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Francia tiene en su mano la nueva hoja de ruta para Europa

Hollande, aún favorito, se postula como la gran esperanza contra la austeridad. Sarkozy apela a la sorpresa y a una alta participación

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Nicolas Sarkozy o François Hollande. Francia elige este domingo a su nuevo presidente. Mientras, Europa se mantiene a la espera. Las urnas no sólo decidirán el futuro del país. Los franceses también eligen entre mantener vivo el actual eje francoalemán que lidera la Unión Europea o culminar el castigo contra el candidato conservador y abrir la puerta al socialista, la esperanza contra las políticas europeas de recortes y más recortes.

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Hollande afronta esta segunda vuelta de las elecciones presidenciales de la misma forma que la primera: al frente de todos los sondeos. La diferencia esta vez radica en que al todavía mandatario francés le ha dado tiempo a recortar distancias. Tras el cara a cara televisado del pasado miércoles, Sarkozy ha conseguido cambiar la tendencia de las encuestas, que, a pesar de todo, aún mantienen entre cuatro y siete puntos de ventaja, según el estudio, a favor del aspirante socialista al Elíseo.

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El final de la campaña electoral llega de esta manera más apretado de lo que auguraban las quinielas antes de la cita del 22 de abril. Los resultados de la primera vuelta esquivaron lo que auguraban la mayoría de los pronósticos, que no esperaban el escaso margen con el que Hollande (28,63%) se impuso a Sarkozy (27,18%) y ni mucho menos el 17,9% de la ultraderechista Marine Le Pen.

Ahora, la jefatura del Estado francés se juega "en el filo de la navaja", que es la expresión a la que ha recurrido Sarkozy en sus últimas intervenciones. "Los sondeos no son lo que cuenta, sino lo que van a decidir los franceses", apuntaba en una entrevista en televisión el viernes. El conservador ha puesto sus esperanzas en un aumento de la participación y en que la histórica alta tasa de indecisos francesa, esos que no salen entre los porcentajes de intención de voto, protagonice la sorpresa de la jornada electoral. 

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Nicolas Sarkozy defiende que los resultados están todavía "en el filo de la navaja"  Sin embargo, sus perspectivas son más que sombrías, ya no sólo por las predicciones numéricas, sino porque no ha conseguido el apoyo de ninguno de los candidatos que se quedaron en el camino en la carrera hacia el Elíseo. Sin duda, la noticia más sonada durante las últimas horas de la campaña fue que el centrista François Bayrou (9,13% en la primera vuelta) anunciara, aunque sin dar consignas entre sus seguidores, su intención de votar por Hollande.

Bayrou basó su decisión en la derechización del discurso de Sarkozy, cuyas posibilidades pasaban por un trasvase de votos a su favor de otras formaciones, como ocurriera cuando ganó en las presidenciales de 2007. Ni siquiera la búsqueda del apoyo del electorado de extrema derecha, la tercera fuerza más votada en la primera vuelta, le ha servido a Sarkozy. Después de que dos históricos del Frente Nacional se decantaran por el mandatario, la propia Le Pen salió al paso para hacer un llamamiento entre sus seguidores a votar en blanco.  

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La líder del FN ha castigado con dureza la falta de autocrítica de Sarkozy y que haya obviado la crisis que también afecta a Francia mientras aludía continuamente a la mala situación económica de España para agitar "el miedo a los socialistas". Al anuncio de Bayrou y el posicionamiento de Le Pen, hay que sumar que Hollande ya contaba con el apoyo del izquierdista Jean-Luc Mélenchon (11,11% de los votos en la cita de hace dos domingos), cuyos votantes previsiblemente se decantaran en masa por el socialista.

A pesar de tener todo a favor, Hollande prefiere mostrarse cauteloso. No sería la primera vez que un candidato socialista pierde en la segunda vuelta tras imponerse en la primera. Ya les ocurrió a François Miterrand en 1974 y a Lionel Jospin en 1995. El gran favorito a la presidencia francesa desconfía de unos sondeos tan favorables que, a su juicio, podrían "desmotivar a los votantes potenciales". Su solución es simple: "Vótenme".

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Francia parece dispuesta a castigar la gestión de Sarkozy y cambiar la orientación política del país, pero el electorado francés también vota en clave europea. Angela Merkel mira con especial preocupación lo que puedan deparar las urnas. La canciller alemana, que tendrá otro ojo puesto en las elecciones que también se celebran en Grecia, espera que su aliado en la imposición de la austeridad en el viejo continente lo siga siendo y que el cambio que se produzca en la segunda economía de la eurozona no arrastre al resto de sus socios europeos. 

Hollande puede poner punto y final al binomio Merkozy. El socialista se ha postulado como el contrapunto contra la política exclusiva de recortes y la primera oportunidad para un posible cambio de rumbo en Europa. Hollande apuesta por el crecimiento frente a los ajustes. Ya anunció que de ganar renegociará con Alemania el pacto fiscal europeo, "innegociable" para Merkel. Propone además un nuevo papel del Banco Central Europeo, una tasa de transacciones financieras, que el Banco Europeo de Inversiones (BEI) conceda créditos a las empresas, y crear eurobonos para financiar las infraestructuras.

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"Todo eso probablemente provocará roces con Merkel ya que, a juicio de la alemana, Hollande ha ido demasiado lejos con sus pretensiones", opina a AFP Jean-Dominique Giuliani, presidente de la Fundación Schuman, un centro de reflexión sobre la Unión Europea. Merkel sigue empeñada en su defensa de la austeridad, pero la semana pasada ya habló durante una entrevista de una "agenda del crecimiento" que pretende presentar en la próxima cumbre europea prevista para el 28 y 29 de junio. 

La mayoría de los gobiernos conservadores que campan por Europa siguen mirando a Hollande con recelo. Hasta la propia Merkel se negó a recibir al galo durante la campaña. No lo podrá volver a repetir. El socialista ya ha avisado de que su primera visita como presidente será Berlín.

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Hollande no pretende iniciar una crisis en el eje que gobierna de facto la UE. Su jefe de campaña, Pierre Moscovici, se ha encargado de matizar cualquier suspicacia: "En caso de un relevo en el poder, la relación de amistad franco-alemana seguirá siendo un elemento estructural de nuestra política". Pero lo que el aspirante sí ha dejado claro es que se tomará ese primer viaje como el primer contacto para empezar a hablar de una nueva hoja de ruta europea. Todo apunta a que Francia está más que preparada para recibir al primer presidente socialista en 17 años. En poco tiempo se verá si Merkel también lo está.

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