La formación del Gobierno talibán destapa luchas internas e intentos por mejorar su imagen internacional
El nombramiento de un número parcial de ministros interinos confirma que los talibanes solo confían en sus propias fuerzas. Al frente del gobierno estará el mulá Akhund, que representa a la corriente conservadora del movimiento, mientras que su número dos, el mulá Baradar, que ha conducido las negociaciones con los americanos en Doha, es más pragmático.
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En marzo de 2001 los talibanes destruyeron dos gigantescas estatuas de Buda excavadas en las montañas de Bamiyan por orden del mulá Muhammad Omar, fundador de los talibanes, por considerar que representaban a ídolos y la idolatría no tenía cabida en su interpretación del islam. El ejecutor de la operación fue el mulá Muhammad Hasan Akhund.
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El mulá Akhund es desde el 7 de septiembre el jefe del nuevo Gobierno afgano y por lo tanto tiene la mayor responsabilidad del ejecutivo. En el escalafón de la difusa organización solo está por detrás del jeque Hebatullah Akhunzadeh, que nominalmente es la autoridad suprema, aunque algunos analistas aseguran que sus competencias son más espirituales que terrenales.
De 65 años de edad, Akhund pertenece a la tribu Babur y es originario de la provincia de Kandahar, en el sur del país. Fue uno de los seis notables que en los años 90 fundaron el movimiento talibán. Durante el Gobierno de 1996-2001 desempeñó el cargo de viceprimer ministro, y en los veinte años que siguieron a la caída de los fundamentalistas fue el máximo responsable del Consejo talibán.
Se considera que pertenece al núcleo duro y de hecho fue designado para los destacados puestos que ha ocupado por su proximidad intelectual y personal con el fallecido fundador Omar. Su elección como primer ministro fue sugerida por Akhunzadeh y aunque es primer ministro interino, su nombramiento puede interpretarse como un enroque de los líderes del grupo.
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La dirección talibán ha transmitido algunos mensajes conciliadores que no existieron entre 1996 y 2001
Paralelamente, la dirección talibán ha transmitido algunos mensajes conciliadores que no existieron entre 1996 y 2001. Están facilitando el abandono del país a quien lo desee, e insisten en que quienes se queden no sufrirán represalias. Además, han indicado que su intención es establecer relaciones diplomáticas amistosas con todos los países del mundo con la sola excepción de Israel.
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El límite que marcan es la observancia de la ley islámica, que van a aplicar según la estricta interpretación de la escuela deobandi. Al mismo tiempo se perciben ciertos cambios relevantes en relación con su interpretación de la sharia, por ejemplo permitiendo estudiar a las universitarias. Aunque tienen que estar separadas de los estudiantes varones por una cortina, esto ya es un "avance" con respecto al anterior periodo, si puede hablarse en estos términos.
Citado por Informed Comment, el historiador Ali A. Olomi, de la Penn State University, considera que Akhund es un personaje "fascinante" que se caracteriza por una rigurosa interpretación del islam y se distingue de muchos correligionarios talibanes en que no combatió a las fuerzas soviéticas en los años ochenta.
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Según distintos historiadores, inicialmente el mulá Omar no quería destruir los budas de Bamiyan, pero finalmente dio la orden disgustado con la Unesco, que destinaba una partida importante de dinero a la conservación de las estatuas mientras la ONU no contribuía suficientemente a combatir el hambre y la miseria del conjunto de la población afgana.
Aunque fue ministro de Exteriores en el periodo 1996-2001, Akhund siempre ha estado más relacionado con la religión que con la política. Cuando los talibanes fueron derrotados en 2001, tuvo que exiliarse y desde Paquistán ha ejercido de líder espiritual del movimiento.
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El profesor Olomi agrega que la principal tarea de Akhund durante las pasadas dos décadas ha sido la justificación ideológica de la guerra contra los estadounidenses y contra el Gobierno de Kabul impuesto por Washington. Olomi distingue entre la corriente militar del movimiento talibán y su corriente religiosa, entre las que observa discrepancias. El primer ministro pertenece a esta última.
Akhund habría sido elegido por una suerte de compromiso entre las distintas facciones talibanes, unas más militantes que otras. En ese sentido, no habría estado tan implicado en la lucha yihadista de combatientes como el mulá Abdul Ghani Baradar, quien ha sido elegido su número dos, es decir viceprimer ministro.
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A diferencia de Akhund, Baradar cuenta con importantes enemigos en otras facciones talibanes. El retraso en los nombramientos del nuevo Gobierno, que no tuvieron lugar hasta el 7 de septiembre, es decir tres semanas después de la caída de Kabul y una semana más tarde de la retirada americana, sugiere la posible existencia una lucha soterrada dentro del movimiento.
Ahora deberá verse si Akhund es capaz de aunar a los talibanes puesto que la unificación de Afganistán no está en el horizonte. Sus posiciones conservadoras de la anterior época incluían un gran rigorismo religioso sobre las mujeres, llegando a prohibir la educación de las mujeres y fomentando la segregación por sexos así como el uso obligatorio del burka.
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No menos importante es el nombramiento de Baradar como viceprimer ministro. Más joven, de solo 53 años, combatió contra el Gobierno comunista sostenido por Moscú en los ochenta. Tenía una amistad íntima con el mulá Omar y desempeñó varios cargos de relevancia en el periodo 1996-2001. Se le considera uno de los líderes talibanes más pragmáticos.
A Baradar se le atribuyen al menos dos intentos de diálogo con el Gobierno de Kabul y con los americanos en 2004 y 2010. En febrero de este último año fue arrestado en Paquistán, lo que condujo a una ausencia de negociaciones durante una década. Finalmente fue liberado a petición de Washington y ha sido el principal actor de las negociaciones con EEUU en Qatar durante los últimos dos años.
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Al nuevo Gobierno se le recrimina no haber incorporado a mujeres y ni a representantes de todas las minorías étnicas y religiosas. Los talibanes replican que todas las minorías tampoco están representadas en los gobiernos de EEUU y el Reino Unido. En cualquier caso, la situación hoy es bastante distinta a la primera época talibán y será preciso ver cómo se desenvuelve el gobierno, si bien la mayoría de los cambios que pueden esperarse serán meramente cosméticos.