En una de esas investigaciones periodísticas que luego postularán para el Premio Pulitzer, The Washington Post denunció ayer, en el primero de una serie de reportajes, el incremento exponencial y descontrolado de los servicios de inteligencia estadounidenses desde el 11-S y la creciente privatización del espionaje.
La hidra burocrática que han creado estos nueve años de lucha antiterrorista es casi imposible de controlar, afirma el diario, y engulle miles de millones de dólares a costa del contribuyente. En un mundo que vive y se alimenta del secreto, poca gente tiene una visión global de cuantas agencias cubren la misma información, una redundancia que al final resulta contraproducente a la hora de tomar decisiones.
La investigación del Post revela que 1.271 organizaciones gubernamentales y 1.931 compañías privadas trabajan en programas relacionados con antiterrorismo, seguridad nacional u otros asuntos de inteligencia en unas 10.000 oficinas repartidas por todo EEUU, y calcula que este mundo emplea a unas 854.000 personas (más que la población de la capital).
Estima que en el área de Washington hay unos 33 edificios, unos de ellos grandes complejos de oficinas con centros ultrasecretos (Sensitive Compartmented Information Facility, en inglés) que se dedican o están siendo construidos para tratar información secreta y ocupan el equivalente de tres Pentágonos (el complejo administrativo más grande del mundo).
Como reconoce el secretario de Defensa, Robert Gates, a los autores del artículo, 'ha habido mucho crecimiento desde el 11-S, es un reto controlarlo'. El Gobierno adjudicó este año 75.000 millones de dólares a los servicios de inteligencia, 21 veces más que en 2002, una cifra que ni siquiera incluye programas antiterroristas en suelo nacional.
El artículo pinta un panorama bastante desalentador, reinos de taifas que compiten entre sí, analistas escasamente experimentados que 'refríen' informes de otras agencias, listas de siglas y abreviaturas incomprensibles, sistemas informáticos incompatibles entre los diversos organismos, una descoordinación burocrática que impidió prever el atentado frustrado contra un avión rumbo a Detroit las pasadas Navidades o el tiroteo de Fort Hood, perpetrado por un psicólogo militar que mató a 13 personas en un tiroteo.
La idea del Gobierno Bush de crear en 2005 un órgano regulador de todo este caos en la figura del director de Inteligencia Nacional resultó ser un fracaso. El DNI creó su propia administración paralela.
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