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Entrevista "No ver el color es una gran comodidad. Nosotros no lo vemos, lo sufrimos"

La militante descolonial francesa Houria Bouteldja acaba de publicar en España ‘Los blancos, los judíos y nosotros, hacia una política del amor revolucionario’, que examina el imperialismo y el racismo que impregnan los pilares de Occidente.

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Prsentación del libro de Houria Bouteldja. /Hassane Mezine

madrid, Actualizado:

“Para acabar con la mentira habría sido necesario que cada indio tocara la puerta de cada ciudadano del mundo para convencerlos -uno a uno- de que los verdaderos agresores eran los cowboys, y suplicarles que los creyeran”, escribe la militante descolonial Houria Bouteldja en su libro Los blancos, los judíos y nosotros, hacia una política del amor revolucionario (Akal). Quizás es justamente esto lo que trata de hacer en sus páginas, llamar a cada una de nuestras puertas y desmontar el discurso imperialista hegemónico con el que hemos aprendido a vivir.

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Francesa de padres argelinos, Bouteldja es la portavoz del Partido de los Indígenas de la República, que busca dar voz a las poblaciones racializadas, los “indigenizados” del país galo. Su obra, un manifiesto descolonial que acaba de ser traducido al español, ha suscitado una gran polémica en Francia, al poner el dedo en la llaga señalando el rol de todos los sectores sociales en la perpetuación del racismo.

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En el libro, tomas una posición bastante crítica hacia los pilares de la sociedad occidental, ¿piensas que normalmente exigimos a los colectivos racializados que estén siempre satisfechos, que nunca se quejen de nada, en virtud de un modelo de integración que les es impuesto?

Efectivamente, exigimos a las poblaciones venidas de las migraciones poscoloniales que se satisfagan con su posición, que se callen y que se sometan a la inyección de la integración. Resulta que esta proposición de integración no va hasta el fin de sus promesas, porque se nos dice “Integraos”, pero en la vida diaria se nos discrimina. Así que, o hay una verdadera promesa de integración y nos convertimos en ciudadanos como el resto, o constatamos que es una promesa falsa y en ese momento comenzamos a criticar la sociedad a afirmar que las promesas de la República [francesa] universal, de las luces, igualitaria, feminista, etcétera, no son verdad.

En el libro hablas frecuentemente de tu infancia, ¿cómo viviste la disonancia entre la educación oficial y la experiencia y memoria de tus padres, que han vivido la colonización francesa de Argelia?

Lo he vivido de manera conflictiva desde el principio. Es por esto que en mi libro digo que no podemos vivir en una misma sociedad y alcanzar una convivencia si una parte de la sociedad lamenta la independencia de Argelia y la descolonización, o si una parte de la población piensa que la victoria de Vietnam en la batalla de Dien Bien Phu fue una derrota de los franceses, porque esas derrotas de una parte de los franceses o del Estado francés fueron nuestras victorias. ¿Cómo podemos vivir en sociedad si nuestras victorias representan derrotas para el resto de los franceses? Es ahí donde radica el conflicto que hay que solucionar.

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Hay una disonancia, no tanto desde el punto de vista cultural, porque las culturas del Magreb, desde un punto de vista antropológico, son muy próximas a la cultura cristiana patriarcal, tampoco hay un mundo que nos separe… De hecho, no somos tan extranjeros los unos de los otros. Hay diferencias culturales, claro, pero en lo fundamental tenemos muchas cosas en común.

Francia se ha enriquecido durante siglos a través de la esclavitud y de la colonización y ha producido una imagen de sí misma de derechos humanos, universalismo, feminista...

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La disonancia es política, porque nosotros hemos venido de la historia de la colonización y de la guerra de Argelia al país que nos ha hecho la guerra y que nos ha colonizado. Si hay disensión es debido a esta historia colonial que Francia no se ha vuelto a plantear, hacia la cual mantiene incluso sentimientos de nostalgia. En la Ley de 2005 sobre los beneficios de la colonización, la colonización se describe como una gran aportación, como una obra positiva. Nos damos cuenta de que Francia tiene una relación de añoranza respecto a la colonización y no lo contrario.

