El duelo de misiles acelera un peligroso pulso entre Rusia y Ucrania ante la llegada de Trump al poder
El misil "secreto" lanzado por Moscú contra Ucrania desafía los ataques de Kiev sobre suelo ruso y advierte a EEUU de que la siguiente fase de la guerra podría ser nuclear.
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Rusia le está diciendo a Ucrania que podrá golpearla donde quiera y con todo tipo de armamento, incluido el atómico, si Kiev con sus misiles de largo alcance estadounidenses y británicos sigue atacando el territorio de la Federación Rusa. Aunque el intercambio de misiles de esta semana es, por ahora, muy calculado por ambas partes, la guerra entra en una fase en la que todo es posible. Los próximos dos meses, hasta que la Casa Blanca cambie de huésped, son cruciales.
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El misil de rango intermedio Oreshnik ("Avellano", en ruso), un modelo experimental de última generación capaz de burlar cualquier escudo antimisiles, junto con otro hipersónico KH-47M2 Kinzhal y un misil de crucero Kh-101 evadieron este jueves las baterías antiaéreas ucranianas e impactaron en una zona industrial de la ciudad de Dnipro, en Ucrania central. Otros seis misiles de crucero sí fueron derribados por las defensas ucranianas.
En los casi dos meses que restan hasta la jura de Trump, el mayor riesgo para que el conflicto se desborde no está en las acciones inmediatas de Rusia y Ucrania, sino de Estados Unidos, cuyo presidente, Joe Biden, está decidido a cambiar en ese tiempo lo que no ha hecho en 33 meses de guerra. El problema es que el Kremlin podría aceptar el envite y subir la apuesta.
Ha sido Biden quien ha cruzado la última línea roja en el apoyo militar a Kiev, al permitir este lunes el uso de misiles de largo alcance estadounidenses contra suelo ruso, y quien está dispuesto a dejar una política exterior lo más emponzoñada posible a su sucesor, Donald Trump.
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La llegada de Trump al poder en Washington es esperada con expectación por el Kremlin, que confía en moderar la confrontación que ha mantenido con el presidente saliente y concluir la guerra con una victoria rusa que consolide sus ganancias territoriales. El presidente ruso, Vladímir Putin, ha indicado que podría negociar una paz si se respetan las conquistas rusas y Ucrania desecha su aspiración a convertirse en miembro de la OTAN, algo inaceptable para Kiev, pero que Trump no ve tan disparatado.
Esas conquistas equivalen a casi una quinta parte de Ucrania, incluida la península de Crimea, anexionada en 2014. Una región que hasta el propio presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, dio esta semana por perdida por ahora y cuya devolución, reconoció, debería negociarse posteriormente.
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El punto de inflexión, el 20 de enero
Kiev mira la fecha del 20 de enero, cuando Trump asumirá su cargo, con mucha inquietud, dadas las conexiones del nuevo presidente estadounidense con Moscú y teniendo en cuenta su peligrosa imprevisibilidad en política exterior, además de sus pocas simpatías a la geopolítica europea. Zelenski no espera demasiadas concesiones del próximo mandatario de Estados Unidos.
De momento, Trump ya tiene un hándicap antes incluso de entrar en la Casa Blanca, ante la escalada que está mostrando esta guerra, que él prometió finiquitar en 24 horas, y con un creciente riesgo de que el conflicto se desborde de las fronteras ucranianas.
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Primero fue la llegada de tropas norcoreanas, cerca de 11.000 soldados alistados para luchar a las órdenes de Moscú, según los cálculos de Kiev y Seúl, que han sido desplegados cerca de la frontera de Ucrania y en la región rusa de Kursk, para combatir a los efectivos ucranianos allí desplegados.
A continuación, llegó la autorización de Biden para atacar con misiles estadounidenses de largo alcance el territorio ruso. Este permiso concedido por Biden a Zelenski para que su Ejército ataque con ATACMS estadounidenses blancos en la Federación Rusa y el primer lanzamiento de estos misiles el martes y de cohetes similares británicos, los Storm Shadow, el jueves fue contestado este mismo día por Putin.
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Con el disparo de ese misil hipersónico Oreshnik, el líder ruso aceptó el desafío y reveló que el arsenal ruso de armas ultramodernas tiene aún muchas sorpresas y que, en casi tres años de guerra, la industria militar rusa no solo no ha declinado, como esperaban EE.UU. y sus aliados, sino que ha prosperado.
Duelo de misiles atemperado
De momento, el toma y daca entre rusos y ucranianos está siendo comedido: ni los misiles ATACMS estadounidenses ni los Storm Shadow británicos ni los cohetes disparados por las lanzaderas HIMARS, ni siquiera el Oreshnik ruso lanzado desde una base de cohetes en Astracán, Rusia, causaron daños de consideración.
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Pero las cosas podrían ser muy distintas si se eligen los blancos apropiados tanto por uno como por otro contendiente. O si la próxima vez que dispare un arma de ese tipo avanzado e indetectable prácticamente, el Kremlin no advierta del lanzamiento a EEUU (y por tanto a Ucrania) con media hora de antelación, como hizo esta vez. O si en lugar de dejarlo sin carga, como en esta ocasión, le dote de una cabeza nuclear.
