El ejército de mujeres de África que se enfrentó a la dominación blanca
Las guerreras mino protegieron el Reino africano de Dahomey hasta finales del siglo XIX. Respetadas y temidas, son la única milicia femenina de la que tenemos constancia en los últimos siglos.
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No lo entendían, al llegar, los europeos.
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No lo entendían.
Así que les pusieron mito, compararon con algún referente de su propia cultura.
Porque eso hacen, sí, los europeos.
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Amazonas, dijeron, amazonas en África.
Pero ellas tenían nombre. No empieza el mundo, no, con los europeos. Las mino, eran.
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Las mino.
Hay una campanilla sonando. Los hombres, allí, saben lo que significa. Los hombres, en Dahomey, saben que deben bajar mirada, apartarse, dejar camino libre. Primero llega la asistente, con su clinclín de advertencia. Después viene la mino. Con sus adornos lujosos, con su aire aristócrata. Vive en el palacio real, quizá se encamina a la reunión del Gran Consejo, donde debatirá sobre leyes y política, sobre administración y gobierno. Eso hacen, las minos.
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Eso, y guerra.
Leo sobre las mino en África no es un país, escrito por Dipo Faloyin y traducido por Noelia González Barrancos para la editorial Capitán Swing. La obra es un puñao de historias interesantes, y un desafío a nuestras ideas preconcebidas sobre todo un continente. Desafío que provoca, a ratos, desasosiego, porque te ves caer en el tópico sin darte cuenta... Faloyin dedica muchas páginas en hablar sobre conquistas europeas, sobre esclavitud y lindes rectas dibujadas entre mapas de baja definición. Es allí donde aparecen las mino, que fueron postrer refugio en el Reino Dahomey.
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Cuentan sobre las mino ("nuestras madres" en idioma fon, también se las cita a veces como agojie) que es la única milicia exclusivamente de féminas con noticia en la Historia. Dicen que nadie sabe su origen, que algunos elucubran si eran compañía para cazar elefantes y luego tuvieron ascenso por espíritu valiente y despiadado. Otros apuntan a la reina Hangbe como precursora. Finales del siglo XVII, quería guardaespaldas de élite (y completa confianza) en palacio. Lo hicieron tan bien que saltaron desde banda personal a división del ejército. Más de dos centurias, sí, exhibiendo coraje y crueldad. Eran las únicas encargadas de proteger directamente a los monarcas.
Cuentan que si degollaban de un golpe al enemigo. Que era su sello personal. Que sus espadas medían casi el metro de largo, y tenían forma de machete. Entrenaban para soportar dolores y penurias, pero también eran duchas en danza, en canto, en sones, en el mismo arte de contar historias. Eran miembros preeminentes de su comunidad. Eran casi mitos a los que veneramos y tememos. En momentos álgidos, Dahomey tuvo más de seis mil mino en lucha...
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El Reino de Dahomey, por si ustedes lo desconocen, esta en la parte costera del actual Benín. Golfo de Guinea, zona occidental. Era un reino rico, próspero, uno que había medrado, en parte, por connivencia (o laissez faire) para con los esclavistas. ¿Quieren ejemplo? El rey Ghezo, que gobernó durante casi toda la primera mitad del XIX, llegó hasta el trono auxiliado por Francisco Félix de Souza, simpático brasileiro que se dedicaba a comerciar con hombres y mujeres... Durante toda esa centuria se mantuvo Dahomey en equilibrio delicado entre el "no veo qué estás haciendo", una miaja de "me enriquece eso que estás haciendo" y un poco de "empieza a molestarme tu intromisión en mis asuntos". Glélé, sucesor de Ghezo, mantuvo a raya ingleses de doble moral (mire usted, que nos montamos rápidamente aquí una colonia) y franceses de provocación fácil. Son estos últimos quienes se lanzan a la ofensiva absoluta. Béhanzin, heredero de Glélé, será último monarca de Dahomey...
Pero estábamos con las mino. Con las guerreras mino. Que entrenaban, aconsejaban, combatían. Vanguardia del ejército, su ariete más peligroso. Jean Bayol, oficial francés que visitó la capital dahomey en 1889, finge horror al ver una recluta jovencita caminar hasta un prisionero de guerra, "blandir su espada tres veces con ambas manos y, con tranquilidad, cercenar el último trozo de carne que unía la cabeza al tronco". Albert Vallon, misionero, las comparaba con "demonios vomitados por un volcán". Francesco Borghero, por su parte, fue un cura italiano que anduvo por Dahomey en el segundo tercio del siglo XIX. Envuelto en sudores (las sotanas dan bastante calor), presenció entrenamiento de las mino... conquistar muro de acacias, con sus púas como falanges. Allá que se fueron, sin gritar, sin hacer caso a heridas y gemires. Las más valientes recibieron, como premio, un cinturón de esa misma acacia. Con sus pinchos, claro, y allá que ciñen a todas sus fuerzas, para mostrar ferocidad y desprecio. Borghero estaba, huelga decirlo, con el espanto en carnes.
