Golpe en Bolivia Evo Morales recompone la imagen de México tras semanas de masacres en el país
Desde Luís Buñuel hasta el sha de Irán, el asilo político es casi una política de Estado en México, y hasta tres dirigentes han insistido en que esta tradición es un “timbre de orgullo” para el país.
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Ciudad de México,
Primero lo hizo el canciller de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, cuando ofreció asilar al ya expresidente de Bolivia, Evo Morales, después de que éste renunciara presionado por el Ejército el 10 de noviembre.
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Luego lo hizo el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, cuando el exmandatario andino ya estaba exiliado en suelo azteca, donde llegó el pasado martes.
Finalmente lo repitió la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, al nombrar a Morales “huésped distinguido” de la capital del país, donde siguen reconociéndolo como el presidente legítimo de Bolivia.
Con la llegada de Morales, el nuevo Gobierno mexicano ya tiene su asilado estrella. El controvertido golpe de Estado en Bolivia se ha leído y usado en clave interna en México.
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Primero, por la oportunidad que vio el Gobierno de recuperar su tradición histórica de asilar a perseguidos políticos, una suerte de política de Estado en el país. Segundo, por mandar un mensaje a la comunidad latinoamericana de que México ha recuperado su rol en la región.
Y en paralelo a todo esto, Evo Morales dio un respiro al Gobierno después de semanas de críticas por las masacres sucedidas en diferentes puntos de la República, que pusieron en duda la estrategia de seguridad de la autodenominada Cuarta Transformación del mandato de López Obrador.
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Los asilados de México
El asilo en México se da por motivos de persecución política. “Es una figura muy latinoamericana, se otorga a aquellas personas que tienen un riesgo por su actividad política”, explica el titular de la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados, Andrés Ramírez. En eso se diferencia del refugio, que se le reconoce a aquellas personas que aleguen algún riesgo por motivo de raza, género o religión, entre otros.
La primera gran experiencia con el asilo político en México fue con el exilio republicano español, a partir de 1939. Desde entonces, destacados nombres del ámbito político y cultural han recurrido a México buscando protección, como León Trotsky, Luís Buñuel o Mohamed Reza Pahlevi, el sha de Irán. El último antes de Evo Morales fue en 2009, con el presidente de Honduras Manuel Zelaya.
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La lista de “Los asilados de México” es hoy motivo para sacar pecho en este país, como se pudo comprobar en un tuit del canciller Ebrard.
Algunos asilos importantes en México : pic.twitter.com/6kKva3njj7
— Marcelo Ebrard C. (@m_ebrard) November 13, 2019
México ha sido de los pocos países del continente americano que condenaron lo sucedido en Bolivia como golpe de Estado y se negaron a reconocer a su nueva presidenta, Jeanine Áñez. Con ello, marcó distancias con Estados Unidos, la primera economía de Norteamérica, y con Brasil, una de las potencias líderes de América Latina.
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“El mensaje es que México ha vuelto. Antes del 2002 fue un líder en la comunidad internacional pero a partir de (el expresidente Vicente) Fox, se volvió un peón de Washington”, explica el escritor y analista político Emilio Lezama, quien aplaudió el asilo de Evo Morales.
No toda la opinión pública ha visto con buenos ojos la llegada del expresidente andino a México. La oposición, por ejemplo, criticó que se utilizaran recursos públicos para financiar la estancia de Evo Morales en el país.
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Temores en la oposición
"A veces parece que estemos más preocupados por proteger las democracias de otros países que la nuestra"
Contrarios a la “4T” (Cuarta Transformación) temieron que Morales fuera una influencia para el actual presidente, con quien simpatiza ideológicamente; sobre todo, por si López Obrador inventa alguna estrategia legal para reelegirse en un país en donde no existe la posibilidad de presentarse a un segundo mandato.
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“Fue una buena acción por parte de México, aunque a veces parece que estemos más preocupados por proteger las democracias de otros países que la nuestra”, explicaba Ariel Aguilar, un ciudadano de la capital mexicana.
Respiro tras semanas de masacres
La polémica alrededor de la llegada de Morales ha dado una tregua al Gobierno de México tras semanas de masacres por todo el país. Comenzó el 17 de octubre con el conocido “culiacanazo”, el operativo fallido del Ejército mexicano de arrestar, en Culicán — estado de Sinaloa — a uno de los hijos del narcotraficante Joaquín “El Chapo” Guzmán, para extraditarlo a Estados Unidos.
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Cuando la consternación pública por lo sucedido aún estaba ardiendo, el 4 de noviembre, tres mujeres y seis niños de la familia mormona LeBarón murieron asesinados en una emboscada mortal por presuntos narcotraficantes, en el es-tado fronterizo de Sonora.
Ambos eventos, los más mediáticos, provocaron una caída de diez puntos de aprobación del presidente, hasta el 58,7%, según una encuesta que hizo el periódico local El Universal.
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“México va muy tarde para actuar con la contundencia que requiere la emergencia de seguridad que hoy abruma el país”, alertaba la organización civil Causa en Común, que tras los sucesos se unió al reclamo de una estrategia de seguridad eficaz.
El canciller de Exteriores dijo que el asilo político a Evo Morales iba acorde con los principios de protección de los derechos humanos de política exterior de México. Pero las comparaciones con lo que sucede de puertas adentro son inevitables. Por esto, el mismo presidente lleva años predicándolo: “La mejor política exterior es la interior”.