Estados Unidos e Israel cierran el cerco sobre Irán
A pesar de que el reciente acuerdo nuclear con Irán cuenta con un vasto apoyo occidental, Teherán percibe que los Estados Unidos ya no piensan como antes de las elecciones. Israel y Arabia Saudí están presionando a los norteamericanos para que endurezcan aún más sus posiciones con respecto a Teherán.
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JERUSALÉN, Actualizado:
El acuerdo que la comunidad internacional firmó con Irán a mediados de 2015 está en jaque. La nueva administración de Estados Unidos ya ha advertido a Teherán en varias ocasiones que debe andarse con sumo cuidado si no quiere sorpresas y le ha recordado que la presidencia de Donald Trump no tiene nada que ver con la de Barack Obama.
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El secretario de Defensa, James Mattis, ha declarado que Irán es “el mayor impulsor de terrorismo del mundo”, y desde luego esto es así si se mide con la vara que han creado Israel, Arabia Saudí y Estados Unidos, una vara que define terrorismo exclusivamente en función de sus propios intereses en Oriente Próximo.
Los intereses de Estados Unidos, Arabia Saudí e Israel casi coinciden plenamente en estos momentos, como si de una afortunada conjunción planetaria se tratara. Los dos últimos países están maniobrando simultáneamente para que Washington castigue con dureza a Teherán por el “terrorismo”. Es lo que se está jugando estos días aunque ha de quedar claro que no coincide con los intereses de Washington ni de Europa.
La semana pasada el ministro de Defensa israelí, Avigdor Lieberman, cuando abordó en el cónclave de Múnich los desafíos de Oriente Próximo, solo los pudo decir repitiendo una palabra tres veces: “Irán, Irán e Irán”. Y es que Irán es en realidad una gran vaca lechera a la que Israel ordeña sin descanso para aprovechar sus crecientes relaciones con Arabia Saudí y los demás países suníes “moderados” de la región, y para apartar la atención de Occidente de la ocupación.
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En el tiempo transcurrido desde su advenimiento en enero, la administración Trump ha caminado sin demasiado esmero por un campo de minas tras otro, sembrando caos y confusión en todos los terrenos que pisa, y eso está ocurriendo con respecto a Irán, de donde puede salir cualquier respuesta si la presión sigue aumentando.
Desde la firma del acuerdo de 2015, la ONU ha levantado las sanciones sobre Teherán, pero no las ha levantado completamente Washington, aunque Obama permitió las ventas de Boeing a los iraníes. La realidad es bastante más compleja que los documentos que se suscribieron y una buena prueba de ello es que los grandes bancos internacionales no se atreven a meterse a fondo en Irán a pesar de lo apetitoso que es su mercado pues temen que en cualquier momento puedan caer nuevas sanciones. Esto es por lo que abogan Israel y Arabia Saudí.
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Durante la campaña, Trump no se mordió la lengua para calificar el compromiso de 2015 como “el peor acuerdo de la historia”, aunque en realidad no es así. Una prueba de que no es así es que ni siquiera Israel quiere cancelarlo, aunque los israelíes van a hacer todo lo que esté en su mano para modificarlo y utilizarlo como ariete contra el propio Irán. De hecho, aquí prácticamente cada vez que se saluda a un funcionario israelí con un inofensivo “buenos días”, se obtiene una respuesta que incluye varias veces la palabra “Irán”.
Esto no es óbice para que tanto el ejército israelí como el Mosad, como el propio gobierno israelí, hayan dicho que no desean cancelar el acuerdo sino solo “reformarlo”. Todavía no se ha explicado con precisión qué reformas propone Israel, pero no hay que ser un lince para ver que el juego consiste en ir creando tensiones con Teherán para satisfacción de Arabia Saudí y los demás países suníes.
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Por supuesto, además, el objetivo de Israel es romper el largo brazo que sale de Teherán, pasa por Damasco y termina en Beirut. Justamente eso mismo es lo que quieren los saudíes y tanto éstos como los israelíes están poniendo todo lo que está a su alcance para que la administración Trump se sume al proyecto, para que lo dirija de acuerdo con los intereses israelíes y saudíes.
El levantamiento de algunas sanciones ha permitido a Irán liberar reservas de más de 100.000 millones de dólares que estaban retenidos desde hace años en bancos occidentales. Esto, para disgusto de Israel y Arabia Saudí, ha servido para que Teherán incremente su apoyo a sus aliados en Siria, Líbano y Yemen.
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Se ha de observar, sin embargo, que los iraníes han enviado algunas fuerzas a Irak que están luchando al lado de las fuerzas norteamericanas desplegadas en ese país, unos seis mil combatientes, que Estados Unidos ha dicho que no sabe cuándo va a retirar, vamos que, según ha dicho Mattis, no va a retirar de momento, incluso aunque se acabe con el Estado Islámico.
El 29 de enero Irán realizó una prueba balística que enfureció a la Casa Blanca. Donald Trump avisó a Teherán que no juegue con fuego, y el fugaz consejero para la seguridad nacional, Michael Flynn, amenazó a los iraníes. No obstante, a mediados de febrero Teherán ha realizado una segunda prueba balística.
La cuestión está en que en Occidente se dice que esas pruebas balísticas se hacen con cohetes preparados para portar ojivas nucleares, y que eso podría ser una violación de los acuerdos de 2015, aunque en realidad no está claro que sea una violación. En cualquier caso, tanto Israel como Arabia Saudí presionan a Washington para que lo considere una violación.
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En todo este embrollo, Rusia puede desempeñar un papel clave. Moscú mantiene buenas relaciones con Irán y también con Israel. Es posible que Estados Unidos intente socavar las relaciones entre Moscú y Teherán, aunque Moscú sabe que puede confiar en Teherán, que las relaciones entre esos dos países son sólidas y que no puede confiar en Occidente, al menos de momento, de la misma manera que Irán tampoco puede confiar en Occidente.