El Ejército egipcio abre fuego contra los manifestantes
Los militares matan a dos personas en El Cairo, las primeras víctimas desde la caída de Mubarak
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A las tres de la madrugada del sábado, la plácida noche que se vivía en la plaza de Tahrir de El Cairo se convirtió en una auténtica pesadilla que se saldó con dos muertos y decenas de heridos, según diversas fuentes médicas. Son las primeras víctimas mortales desde la caída de Hosni Mubarak.
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Cientos de militares tomaron el centro de la capital con el objetivo de dispersar a los 2.000 manifestantes que, tras la multitudinaria protesta del viernes la más numerosa desde el 11 de febrero habían decidido pasar la noche en la plaza de la Liberación para exigir el enjuiciamiento del dictador y la dimisión de varios integrantes del Gobierno procedentes del régimen anterior.
"Hay intentos de contrarrevolución", advierte el director de Al Ahmram'
Fuerzas especiales del Ejército anunciaron su llegada con ráfagas de disparos al aire que aterrorizaron al vecindario de la zona. En Tahrir, los manifestantes se pusieron en pie y, abrazándose unos a otros, formaron grandes círculos para permanecer unidos y proteger a varios militares que ya por la tarde se habían sumado a las protestas.
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Los agentes atacantes, situados estratégicamente en varios puntos de acceso a la plaza, así como en media docena de calles aledañas, intensificaron los disparos, lanzaron gases lacrimógenos e hicieron uso de porras eléctricas para dispersar a los jóvenes de Tahrir. Varias personas fueron arrestadas.
Una nueva ley penará con la cárcel a huelguistas y manifestantes
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Durante dos horas y media, los disparos con armas de fuego de los militares retumbaron sin tregua en el corazón de la capital egipcia, convertido en escenario de una batalla campal en la que algunos manifestantes se defendieron con piedras.
Las ráfagas incesantes de tiros parecían la traca final de una sesión fuegos artificiales. La plaza quedó vacía en pocos minutos y las fuerzas especiales del Ejército se emplearon a fondo persiguiendo a los jóvenes que huían a la carrera por la calle Talah Abar, una de las arterias principales de la zona.
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"Tantawy, tendrás que responder por esto", gritaban algunos en su huida, haciendo referencia al general al mando del consejo militar.
"Nos han perseguido hasta la plaza de Talah Abar y están rodeándonos de nuevo", informó por teléfono Ahmed al Massry, uno de los jóvenes que se había quedado a hacer noche en Tahrir.
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Decenas de activistas que dormían en sus casas fueron alertados por el ruido de los disparos, encendieron sus ordenadores y, a través de las redes sociales de internet, mostraron su indignación y perplejidad ante el empleo de la fuerza de los militares.
"Esto es semejante a lo ocurrido en los primeros días de la revolución", protestaba un conocido bloguero a través de Twitter. "Han declarado la guerra a Tahrir", contestaba otro.
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Por fin, a las 5:30 de la mañana paró el tiroteo, cuando el sol asomaba ya sus primeros rayos y dejaba ver con claridad una alfombra de casquillos de bala en la plaza Tahrir.
"¿Por qué nos agreden?", gritaban varios jóvenes con la cara ensangrentada. "Me han apaleado como a un animal", aseguró uno de ellos.
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El consejo militar justificó su actuación alegando que los manifestantes eran miembros del partido de Mubarak, una excusa que ha provocado indignación entre los atacados.
Unas 2.000 personas se congregaron en Tahrir para mostrar su rechazo al empleo de la violencia por parte del Ejército. La tensión se palpaba en el ambiente.
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"Estos últimos días los manifestantes fueron críticos con los militares. Su mensaje ha sido: ¡comportaos! Y ante esa crítica ellos responden con la fuerza. Es preocupante, y más teniendo en cuenta que hay ciertos intentos de contrarrevolución", señaló a Público el conocido director de la edición electrónica del diario Al Ahram, Hani Shukralleh, simpatizante de la revolución.
En las últimas semanas se han producido nuevas detenciones arbitrarias y torturas. Además, el primer ministro, Essam Sharaf, ha anunciado una ley, pendiente de aprobación definitiva, que castiga con penas de hasta un año de cárcel a quienes participen en huelgas o manifestaciones.
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Todo ello, unido a un evidente secretismo en la toma de decisiones por parte del consejo militar, ha provocado una profunda decepción en buena parte de los activistas egipcios, que en la tarde del sábado permanecían en Tahrir planeando nuevas acciones.