El escándalo de corruptelas fulmina al presidente alemán
Merkel busca ahora un consenso, tras la dimisión de Wulff y de su antecesor en sólo dos años
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"No tengo otra opción que dejar el cargo. No puedo seguir representando al país como lo he hecho hasta ahora". Con estas palabras, el presidente de Alemania anunció ayer su dimisión pasadas las 11 de la mañana. Christian Wulff argumentó haber perdido la confianza de los ciudadanos, a raíz del escándalo de corruptelas que le persigue en los últimos meses. El hoy expresidente volvió a reivindicar su inocencia y reconoció que la presión mediática le ha minado. Dos horas más tarde, dejó el Palacio presidencial de Bellevue, para trasladarse a su chalet en el distrito berlinés de Dahlem.
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Pero ni los titulares hirientes durante semanas en los medios de comunicación ni la presión de la opinión pública han acabado con él. Lo que realmente ha motivado su dimisión fue que la Fiscalía de Hanover reclamara el pasado jueves que se le retirase la inmunidad para poder abrirle una causa por delitos de cohecho y tráfico de influencias. Un capítulo sin precedentes en la historia alemana, que ha desatado una crisis en toda regla y que pone en entredicho la moralidad del cargo presidencial.
El escándalo ha salpicado a la propia Angela Merkel que, pese a haber sido su acérrima defensora en todo momento, podría haberle presionado para forzar su retirada, antes de que también su imagen como mandataria quedara maltrecha. Media hora después de la dimisión de Wulff, la canciller, que canceló su encuentro en Roma con Monti y Papadimos, reaccionó con una breve comparecencia. Merkel dijo sentir "un gran respeto y un profundo pesar" por la marcha del presidente, al que describió como un hombre que veló por la integración y luchó por una Alemania abierta. "Él y su mujer, Bettina, han representado a Alemania aquí y en el exterior de manera loable, y se han encargado de dejar claro que la riqueza de este país reside en su variedad", apuntó la jefa del Ejecutivo germano.
"No puedo seguir representando al país", reconoce Wulff al dimitir
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Un artículo que publicó el diario Bild a mediados de diciembre reveló que, durante su época como jefe del Gobierno en el Estado de Baja Sajonia (2003-2010), Wulff había aceptado un crédito de 500.000 euros a bajo interés de un amigo empresario. Si bien el amiguismo no es un acto delictivo, sí que lo es su ocultación al Parlamento. Esas informaciones le colocaron en el punto de mira y, a partir de entonces, se han ido sucediendo los escándalos.
La guinda del expresidente fue su intento de impedir que el caso saliera a la luz, dejando un mensaje amenazador en el contestador automático del antiguo redactor jefe del popular rotativo, Kai Diekmann. Después, se destapó que Wulff había conseguido el coche de su mujer por medio de un cohecho, una acusación investigada por la Fiscalía de Berlín. El torbellino parecía no tener fin.
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Ahora, su relación con el productor cinematográfico David Groenewold, que supuestamente le costeó unas vacaciones en la isla de Sylt a cambio de que el presidente le concediera un aval millonario, escribió el capítulo final. Entre tanto, a la crisis de credibilidad que tanto afectó a Wulff, se añadió la mala gestión de su portavoz, Olaf Glaeseker, a quien también se investiga.
La canciller trata de evitar que el affaire también afecte a su imagen política
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Según el semanario Der Spiegel, hasta el organismo de supervisión bancaria BaFin está investigando la relación que pudo tener el por entonces titular en Baja Sajonia con la operación de Volkswagen para hacerse con el control de Porsche.
Sin embargo, Wulff no es el único presidente con un historial conflictivo. Es más, es el segundo que dimite en menos de dos años. Nada menos que su predecesor, Horst Köhler, renunció el 31 de mayo de 2010 por sorpresa y después de cinco años en el cargo, tras del acoso mediático por unas declaraciones muy controvertidas sobre el Ejército federal que hizo a una emisora de radio.
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Otros nombres que dejaron huella por casos similares fueron los cristianodemócratas Johannes Rau (1999-2004), Karl Carstens (1979-1984), y Heinrich Lübke (1959-1969) o el primer presidente que tuvo Alemania desde la reunificación, Theodor Heuss (1949-1959).
La canciller Merkel emprendió ayer mismo la carrera para buscar al nuevo presidente, una designación que quiere acelerar al máximo y en la que implicará a los partidos de la oposición. Tanto es así que hoy se reunirá con sus socios de la CSU, Horst Seehofer, y del FDP, Philipp Rösler.
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Paralelamente se barajan algunos nombres para suceder a Wulff: el ministro de Defensa, Thomas de Maizière; el de Finanzas, Wolfgang Schäuble; la titular de Trabajo, Ursula von der Leyen; el presidente del Bundestag, Norbert Lammert; el antiguo ministro de Medio Ambiente, Klaus Töpfer; el exdefensor de los derechos humanos de la RDA Joachim Gauck, y el presidente del Tribunal Constitucional, Andreas Voßkuhle.
La Asamblea Federal, donde la coalición de Gobierno apenas tiene mayoría por cuatro votos, votará entre los candidatos propuestos por las formaciones. Entre tanto, el presidente del Bundesrat y jefe de la CSU, Horst Seehofer, asumirá el cargo de forma provisional.