Los ucranianos están dejando claro que la guerra ha entrado en una nueva fase para anticiparse a la debacle que puede suponer el mandato de Trump y los rusos aceptan esa nueva situación, pero poniendo en marcha ese tipo de armamento hipersónico y habilitado para portar ojivas nucleares a 3.000 kilómetros de distancia, que también es un aviso para los amigos occidentales de Kiev.
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Esta nueva fase de la guerra tendrá dos escenarios: en la línea del frente, con participación directa extranjera, en el caso ruso las tropas norcoreanas, y en el ucraniano con asesores occidentales para manejar los nuevos misiles. El segundo escenario será aeroespacial, con armas rusas (como el Oreshnik) que pueden atacar cualquier punto del planeta y, por supuesto, toda Ucrania.
El fantasma de la guerra nuclear
La nueva escalada bélica ha desatado en Occidente una oleada de miedo ante la posibilidad de un conflicto nuclear internacional. El peligro, sin embargo, no es ese. El Kremlin está lanzando un mensaje de disuasión hacia EEUU y Europa, pero la amenaza real es contra Ucrania.
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El misil balístico lanzado el jueves, el Oreshnik, un arma hipersónica de última generación y alcance medio, tiene un rango de entre 1.000 y 3.000 kilómetros, un MRBM. Sin ser un misil intercontinental, como acusó inmediatamente Zelenski en una de sus habituales maniobras de despiste para provocar una inmediata reacción occidental que nunca llega, el Oreshnik sí se acerca al potencial de ese tipo de misiles y también puede portar ojivas nucleares.
El aviso del Kremlin era claro: el próximo misil podrá ser un ICBM (acróstico de los misiles balísticos intercontinentales, con un rango de hasta 5.500 kilómetros), también indetectable y, si es preciso, con armamento nuclear incorporado.
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Para ello, el martes, justo cuando se cumplieron mil días de guerra y Biden levantó la veda de los misiles de largo alcance contra suelo ruso, Putin firmó la renovación de la doctrina nuclear rusa, que ahora permite responder con un ataque atómico a una agresión con armas convencionales.
Si Moscú utiliza armas atómicas no será contra la OTAN para desencadenar la destrucción mutua asegurada, sino contra alguna agrupación militar, base o ciudad ucraniana. En tal caso, la reacción occidental, en medio del cambio de dirección en EEUU, podría quedar en suspenso. Una gran tentación para sentenciar la guerra de Ucrania.
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El "conflicto global"
Al confirmar el supermisil utilizado, Putin subrayó en una alocución televisada y no anunciada (para dar más fuerza al mensaje) que se había entrado ya en lo que denominó un "conflicto global".
Con ese lanzamiento, dijo Putin, Rusia estaba dando una respuesta "simétrica" a la ofensiva de Kiev. Y se reservó el derecho de Moscú a atacar objetivos militares en países que entreguen a Ucrania armas que puedan ser usadas para bombardear suelo ruso.
El líder norcoreano, Kim Jong-un, aliado bélico de Putin, fue más siniestro en sus vaticinios. Kim acusó este viernes a Estados Unidos de provocar a Corea del Norte "hasta el extremo" y advirtió del serio peligro de una "destructiva guerra nuclear".
A cambio de esos miles de hombres y de muchas decenas de miles más que podrían ser movilizados hacia la frontera ucraniana, el régimen de Pyongyang podría recibir sistemas de defensa antiaérea rusos de última generación y tecnología misilística que variarían el precario equilibrio de fuerzas que hay en la península de Corea. Y Corea del Norte dispone también de armas nucleares, a diferencia del Sur.
El riesgo de que Putin responda a Biden
Según explicó en X la experta Tatiana Stanovaya, fundadora de R.Politik, Putin podría verse tentado a llevar las cosas al límite en estos dos meses, superando a Biden a la hora de asumir riesgos, incluso en el ámbito nuclear contra Ucrania. "Al no estar Trump aún en el cargo, esa acción no interferiría con ninguna iniciativa de paz inmediata. Al contrario, reforzaría el argumento de Trump a favor de abrir el diálogo directo con Putin", dijo Stanovaya.
También en X, el exdiplomático ruso Nikolái Sókov, experto en negociaciones de control de armas del Centro de Desarme y No Proliferación de Viena, puso la responsabilidad en la Casa Blanca.
"Biden ha mostrado repentinamente un gran apetito por asumir riesgos después de dos años y medio de ser reacio al riesgo", explicó. Sókov manifestó su temor de que, ante semejante presión, y a fin de tomar posiciones ante la llegada de Trump al poder, "Putin pueda sentirse obligado a reaccionar".
De momento, los pasos de Moscú apuntan a que la disuasión nuclear evite esa confrontación nuclear. No la necesita. Rusia está imponiéndose en el campo de batalla y no parece que los misiles de largo alcance occidentales vayan a tener un peso significativo en la guerra.
El problema es que la imprevisibilidad que se le atribuye a Trump se convierta en la estrategia de Biden en sus últimos días en el poder. Y esa sí es una situación muy peligrosa, sobre todo si Rusia opta por responder con un puñetazo sobre el tablero ucraniano.