. "Tuve que esperar tres días herida para ser trasladada a este hospital de Kiev. No era seguro salir", sostiene. La situación se repite en gran parte de estos pasillos salvavidas a lo largo y ancho del país. Aun así, el único avance logrado en la mesa de negociación entre Putin y Zelenski después de 29 días. Un avance que no existe en realidad.

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Cuando Nastia llegó por fin a Kiev, ya era tarde para salvarle la pierna, a pesar de las cuatro operaciones a las que se ha sometido. "No. Ahora no puedo. No puedo pensar en el futuro", dice sofocada antes de que el doctor ponga fin a la entrevista. "Está en tratamiento psicológico. Su trauma es demasiado grande para enfrentarse al porvenir", explica.

Amnistía Internacional asegura que Vladímir Putin ha cometido crímenes contra la humanidad durante un ataque aéreo contra civiles en Chernígov hace dos semanas. También vulneran el Derecho Internacional los ataques a corredores humanitarios, a menudo una simple excusa para recrudecer las embestidas, denuncian diferentes organizaciones. Un tribunal de la ONU ya ha abierto una investigación contra Putin por presuntos crímenes de guerra, pero no hay autoridad real que pueda aplicar la posible condena en estas circunstancias. Si no se derroca a un criminal al mando de un país, sus delitos siempre salen gratis.

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No es así para quien los sufre, los que arrastrarán de por vida sus secuelas. Como Vasyl Sytiuk, de 40 años, a quien la artillería rusa le ha segado el talón del pie izquierdo y el pulgar de la misma mano durante un ataque en Brovary el 9 de marzo.

A solo 20 kilómetros al oeste del Kiev, esta ciudad dormitorio se ha convertido en una plaza clave para que los blindados rusos puedan acceder a la capital. "Fue el primer gran bombardeo en Brovary. La ciudad ardió completamente, entraron con tanques y artillería y rodearon el pueblo. Nadie podía salir de allí", explica. Estaba en el salón de su casa cuando saltó la alarma. "Corrí al sótano, pero no llegué. Algo explotó muy cerca. No sé qué tipo de arma era", describe.

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El corredor humanitario de esa ciudad ni siquiera existía cuando este bombero cayó herido. Tampoco confía mucho en su eficacia. "Los rusos los utilizan como escudos humanos. Dejan que salgan algunas personas para no recibir ataques ucranianos, pero enseguida vuelven a bombardear", lamenta. Incluso en su traslado al hospital, en el maletero de un coche junto a familiares y amigos, seguían cayendo proyectiles. "Ha sido una carnicería. Los primeros días de invasión, las calles estaban llenas de cadáveres porque nadie podía salir a recogerlos y enterrarlos. Disparaban incluso a ancianos que solo salían a comprar comida", recuerda.

Vasyl ahora no tiene casa a la que regresar, está destruida. No tiene ciudad a la que volver, está tomada casi por completo por las tropas de Moscú. No le falta mucho para recuperarse y sus compañeros ya le han preparado una estancia en la base de bomberos de Brovary. "Pienso seguir trabajando en cuanto pueda, ahora se necesita más que nunca", dice mostrando el pulgar reimplantado y reconstruido con piel de su abdomen. "Si todo va bien, quizás pueda hacerlo", apostilla el doctor Roman. Como sus 55 compañeros del hospital, ya sabe lo que es vivir en el mismo sitio en el que trabaja.

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Vasyl Sytiuk, bombero de 40 años, se recupera de sus heridas tras un ataque ruso que afectó a su casa en la ciudad de Brovary, en la región de Kiev, Ucrania, este jueves. — Jairo Vargas

En los 29 días de conflicto, el Instituto de Traumatología y Ortopedia de Kiev ha atendido a cerca de cien pacientes y realizado unas 150 intervenciones quirúrgicas a heridos de guerra. También atienden a soldados y milicianos voluntarios cuando el hospital militar de Kiev se los deriva.

Hay 400 camas y 200 de reserva para situaciones de emergencia, "que son muy a menudo últimamente", subraya Roman. La mayoría de sus pacientes son civiles que llegan de Irpin, Bucha y Hostomel, los suburbios del noreste de Kiev, actual zona cero de los combates por la capital. "No tenemos sitio para todos. Los tratamos y después los derivamos a otros hospitales en el oeste, donde la situación es más tranquila", añade.

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Nastia, cuya lengua nativa es el ruso, solo muestra sorprendida. "No guardo ningún rencor al pueblo ruso, está al lado de mi casa, habla mi mismo idioma. Pero lo que Putin está haciendo con la gente, con las casas de la gente... Eso solo puede hacerlo un loco", considera. Aunque un loco no es consciente de sus actos, y Putin tiene claro sus objetivos. Siempre repite en sus entrevistas que no parará hasta conseguirlos, sean los que sean.

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