Tiflis (Georgi)
Actualizado:Un cartel de la candidata independiente Salome Zurabishvili, apoyada por el partido actualmente en el Gobierno, junto a inmensas pancartas publicitarias de casinos, imágenes del segundo candidato Grigol Vashadze convertido en un "bebé en brazos de Putin" y protestas en un parque céntrico de Tiflis cuando uno de los candidatos a la presidencia, el joven Zurab Japaridze, intentó organizar un festival de la marihuana. Acabó arrestado nada más aparecer, sin tiempo ni para sacar un porro. Y sin olvidar los SMS a los teléfonos alentando el voto para Grigol Vashadze o la megafonía electoral por el centro de la capital.
Han sido momentos de la campaña electoral previa a la celebración de las elecciones presidenciales que han tenido lugar el pasado domingo en Georgia. Aun así, más allá de las anécdotas electorales, quien parece haber ganado es la apatía de los votantes. "La gente presta más atención a los reality shows que a los debates electorales", comentaba el día de los comicios Vladimer Kivadze, estudiante de ciencias sociales. La participación ha alcanzado un 46,7%. Pero tampoco ha faltado la tensión en los encuentros electorales. Los candidatos, un total de 25 en un país con 3.500.000 votantes, han argumentado poco sobre medidas concretas que puedan entusiasmar a la población y se han enzarzado en acusaciones mutuas. Cada uno se ha convertido en “traidor” y no han cesado los reproches sobre el pasado y sobre la guerra entre Georgia y Rusia en 2008.
Salome Zurabishvili, nacida en Francia y antigua embajadora de Francia en Georgia, ha sido la favorita en las encuestas y ha recibido finalmente un 38,6% de los votos. Aunque su candidatura es independiente, goza del apoyo del partido Sueño Georgiano, que está en el Gobierno y que a su vez sustenta el billonario Bidzina Ivanishvili, la voz decisiva de facto en la política georgiana. El portavoz del Parlamento georgiano Irakli Kobakhize ha declarado durante la campaña electoral que «apoyan a Salome Zurabishvili porque es una política pro-occidental».
El segundo candidato, Grigol Vashadze, que le sigue de cerca con un 37,7% de los votos, une en la formación Movimiento Unido Nacional (MUN) del antiguo presidente Mijaíl Saakashvili a los partidos de la oposición. Ambos candidatos proceden de los dos principales partidos de Georgia y son proeuropeos. "Han hablado sobre el pasado, cuando el Gobierno anterior estaba en el poder, y se acusan de la persecución de los opositores políticos. Pocas veces han tocado los problemas reales como la vivienda o la pobreza, su principal programa electoral ha sido desacreditarse uno al otro. Las cuestiones sociales han sido una nota a pie de página para ellos", comenta el doctorando en ciencias políticas Giorgi Tskhadaia.
Para los jóvenes, que se debaten entre el paro o la migración, las actuales elecciones no han traído demasiadas expectativas. "No se sienten parte del sistema de partidos que hay ahora. Hay una brecha generacional en Georgia entre la generación de la guerra y la nueva generación".
Sospechas de fraude y falta de propuestas sociales
S. Zurabishvili, la candidata respaldada por el partido en el actual gobierno, ha gozado también del apoyo de la red de instituciones locales. Tanto es así que desde la organización que ha monitorizado las elecciones, ISFED (International Society for Fair Elections and Democracy) ha habido quejas por las intimidaciones que han recibido los funcionarios, a quienes se presionaba para apoyar a Zurabishvili.
"Hemos detectado casos en los que se pedía a los funcionarios movilizar a la gente a favor de la candidata Zurabishvili. Son funcionarios, no se les puede usar con fines electorales", explica Mikheil Benidze, director de la organización. No solo se trata de los funcionarios de las instituciones, sino también de sus familiares y amigos, una pirámide clientelar que podía verse afectada por la victoria de un candidato de la oposición. Desde ISFED comentan que no son prácticas nuevas, ya que se llevaban a cabo también durante el gobierno anterior.
A ello se añade la campaña de ataques a las ONG iniciada por el mismo Bidzina Ivanishvili, acusado de corrupción. "Básicamente el partido en el Gobierno ha usado una retorica agresiva y motivada políticamente para atacarnos. Por desgracia, en Georgia, la política se centra más en personas que en programas electorales", añade el director de ISFED. Además de las intimidaciones y las duras acusaciones entre los candidatos, el eje Occidente y Rusia ha sido una constante en los debates en un país que ha perdido un 20% del territorio tras dos guerras, en 1992 y en 2008. El resultado de las guerras ha llevado a la creación de las repúblicas separatistas de Abjasia y de Osetia del Sur, que Rusia reconoce y apoya económicamente.
Quienes no han sido prioritarios en los programas de los candidatos fueron las mismas victimas de la guerra, entre ellas las personas desplazadas por el conflicto. Koba Chitanava, refugiado de Abjasia tras la guerra de 1992 y que vive en un barrio periférico de Tiflis, afirma que: "La gente que habita en la zona de conflicto puede venir a Tiflis y es libre de hacer lo que le plazca. No son considerados enemigos, son hermanos. Lo importante es que la política no interfiera en la diplomacia. Es un proceso en el que la política debe participar lo mínimo posible, pero apoyándolo siempre".
En Abjasia, Koba ha perdido su casa, parte de la familia, y no ha regresado. La temporalidad se ha convertido en su realidad en los últimos 25 años. Como él, la gran mayoría de las personas desplazadas vive en campos o barrios periféricos, con pocos ingresos y un difícil acceso al trabajo. En la actualidad, Abjasia y Osetia del Sur están separadas por fronteras del resto del territorio georgiano. Para fomentar la reconciliación, el Gobierno georgiano ha garantizado el libre acceso a la salud y educación a los abjasios y osetios que viven en las regiones separatistas.
No obstante, para los georgianos, el acceso a dichas regiones resulta difícil. Los georgianos que viven cerca de la frontera en el lado osetio tienen dificultades para cobrar sus pensiones: pueden pasar la línea de división para ir a Georgia, pero al regresar a su casa, se arriesgan a ser detenidos por la policía de Osetia. “Por supuesto que existe un proceso de reconciliación entre las personas, pero tiene que llegar también al ámbito diplomático, oficial”, explica Nukri Nodia, originario de Abjasia pero que vive en Tiflis como persona desplazada tras la guerra.
Zurabishvili ha defendido durante la campaña la integridad territorial de Georgia, la estabilidad y la integración en la OTAN. Pero tanto en Abjasia como en Osetia del Sur, Rusia ofrece pasaporte a los habitantes, reconoce las dos repúblicas separatistas y mantiene relaciones económicas con ellas. Al conflicto congelado se añade la emigración de los jóvenes ante las mejores perspectivas fuera de Georgia, hecho que ha preocupado a los candidatos.
En los últimos 20 años el país se ha vaciado, perdiendo más de un 20% de la población. Los resultados obtenidos el domingo conducen a una segunda vuelta de las elecciones, lo que pondrá de nuevo a los candidatos cara a cara con las dificultades sociales y económicas de los georgianos, que apenas han encontrado lugar en sus programas.
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