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Cambiar el mundo desde Nepal, a la espera de un seísmo devastador

Una ingeniera española relata para 'Público' el día a día de su experiencia como cooperante en el país asiático

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Los voluntarios Adriana López y Enrique Martínez durante su estancia en Nepal.- A. L. H

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El pasado verano, recién graduada en Ingeniería Civil y Territorial en la Escuela de Caminos de Madrid, me comprometí junto a un compañero de estudios, Enrique Martínez Mur, a trabajar durante un mes en un proyecto de cooperación de la ONG anglo-nepalí Education & Health Nepal (EHN). Nuestra misión debía consistir en el estudio del terreno y los cálculos estructurales preliminares para la construcción de un edificio sismorresistente destinado a convertirse en un centro para mujeres en una aldea cercana a Pokhara, puerta al turismo de aventuras del país. Se trata de una región pobre, pero de deslumbrante belleza y con gran potencial turístico.

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"Cuando vuelvo la vista atrás, me doy cuenta de que no se puede cambiar en un mes la vida de toda una comunidad"

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Nuestro propósito no era otro que el de ser útiles, aportar nuestro granito de arena. Cuando vuelvo la vista atrás, me doy cuenta de que no se puede cambiar en un mes la vida de toda una comunidad y, lo más importante, que la experiencia resultó sumamente enriquecedora. En definitiva: que recibí más de lo que di.

Ahí nos instalamos mi amigo y yo, en una pintoresca aldea situada entre dos lagos, en las estribaciones del Himalaya. Begnas Tal, como muchas otras localidades rurales, está poblada por mujeres, niños y ancianos. La práctica totalidad de los hombres ha emigrado a Oriente Próximo para poder alimentar a sus familias.

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"La cultura nepalí, de fuerte influencia india y tibetana, es muy machista. El trabajo de la mujer apenas se valora"

Chanda está lejos de su familia y ahora vive con Sita, su suegra, como es costumbre en la cultura hindú. Aama (madre), como la llama ella, cuenta apenas 50 años, aunque parece mucho mayor. A pesar de sus dolencias, tiene mucha fuerza y trabaja de sol a luna en los campos de arroz sin perder nunca la sonrisa. Nadie se lo agradece, puesto que así es como deben comportarse las mujeres, pero a nosotros nos alegraba los días. Kike y su diccionario pasaban largos ratos conversando con ella, que no habla una palabra de inglés.

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"Nuestra labor debía ser ampliar sus horizontes, explicarles cómo funcionan las cosas en nuestro rincón lejano del planeta"

La cultura nepalí, de fuerte influencia india y tibetana, es muy machista. El trabajo de la mujer apenas se valora y ellas deben dedicarse por entero a los hombres que las rodean a lo largo de sus vidas: padres, suegros, maridos, hijos… Mientras que los hombres son muy abiertos, ellas suelen ser tímidas, hablan poco inglés y les cuesta coger confianza. Pero con tiempo y paciencia, conseguimos por fin que Chanda nos abriera su corazón y descubrimos que ella aceptaba su situación sin rebeldía, como algo totalmente normal. Ni siquiera consideraba una opción razonable el matrimonio por amor.

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La cooperante Adriana López Higueras abraza a unos niños nepalíes

Allí conocimos a Laxmi, una de las profesoras de inglés. La enseñanza de este idioma es obligatoria en todos los colegios nepalíes, pero la mayor parte de los profesores apenas lo hablan y sólo repiten lo que viene en los libros, que además están llenos de errores. Fue una alegría para nosotros averiguar que ella estaba más abierta a las influencias externas y cuestionaba fuertemente la situación, lo que en la práctica la convertía en nuestra aliada.

"Los problemas que tenemos son insignificantes frente a las dificultades que se cruzan en el camino de otros"

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Aunque las cosas no sean fáciles, la gente y la espléndida naturaleza hacen que cualquiera se acostumbre rápidamente a la vida en Nepal. El verde de los campos de arroz, los lagos, las montañas y las lluvias torrenciales son impresionantes. Pero lo más inolvidable son todas esas personas con las que desarrollamos lazos muy estrechos.

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