Economía América Latina tiembla de nuevo ante la grieta económica de Argentina
Los países vecinos recuerdan las repercusiones de la gran crisis de 2001 y 2002, la época del 'corralito', y se preparan como pueden para amortiguar el impacto.
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RÍO DE JANEIRO,
A Mauricio Macri, presidente de la República Argentina, se le fue complicando la legislatura mes a mes. Primero fue la inflación. No iba a suponerle ningún problema, decía. Durante la campaña electoral lo definía como “la demostración de tu incapacidad para gobernar”. No ha encontrado la fórmula para contenerla. Luego colocó al país de nuevo en manos del Fondo Monetario Internacional (FMI), que exige ajustes presupuestarios como contraprestación. La negociación no le podía traer peores recuerdos a la población. Para cuando el peso argentino se vino abajo, los países vecinos ya estaban reuniendo de urgencia a sus mayores expertos económicos.
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Los tiempos han cambiado, la tendencia de crecimiento o decrecimiento de la región carece de radicales sobresaltos, pero aún así América Latina tiembla de nuevo ante la grieta que se puede avecinar. Se teme la suspensión de pagos. Al otro lado del Río de La Plata, Uruguay observa atento y tenso. Al igual que en Argentina –y también en Bolivia–, octubre llegará con elecciones presidenciales. A finales de 2001, durante el corralito argentino impuesto bajo el gobierno de Fernando de la Rúa, decenas de miles de argentinos con cuentas bancarias en entidades uruguayas cruzaron al frontera para hacer lo que no podían hacer en sus bancos: disponer libremente de su dinero.
Se estima que el 40% de los depósitos bancarios de la época en Uruguay pertenecían a ciudadanos argentinos. Actualmente la cifra está en torno al 10%. Las entidades bancarias uruguayas se han cuidado de limitar el acceso a estas opciones para todos aquellos argentinos que no tuvieran razones familiares o laborales de peso.
Público ha conversado con Gerardo García Pintos, presidente de la Confederación de Cámaras Empresariales de Uruguay. “Argentina se abarata enormemente, así que estamos con problemas”, reconoce, resumiendo el nerviosismo en dos ejemplos concretos. El primero es la frontera: “Ir a comprar a la Argentina le está pegando en la línea baja al comercio uruguayo de frontera”. El segundo factor es el riesgo de colapso del sector turístico: “Ahora somos menos dependientes en el comercio de bienes con Argentina, pero el turismo del Uruguay depende en un alto porcentaje de los argentinos”, admite García Pintos. “Son dueños de más de medio Punta del Este”.
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Otro de los grandes socios argentinos es Brasil, que también guarda malos recuerdos. El corralito coincidió con la crisis energética brasileña, que incluyó racionamiento de energía. Brasil era “una economía sin seguros exteriores suficientes”, explica para Público Livio Ribeiro, investigador sénior del área de economía aplicada de la Fundação Getúlio Vargas. “Brasil era deudora líquida en dólares. Hoy la posición es la contraria, es acreedora”.
Sin embargo, las repercusiones sobre la región, de forma general, son “inevitables”, afirma. En su opinión, podría haber “contagio” financiero, y también “contagio real”, ya que Mercosur posee “cadenas de producción muy interligadas, cadenas de uso de insumos, bidireccionales. Esta crisis desorganiza toda la cadena”. Los principales sectores de la economía brasileña afectados, tanto ahora como en la crisis de 2001-2002, son los de automoción, bebidas, vestuario y muebles –Rio Grande do Sul, frontera con Argentina y Uruguay, es el estado con mayor producción del país (18%), responsable del 31% de las exportaciones–.
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Las reservas internacionales de cada país
Una de las claves del aguante que puedan tener los países latinoamericanos ante la crisis económica de un aliado tan importante como Argentina la explican para este periódico Giorgio Rossi y Tomaz Santos Leal, coordinador del área internacional y analista de estudios económicos de la Federación de Industrias de Río de Janeiro (FIRJAN), respectivamente. Sitúan a Brasil como el país menos vulnerable de la región, y ensalzan para ello uno de los principales datos: “Reservas cambiarias de cuatrocientos mil millones de dólares”. Esta cifra –que según el Banco Central de Brasil alcanza exactamente los 386.000 millones de dólares– se convirtió en “prioridad política económica entre 2000 y 2010, sobre todo con el presidente Lula. Desde la FIRJAN recuerdan cómo “su equipo económico trató ese asunto con preferencia, para no estar expuestos a las fluctuaciones cambiarias”.
El 'corralito' coincidió con la crisis energética brasileña, que incluyó racionamiento de energía
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Las reservas apaciguan las reacciones de los mercados en tramos muy cuesta arriba. En el caso de Brasil, este nivel de reservas, con un Productor Interior Bruto de 1,8 billones de dólares, significa un 20% del PIB. Repasando el nivel de reservas del resto de vecinos, las de Uruguay actualmente están situadas en 14.350 millones de dólares –el saldo en junio de 2002 era de 1.099–, un 24% en relación con el PIB. Chile cuenta con unas reservas internacionales de 39.525 millones de dólares, 13,3% en relación a su PIB. Paraguay ronda los 8.000, suponiendo estas reservas un 19,5% en relación al PIB, una situación muy similar a la de Bolivia.
Paraguay, además, recibe ayuda desde 2017 del Banco Mundial para gestionar y aumentar este nivel de reservas de la manera más eficiente posible, a través del Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (BIRF). Esta institución ha desarrollado programas de apoyo de parecidas características en otros países de la región.
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Precisamente fueron Paraguay y Uruguay los últimos países en unirse al Fondo Latinoamericano de Reservas (FLAR), formado también por Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú, Venezuela y Costa Rica. Una herramienta que tiene como objetivos “acudir en apoyo de las balanzas de pagos de los países miembros, otorgando créditos o garantizando préstamos de terceros; mejorar las condiciones de inversión de las reservas internacionales efectuadas por los países miembros, y contribuir a la armonización de las políticas cambiarias, monetarias y financieras de los países miembros”.
Por su lado, las reservas del Banco Central de la República Argentina (50.000 millones actualmente) se cimentan en préstamos, y significan 9% del total del PIB. No toda la cuantía está disponible, además –las reservas netas son un 20%–. En esa hucha de las reservas es donde va inyectando partidas, por ejemplo, el Fondo Monetario Internacional, que solo permite que se utilicen para que Argentina pague deudas, y los intereses generados por dichas deudas.
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A la espera de la primera vuelta de las elecciones presidenciales, el próximo 27 de octubre, el debate político de las últimas semanas en Argentina se ha centrado en la emergencia alimentaria, compañera de viaje inseparable, y agravada durante esta legislatura debido al aumento de los precios. La Cámara de Diputados ha aprobado un proyecto –el Senado tendrá que ratificarlo– que propone un aumento del 50% de las partidas presupuestarias para programas de asistencia alimentaria. Se oficializa, de este modo, una prórroga hasta el 31 de diciembre del año 2022 de la Emergencia Alimentaria Nacional instaurada por decreto en 2002. Imposible que América Latina no eche la vista atrás.