"Es un disparate oficial": Egipto arresta a más de 2.000 personas en una semana y se prepara para nuevas movilizaciones
La cifra de detenidos desde las inusuales protestas que vivió el país el fin de semana pasado es la más alta que se ha registrado desde la subida formal de Al Sisi al poder.
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EL CAIRO,
Superando con creces incluso sus descomunales estándares de represión, las autoridades de Egipto han arrestado a más de 2.000 personas desde las pacíficas protestas que tuvieron lugar en varias ciudades del país el fin de semana pasado contra el presidente Abdel Fatah Al Sisi, lo que supone una ola de detenciones inédita bajo el mandato del ex mariscal.
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“Se trata de la mayor ola de arrestos en relación a un único incidente desde que el presidente Al Sisi se hizo formalmente con el poder, por lo que bien podríamos estar presenciando la mayor campaña de represión desde entonces,” señala a Público Hussein Baoumi, investigador para el Norte de África de Amnistía Internacional.
La campaña de detenciones, que sigue en marcha, se está produciendo en medio de la incertidumbre sobre el futuro inmediato de las movilizaciones, que se han convertido en un nuevo desafío para un régimen egipcio que no veía nada similar desde 2016, cuando se registró el que hasta ahora era el número de detenciones más elevado tras una protesta.
Las más de 2.000 detenciones documentadas, entre las que figuran más de 900 personas que aún permanecen desaparecidas, han afectado principalmente a jóvenes de entre 18 y 30 años, aunque cerca de un centenar de menores de edad se encuentran también entre los arrestados. Los detenidos han sido trasladados a campamentos de las fuerzas centrales de seguridad, preparados para retener a una gran cantidad de personas.
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“Todos los que han sido detenidos o están siendo investigados son acusados de participar en un grupo terrorista [en referencia velada a los Hermanos Musulmanes], publicar noticias falsas y manifestarse ilegalmente,” apunta a este medio Malek Adly, un abogado del Centro Egipcio para los Derechos Económicos y Sociales (ECESR), una de las organizaciones que está elaborando un recuento de los detenidos desde la semana pasada. “Es un disparate oficial”, se lamenta. La Fiscalía General egipcia, a su turno, confirmó la noche del jueves haber interrogado a más de 1.000 personas.
Entre los que se han visto sorprendidos por los arrestos se cuentan abogados, políticos, académicos y periodistas sin relación con las protestas. Una de ellas ha sido la prominente abogada y activista por los derechos humanos Mahienour El Masry, que fue arrestada el pasado domingo al salir de la oficina de la Fiscalía en la que había estado representando a algunos de los arrestados. Al menos otros cinco abogados que llevaban igualmente la defensa de personas detenidas han corrido la misma suerte. Como también lo han hecho como mínimo seis miembros de partidos que integran el Movimiento Civil Democrático, un paraguas de formaciones opositoras. O dos destacados profesores de la Universidad de El Cairo críticos con el régimen, y por lo menos seis periodistas.
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“Esta es la reacción del régimen ante el choque que les ha supuesto que, por primera vez en años, la gente haya estado protestando"
“Todos estamos preocupados con lo que está ocurriendo,” señala a Público Mohamed Anwar El Sadat, sobrino del ex presidente egipcio Sadat y actual líder del opositor Partido de la Reforma y el Desarrollo. “Esta es la reacción del régimen ante el choque que les ha supuesto que, por primera vez en años, la gente haya estado protestando”, considera.
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“Es la lógica de un régimen que, en tiempos de tensión, quiere tanto aplastar a aquellos que disienten como enfriar una futura oposición,” interpreta a este medio Michael Hanna, investigador en la Fundación Century.
Mientras la represión se recrudecía, los medios de comunicación afines al régimen se han esforzado por transmitir una situación de aparente normalidad, disputando la importancia e impacto de las protestas al mismo tiempo que las atribuían a sectores islamistas e instigadores llegados desde fuera del país. Al menos seis extranjeros, entre ellos un holandés, han sido arrestados hasta el momento, aunque se teme que la cifra podría ser superior, según ha notado a Público Amr Magdi, investigador de Human Rights Watch.
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“Cuando [el régimen] se enfrenta a este tipo de protestas asume que son parte de algún complot más amplio, que hay algún tipo de instigación, sea islamista o exterior,” sugiere Hanna, de la fundación Century, que añade: “existe una paranoia real acerca de lo que sucede, y no entienden de lo que se trata. No se esperaban ver estas protestas.”
Futuro incierto
Ahora, toda la atención está centrada en lo que pueda suceder la noche del viernes, dado que se han repetido las llamadas a movilizarse a pesar de la ferocidad exhibida por el régimen. En un intento de disuadirlas, se han extremado las medidas de seguridad en los puntos más calientes del país, como la célebre plaza Tahrir de El Cairo, epicentro de la Revolución popular que en 2011 derrocó al dictador Hosni Mubarak. Desde el pasado fin de semana, la plaza y sus aledaños han presenciado un fuerte despliegue policial, con algunos oficiales fuertemente armados y numerosos agentes de paisano que controlan el acceso a la zona y realizan registros aleatorios a viandantes, especialmente jóvenes. Para contrarrestar posibles protestas opositoras, medios locales han informado que afines a Al Sisi estarían tratando de organizarse también para celebrar marchas a favor del ex mariscal, un escenario que algunos temen que pueda desembocar en violencia.
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“Estamos preocupados porque figuras del otro bando, favorables al gobierno, están dando órdenes a personas del campo favorable a Al Sisi para que se manifiesten en apoyo al régimen,” apunta a Público un líder del Movimiento Civil Democrático que prefiere restar en el anonimato debido a la sensibilidad de la cuestión. "La situación es muy complicada, y nadie puede acabar de decir qué es lo que está ocurriendo”, continúa.
Paralelamente, el país ha registrado en la última semana perturbaciones en el acceso a redes sociales como Twitter y aplicaciones de mensajería como WhatsApp y Facebook Messenger, de acuerdo con el observatorio de Internet NetBlocks y organizaciones en defensa de los derechos humanos.
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El papel de España
Por su parte, Al Sisi, que tomó el poder de facto tras ejecutar un golpe de Estado en 2013, se encontraba el pasado viernes viajando a Nueva York para asistir a la Asamblea General de las Naciones Unidas. Una oportunidad que el rais ha aprovechado para darse un baño de legitimidad y apoyo internacional, encontrándose y fotografiándose con líderes mundiales como Donald Trump, Emmanuel Macron y Angela Merkel.
Su encuentro más enigmático, sin embargo, fue el que mantuvo con el presidente del gobierno español, Pedro Sánchez. Según medios egipcios, ambos acordaron estrechar su colaboración en materia antiterrorista, mientras que, de acuerdo con lo publicado en el perfil de Sánchez en Twitter, ambos conversaron sobre cuestiones regionales.
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Ninguna de las dos partes aclaró, aun así, si trataron el caso de Mohamed Ali, el empresario egipcio que trabajó durante 15 años con el Ejército del país árabe y que ahora, desde su exilio en España, ha denunciado el supuesto despilfarro de fondos públicos del rais y la cúpula castrense de Egipto, a la par que ha llamado a movilizarse en su contra. Unas denuncias y llamamientos que muchos consideran que ayudaron a alentar las protestas de la semana pasada en el país. Y que ahora, con Al Sisi de regreso, han vuelto a repetirse.