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Porque todos los del Viejo Continente anhelaban conquistar esos territorios. Sí, el tema esclavos está muy bien, pero ahora ya vamos pelín más lejos, ya queremos colonias puras y duras. Y eso significa, en Dahomey, combatir contra las mino. Contra la leyenda de las mino, contra la crueldad de las mino. Dicen que muchas son voluntarias, dicen que otras caen en milicia después de que sus padres y maridos las repudien. Es testaruda, es rebelde, es orgullosa. A esa le ponen, en cada mano, una cuchilla que llega del suelo al pecho. Usan, algunas, mosquetes de pedernal que arrebataron a sus víctimas. Dicen que si los disparan sin apoyarlos en el hombro, dejándolos sobre su cadera... Vamos, que despertaban temor.
Porque vivían por y para la lid. Durante la pertenencia al regimiento no se les permitía tener hijos, no se les permitía contraer matrimonio. Tenían estatus, casi, de diosas guerreras, con un componente sacro muy evidente. Cuando parten a batalla entonan cantos. Lo cuenta Rachel Jones en un artículo de National Geographic, citando a Torild Skard. Salían, las mino. Gritaban, las mino. "Hombres, que los hombres se queden. Que críen maíz y cultiven palmeras... Vamos a la guerra".
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Los otros... los yoruba, los de pueblos que no tenían minos, temblaban...
No conocemos el origen exacto de las guerreras Dahomey porque ciertas historias se paladean mejor en fábula. Sí conocemos, por contra, el relato de su fin, porque los europeos gustan de inventariar atrocidades...
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Y el relato de su fin arranca en 1890. Al llegar los franceses, claro.
Dijimos... Dahomey no estaba colonizada. Metieron zarpas los british, que iba el rey encantadísimo en hacer negocios, pero reticente para lo de ceder jurisdicción. Vamos, que la vía "pacífica" no tuvo éxito. Y los galos optaron por la otra. Sangre y fuego. Sus armas modernas, sus rifles de largo alcance. Su impiedad. No son hombres a los que matamos, tampoco mujeres. Venimos, solo, a civilizar.
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El rey Béhanzin opone resistencia. Hay una batalla, luego otra, finalmente quedan fuerzas dahomeyanas en la ciudadela de Abomey. El último bastión, postrer relato. Las tropas europeas, comandadas por Alfred-Amédée Dodds, pisotean los palacios de Abomey. Hace apenas dos añitos que empezó el proceso. Una civilización se arrasa, los objetos ceremoniales empacando camino Europa, estructuras derruyen y son sustituidas por administración colonial.
Y las mino... perecen.
Las mino batallan en el puerto de Cotonou, luego en Atchoukpa, defendiendo el palacio más tarde. En cada ocasión cargan contra los galos sin medir consecuencias, sin pensar en nada que no fuese su orgullo y su hogar. En cada lance caen acribilladas por fusiles precisos, por explosiones y bayonetas. En Adegon será la Legión francesa quien diezme a las mino. Cargas de bayoneta, entrenamiento sin piedad.
Todo termina.
Salvo para quienes aun viven. Que cambian de ropa, que se mantienen en secreto. Luchar por Agoli-agbo, el hermano de Béhazin, su sucesor en trono que ya no es. Seguir matando europeos. Cuenta Dipo Faloyin que seducían franceses, que fingían atracción. Que, después, cuando descansaban ahítos en el lecho, los degollaban.
Eso es, sí, lo que cuentan.
El final de las mino fue dramático. No el de caer en combate, que era ventura noble. No, lo de después, lo de después resultó horrendo. Exhibidas como fauna salvaje, curiosidad antropológica. Dicen que algunas estuvieron en el circo de Buffalo Bill, sabemos que las de más allá acudieron a la Exposición de Chicago. En París pusieron bonita atracción, vea usted a las mujeres guerreras en su propio hábitat. Era el jardín zoológico, y estaban exhibidas entre palmeras, fauna exótica, animales salvajes.
Eso hicieron en la civilización con aquellas mino.
Eso es, sí, lo que hicieron.