Gordon Brown se aferra a la economía para sobrevivir
El PIB británico sólo sube dos décimas a dos semanas de las elecciones
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Brown y su adversarios. AP
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El dato le llega a los laboristas en el peor momento posible a menos de dos semanas de las elecciones. Sin embargo, por escuálido que sea, es un avance que fue utilizado ayer por Brown para justificar su permanencia en el poder.
Todo habría sido peor, dijo, si los conservadores hubieran estado en el poder durante la recesión.“He descubierto que el liderazgo implica mantenerse en calma bajo el fuego. Es acertar en las grandes decisiones. No se puede confiar en los novatos para que dirijan la economía”, dijo ayer en Londres.
Es la última carta a la que se aferra un desesperado Brown en la carrera electoral. Afirmar que la recuperación está en peligro si se deja que los tories reduzcan el gasto público. Presentarse como el único líder con la experiencia necesaria para reconducir la situación.
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Es lo que ha venido diciendo durante meses sin que las encuestas demuestren hasta ahora que el electorado parezca muy impresionado por estos avisos.
El laborista apuesta por el voto del miedo. El votante está más interesado en los mensajes de cambio que le llegan de otros lados. Los liberales demócratas representan la alternativa que también es consciente de que el Estado no puede abandonar a su suerte a la economía.
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“La economía británica ha tenido un infarto masivo y acaba de salir de la UCI”, dijo el liberal Vince Cable. “La peor opción posible es la propuesta tory de quitarle al enfermo la sonda cuando aún está en situación crítica”.
La diferencia está en que Brown ha sido durante los últimos 13 años ministro de Hacienda y primer ministro. Los liberales no tienen que asumir ninguna responsabilidad sobre la recesión.
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Tampoco los conservadores, que ayer se agarraron a su idea de que el aumento de las contribuciones a la Seguridad Social es “un impuesto sobre el empleo” que puede matar la recuperación
Es probable que el dato de crecimiento se corrija al alza en revisiones posteriores, como ha ocurrido con otras estadísticas económicas, pero eso llegará demasiado tarde para Brown.
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En The Guardian, el columnista Jonathan Freedland escribió lo que piensan la mayoría de los analistas políticos. Es ya una carrera a dos entre David Cameron y Nick Clegg, y a Brown sólo le queda reducir el margen de la derrota: “Un Gobierno que ha estado en el poder durante 13 años no puede ganar unas elecciones cuyo mensaje central es la necesidad de cambio. Su única esperanza es refugiarse en el voto más fiel para impedir un colapso y una derrota superior a la de 1983”.
El líder laborista estuvo más incisivo frente a Clegg en el debate del jueves y repitió los argumentos de costumbre contra Cameron, pero es poco probable que pueda traducir esa energía en votos.
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Según una encuesta de Populus para The Times, fueron muchos más los votantes que se mostraron dispuestos a votar al liberal tras presenciar el debate, que tuvo cuatro millones de espectadores.
Una tercera de parte de ellos dijo que era más probable que votaran a Clegg, mientras sólo un 4% opinó lo contrario. A Cameron, el debate no le dio una ganancia neta en sus apoyos.
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Los números de Brown fueron terribles. Un 25% dijo que era menos probable un voto a Brown y sólo un 10% se mostró más interesado en apoyarle, mientras el resto afirmaba que el debate no había alterado sus preferencias.
Brown azota el miedo a los conservadores y lo mismo en relación a la intención de los liberales de dar papeles a los inmigrantes ilegales. A los conservadores les toca alentar el temor a un Parlamento sin mayoría absoluta para ningún partido y con los liberales con la llave para dar estabilidad al Gobierno. Eso conduciría al país “al desastre económico”, en palabras de Cameron.
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Curiosamente, las agencias de calificación, que interpretan no siempre con éxito el sentir de los mercados financieros, discrepan. Arnaud Mares, de Moody’s, dijo que incluso eso podría ser positivo: “Si una coalición aprueba un plan fiscal (de recorte del gasto), eso sería bastante positivo porque supondría que hay un amplio respaldo popular a las medidas”.
Los tiempos han cambiado. Los británicos ya no se sienten obligados a elegir entre dos partidos. En 1992, el 75% de los votos fue a parar a tories y laboristas. El porcentaje no ha hecho más que bajar desde entonces. Fue del 68% en 2005 y los sondeos dicen ahora que casi no supera el 60%.