Claves y consecuencias de la inactividad de Biden ante la cuestión palestina
Transcurridos casi tres meses desde la asunción del poder, Joe Biden solo ha movido ficha con un gesto relacionado con la ayuda económica a los palestinos. Las señales procedentes de Washington no son optimistas y apuntan a un deseo de ignorar el problema, lo que sin duda pronto repercutirá negativamente en Oriente Próximo y Occidente como ha venido ocurriendo en el pasado.
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SEGOVIA,
Un reciente análisis en el portal de noticias americano Politico sostiene que el presidente Joe Biden ha renunciado a resolver el problema derivado de la brutal ocupación militar israelí y no está "interesado" en la consecuente desposesión y humillación de los palestinos, y augura que esta política no urgente y no prioritaria marcará su primer mandato.
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A diferencia de Barack Obama, Biden no ha nombrado a ningún enviado especial para el conflicto, y a diferencia de Bill Clinton, no prepara ninguna variedad de conferencia de paz. Politico cree que el de Biden es un caso parecido al de George Bush hijo, quien inicialmente se resistió a meterse en ese berenjenal aunque más adelante los hechos le mostraron que no podía ignorarlo.
Es cierto que la administración americana ha adoptado algunas medidas para restaurar la ayuda económica a los palestinos cancelada por Donald Trump, pero no ha ido más allá. En consecuencia no sorprende que el presidente Mahmud Abás se negara a descolgar el teléfono cuando el secretario de Estado Antony Blinken le hizo una llamada hace algunas semanas, argumentando que el protocolo exige que le llame el presidente, algo que Biden todavía no ha hecho.
Pero ignorar un problema de tal magnitud no va a ser beneficioso para nadie. La cuestión palestina no puede desaparecer del tablero por arte de magia y una buena prueba es que periódicamente vuelve a estar sobre la mesa y causa problemas que no se circunscriben a la región sino que repercuten en la estabilidad de Occidente, especialmente de Europa.
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La inactividad de Biden es peligrosa por varios motivos, principalmente porque Israel se lo va a tomar como una carta blanca para seguir impulsando la colonización de los territorios palestinos, una práctica que hace tiempo está en manos de extremistas tanto del gobierno de Benjamín Netanyahu como de los propios colonos.
El objetivo de Israel es acabar con la presencia de millones de palestinos en la Cisjordania, lo que de momento no puede hacer de golpe pero nada le impide hacerlo poco a poco, aislando a la población cisjordana en guetos a la espera de que se presente una oportunidad para dar un paso cuantitativo, tan pronto como sea posible y se den las circunstancias favorables.
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Un argumento que han dado en el entorno de Biden es que Washington no puede perseguir un acuerdo de paz cuando ni los palestinos ni los israelíes están listos para conversar con seriedad. Pero este argumento, que es antiguo, es una falacia puesto que los palestinos sí que están listos y los israelíes nunca estarán listos.
Las cuatro claves que explican la inactividad del equipo de Biden son las siguientes:
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1. El permanente proceso electoral israelí que ha llevado de unos comicios a los siguientes en los últimos dos años hace que no haya un interlocutor en Tel Aviv. El problema aquí es que en Israel no ha habido interlocutor ni con elecciones ni sin elecciones, por lo que sería necesario doblegar al estado judío hasta que cumpla la ley internacional con independencia de cuál sea la situación política en el país.
2. La idea del presidente Abás de convocar elecciones legislativas, presidenciales y de la OLP a partir de mayo y hasta verano, es un dislate dada la situación en los territorios palestinos. Las posibilidades de que Hamás se haga con el control de Palestina, como ya ocurrió en los comicios de 2006, son muy elevadas, y no hay que olvidar que tanto EEUU como Europa consideran que Hamás es una organización terrorista. Como en el caso anterior, es probable que nunca se den las circunstancias idóneas para avanzar en la paz, así que lo conveniente es forzar la paz con independencia de cuál sea la situación en los territorios palestinos, o en Israel.
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3. El poderoso lobby judío de Estados Unidos puede frenar cualquier actividad de la administración. El presidente Biden es rehén de ese lobby capaz de movilizar a innumerables e influyentes agentes contra la Casa Blanca, algo que desde luego es lo último que quiere Biden. Sin embargo, el mal que causa la inactividad de Washington es mucho peor que el bien que podría causar su actividad no solo para Oriente Próximo sino para Occidente en general. Como el dinosaurio del cuento, el lobby va a seguir ahí cuando Biden se despierte, por lo que lo más conveniente es hacerle frente cuanto antes.
4. La proverbial pasividad de los mandatarios europeos en todo lo relativo al conflicto israelo-palestino ha resultado desastrosa para Europa y va a seguir siéndolo en el futuro. A casi ocho décadas de la Segunda Guerra Mundial, Alemania sigue siendo prisionera del Holocausto, que tanto daño causó a los judíos y que tanto daño causa a los palestinos desde hace décadas. El caso de Emmanuel Macron es particular: se está metiendo en todos los problemas de la región con excepción de este, que justamente incide en todos los demás y en el terrorismo internacional como ningún otro.
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En este contexto, lo recomendable es que Biden no se demore en afrontar el conflicto puesto que cuánto más espere más complicado será resolverlo. El hecho de que cualquier pretexto y excusa sirva para demorar la solución corre en contra de los intereses occidentales. La determinación necesaria comporta riesgos derivados de la enorme influencia del lobby judío, pero la alternativa de continuar como siempre es ciertamente más arriesgada. La cínica política del avestruz de EEUU y Europa, de palabras y no de hechos, se volverá contra ellos como ha venido ocurriendo consistentemente desde hace décadas, sin contar con la injusticia atroz bajo la que viven millones de palestinos.