Una cosa muy interesante del libro es que señalas cómo el espíritu colonialista está insertado no sólo en la cultura de la sociedad occidental sino también en los valores de su sistema moral.

Francia se ha enriquecido durante siglos a través de la esclavitud y de la colonización y, al mismo tiempo, ha producido una imagen de sí misma de derechos humanos, universalismo, feminista, etc, que contradice de alguna manera la realidad de su historia. Para el confort de la vida diaria, es necesario poder mirarse en el espejo y decir “Nosotros hemos traído la luz al mundo”. Aunque en realidad somos asesinos y vivimos del crimen. Esto es lo que llamo la “buena conciencia blanca”, que está por todas partes, sobre todo en la izquierda.

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Consideras el nazismo una herencia, una continuación, del colonialismo, ¿puedes explicar esta idea?

No es una idea nueva, M. Césaire ya lo decía, también otros historiadores poscoloniales y no poscoloniales. Césaire decía: “Lloráis el nazismo porque ha tenido lugar en el interior de Europa, ha matado europeos, pero la genealogía del nazismo ha sido la colonización”.

En realidad, los crímenes de la colonización, la continuación de la colonización ha culminado en Europa. El genocidio de los judíos proviene de la larga historia de la colonización y de la esclavitud. Es un crimen de la matriz colonial.

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Hitler era admirador de los crímenes de los colonos contra los indios, era su ejemplo a seguir. Esto muestra que incluso el imaginario propio de Hitler venía directamente de ahí.

¿El miedo que seguimos teniendo a la extrema derecha en Europa frena los impulsos del antirracismo?

Sí. El miedo al nazismo produce antirracismo, pero es antirracismo blanco. Como es antirracismo blanco, no tiene en cuenta la historia colonial. Entonces, no lucha más que contra las formas de racismo que nacen del antisemitismo. Lo hace porque es un compromiso entre la extrema derecha y la preservación del estado-nación blanco. Los estados-nación se construyen sobre la unidad identitaria. En Francia, por ejemplo, la cristiana. Todos los estados-nación se forman así, lo que excluye, en el caso de Francia, a los judíos y a los indígenas (los sujetos poscoloniales) de la identidad nacional.

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Houria Bouteldja en la presentación de su libro. /Hassane Mezine

El antirracismo blanco es un compromiso entre el miedo a la extrema derecha y la voluntad de preservar este estado-nación. Por eso no es eficaz para luchar contra el racismo. Porque en realidad, la verdadera crítica tiene que ser una crítica al estado-nación, imaginando otro Estado. multinacional, plurinacional, no importa, pero que tenga en cuenta todas las identidades: la judía, la romaní, árabe, musulmana, creol, antillana…

La realidad de Francia es así hoy en día, pero sigue anclada en un mito de un estado-nación blanco, aunque no lo diga. Si no el racismo no existiría, son el Estado-nación y las instituciones del Estado-nación quienes crean el racismo.

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¿Podemos eliminar el racismo manteniendo las fronteras entre los estados?

Si pensamos que toda la humanidad somos hermanos, no podemos entender que haya fronteras. Si hay fronteras, es que no nos consideramos hermanos de toda la humanidad. Creamos distinciones.

Sitúas 1492 como el nacimiento del concepto de raza. ¿Podemos destruir el concepto de raza?

Claro que lo podemos destruir, porque no es un concepto natural. Lo podemos destruir si destruimos el imperialismo.

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Con frecuencia se escucha, sobre todo entre gente blanca, “yo no veo el color”. ¿Se trata de privilegio, hipocresía, o ambas cosas?

Es el “sistema inmunitario blanco”. No ver el color es una gran comodidad. Porque nosotros no es que lo veamos, es que lo sufrimos.

Es una postura muy moralista, para decir “yo no veo el color, soy antirracista”. No. Hay dos maneras de ver el color: hay una manera racista de ver el color, como la extrema derecha, y hay una manera antirracista de ver el color, que es la de las personas que quieren luchar contra la raza como sistema de organización.

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Hace falta que todo el mundo pueda ver y reconocer el color para, más tarde, dejar de verlo. Primero hace falta combatir la raza, los que dicen que ya no ven la raza es que no quieren combatirla, están a gusto con su sociedad.

¿Qué opinas de atribuir el racismo a factores exclusivamente socioeconómicos?

El racismo está ligado a factores socioeconómicos, porque fundamentalmente sirve para construir categorías. En lo alto está la gran burguesía, luego el mundo de los proletarios, que en Europa es la clase del medio, la clase de los blancos, y por último están los que menos se benefician del reparto económico, los de abajo. Estos son los que sufren el racismo.

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Las personas racializadas se benefician aun menos de reparto de las riquezas, porque, precisamente, es necesario que las clases medianas blancas estén satisfechas con su suerte: tienen que sacar provecho del imperialismo y de las relaciones Norte-Sur. Quieren una parte del pastel.

Evidentemente, la alta burguesía es la que más se beneficia, pero, para sobrevivir, necesita a las clases medias. Y las clases medias no quieren compartir con los de abajo. Es fácil decir que el racismo viene de la burguesía, pero hay que comprender que existe interés también dentro de las clases medias. Si no hubiese interés, sería fácil de combatir, pero ellos están interesados en permanecer blancos.

Permanecer blancos en sentido no sólo económico, sino de estatus. El estado-nación distribuye prioritariamente los derechos y el poder a las clases medias. Derechos civiles, derechos sindicales, derechos económicos, protección social…

¿Es por eso que hablas de la izquierda como un aliado pero también un adversario del antirracismo?

Sí, es justo por eso. Sabemos que la extrema derecha no va a ser nuestra aliada. ¿Por qué? Porque cuando luchamos contra los crímenes policiales, cuando luchamos contra la discriminación, contra la negrofobia, contra la romofobia, por la igualdad social, por la justicia social, por África, por Palestina, en estas luchas, los que están con nosotros en el terreno son los de la extrema izquierda. Es un hecho. Esto quiere decir que ellos son nuestros aliados.

"Exigimos a las poblaciones venidas de las migraciones poscoloniales que se satisfagan con su posición, que se callen y que se sometan a la inyección de la integración"

Pero claro, al mismo tiempo, son blancos. En el sentido de que su prioridad como organización blanca es luchar por el interés de su base social y nuestras denuncias, el racismo de estado, vienen siempre detrás.

La reforma laboral en Francia ha ido por encima del estado de urgencia, que afectó mayoritariamente a los musulmanes. La izquierda no se ha movilizado contra lo segundo, pero se ha movilizado muchísimo contra la reforma laboral, lo que prueba que tiene un instinto acerca de cuáles son sus prioridades. Nosotros tenemos una experiencia de treinta o cuarenta años con la izquierda, por eso tenemos la impresión de que es nuestro aliado, pero también es nuestro adversario. Así que hace falta luchar contra la izquierda y con la izquierda.

A propósito de lo que comentabas del estado de urgencia y la vigilancia de los musulmanes, ¿qué relación encuentras entre el imperialismo y la radicalización de algunos sectores de las comunidades musulmanas?

La radicalización tiene como origen, por una parte, el tratamiento de los indígenas en Europa, el racismo interno de los estados-nación, y, por otra, el imperialismo. Los indígenas, por su historia, son naturalmente anti imperialistas.

Como anti imperialistas, son muy sensibles a lo que ocurre en Palestina, por ejemplo, en Oriente Medio. Cuando ven cómo Libia es bombardeada, que Irak es destruida, lo que ocurre en Palestina, evidentemente eso radicaliza. El proceso también es impulsado por lo que pasa en el interior de los estados: una islamofobia galopante.

La radicalización de una parte de la juventud de los barrios viene de ahí. No tiene relación con el islam, está vinculada a su condición social. El islam es sólo una apariencia: son musulmanes, así que emplean el islam, pero en otro contexto habría sido otra religión u otra ideología.

En el libro hablas de un choque entre el patriarcado blanco y el patriarcado de los pueblos indígenas que convierte el cuerpo de las mujeres en campo de batalla.

La colonización es un acto de conquista virilista. Cuando los europeos salieron a conquistar el resto del mundo lo hicieron de un modo muy masculinista, guerrero. Han inventado la masculinidad conquistadora. Cuando iban a conquistar los territorios, no se quedaban solamente con los terrenos. Para someter a los pueblos, se apropiaban de sus mujeres.

Este acto colonial crea virilismo en los pueblos conquistados, por lo que las mujeres se convierten en campos de batalla. Se trata de liberar las sociedades por la fuerza, mediante el control de las mujeres. Si la mujer es el medio de humillar, la mujer también será el medio de devolver el honor. Así, se crea ultravirilismo en los pueblos indígenas, que perdura hasta ahora.

Hoy, el racismo continúa creando virilismo. La República francesa actual hace lo mismo. Quiere liberar a las mujeres inmigrantes. El discurso que siempre nos transmiten es: “Liberaos de vuestras familias, liberaos del islam”. Y, ¿cuál es la reacción de los hombres? ¡Más control!

Hay un concepto que es interesante para entender esto: el de “masculinidad hegemónica”. La masculinidad hegemónica son los hombres blancos. Nuestros hombres tienen una masculinidad no hegemónica, el único poder que aun poseen es el que ejercen sobre las mujeres. Como han sido castrados por la colonización y el racismo, son aun más virilistas. Las mujeres, en última instancia, son las víctimas absolutas de estas dinámicas.

Frente a los abusos imperialistas y racistas, propones una política del amor revolucionario, ¿qué significa esto?

En esta fórmula, está la palabra “política”, la palabra “amor” y la palabra “revolución”. “Política” quiere decir que es necesaria una estrategia política. “Amor” quiere decir que la lucha no sea mortal. “Revolucionario” significa que tenemos que llevar a cabo un proyecto político radical, tenemos que transformar radicalmente nuestras sociedades.

Para los indígenas, la solución empieza por el amor propio, porque se nos enseña a odiarnos. Este es el caso de todos los que hemos estado oprimidos racialmente, también de los judíos. Aprendemos a odiarnos a nosotros mismos, a sentir vergüenza de nosotros mismos, por lo que el acto de amor revolucionario implica comenzar a querernos.

El antirracismo blanco es un compromiso entre el miedo a la extrema derecha y la voluntad de preservar este estado-nación

El amor revolucionario también es no caer en lo que se nos quiere convertir. No hay que transformarse en blanco, es decir, reproducir el odio contra los otros. Podríamos querer vengarnos, como Daesh. Daesh está en una óptica en la que ya no hay política, ya no hay amor, hay guerra. Matan a los occidentales.

Nosotros decimos “no hay que matar a los occidentales, porque no hay que ser como ellos”. Al contrario, tenemos que comprender que ellos mismos son fruto de una historia y que son blancos fruto de esa historia, no son blancos porque tienen ideas de blancos. En el conjunto de blancos hay de todo, racistas y antirracistas. Hay que hacerse compañeros de los antirracistas para, juntos, ir hacia una propuesta que nos salve, a unos y a otros, del fascismo.

Acabas el capítulo “Ustedes, los blancos”, diciendo: “El amor y la paz tienen un precio. Hay que pagarlo.” ¿Cuál es este precio?

Es el fin de los privilegios. No es posible que una minoría se reparta todo y el resto… nada. No puede durar esto. Hace falta que busquemos una alternativa a esta civilización.

Pagar el precio quiere decir que si quieres vivir en paz, va a hacer falta vivir más pobre. Va a ser un precio caro. Hay que saber lo que queremos. Si queremos la paz, hay que compartir, si no, habrá guerra.

Desde el 11 de septiembre sabemos que ya no podremos vivir tranquilos. ¿Qué hacemos contra este tipo de terrorismo? Es imposible. Nos mienten cuando dicen que nos van a proteger. De alguna manera, nuestro interés nos empuja a querer la paz a todo precio.

¿Qué podemos hacer cada uno de nosotros para descolonizarnos?

Luchar. Tenemos que llevar a cabo la lucha descolonial. La lucha por el amor revolucionario.

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