la habana (CUBA)
Con la impresión de que se coincidía en los problemas que aquejan a la región, pero que no existe un bloque lo suficientemente fuerte ni consolidado para liderar las soluciones, la XXVI Cumbre Iberoamericana puso de manifiesto lo lejos que está Iberoamérica de una mayor integración. El encuentro sirvió para evidenciar la pérdida de influencia de los países del llamado Socialismo del S.XXI y también para demostrar que tampoco se puede hablar del resurgimiento de un bloque conservador.
Los presidentes coincidieron en señalar la migración y el auge del autoritarismo como los principales males que amenazan la estabilidad de esta parte del mundo. Eso sí, pocos se atrevieron a poner nombres y apellidos a los autoritarios y no quedaba claro si se referían a los gobiernos de Venezuela y Nicaragua o a Trump y Bolsonaro, o a todos ellos.
Uno de los pocos que se atrevió a expresarse con contundencia fue el presidente de Costa Rica, Carlos Alvarado, que solicitó una mediación internacional para solucionar la situación en Nicaragua, después de que el gobierno reprimiera duramente las protestas que tuvieron lugar la pasada primavera. Costa Rica es el país más afectado por la crisis en la nación centroamericana, con un éxodo masivo de nicaragüenses a ese país.
La asistencia del presidente nicaragüense, Daniel Ortega, era uno de los alicientes de esta Cumbre Iberoamericana. Y, como si fuera consciente de ello, no defraudó a la hora de generar misterio y expectativas. El Ministerio de Relaciones de Guatemala ya había comunicado su presencia cuando la pospuso un día incrementando la intriga. Finalmente, la mañana del viernes confirmó su ausencia que fue suplida por el ministro de Relaciones Exteriores.
Las deserciones de los presidentes de Venezuela y Cuba ya eran más esperadas por el aislamiento internacional de Nicolás Maduro en los últimos tiempos, y por la tradición de Cuba de no enviar a su jefe de estado a estos eventos.
El único representante de máximo nivel de los países del llamado Socialismo del S.XXI, integrados en la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), fue el presidente boliviano, Evo Morales. El mandatario andino hizo una contundente defensa del multilateralismo–en la línea de lo expresado en la cumbre—y alertó sobre los efectos actuales del Cambio Climático. Morales habló de "desplazados climáticos" e instó a los países encontrar soluciones conjuntas ante este tipo de "desafíos globales". Con esto, el presidente boliviano ha evitado usar su intervención para defender a sus aliados de Nicaragua y Venezuela de las críticas de la comunidad internacional.
En todo momento la cumbre ha tenido un marcado acento centroamericano por la falta de figuras de peso de los grandes países de Latinoamérica. Solo el presidente de México, Enrique Peña Nieto, y el de Brasil, Michel Temer, que ambos serán sustituidos en las próximas semanas, acudieron al encuentro. Ni Argentina, Colombia, ni Chile consideraron enviar a sus presidentes, lo que puede significar la falta de una estrategia común, más allá de la coincidencia ideológica de estos gobiernos.
Este carácter centroamericano se vio muy reflejado en la importancia que obtuvo la migración en los debates. Muy afectados por este fenómeno, prácticamente todos los presidentes centroamericanos acudieron a la cumbre y usaron su turno de palabra para hablar de ello.
Hubo coincidencia en la necesidad de atajar las causas de los problemas que provocan la salida de miles de centroamericanos y en impulsar una migración ordenada y segura, pero nuevamente se hizo evidente la falta de una visión global. No todos se refirieron directamente a la caravana de migrantes que se dirige a Estados Unidosy en muchos casos solo servía para ilustrar el problema y no para plantear una solución concreta al respecto.
Cada país quiso resaltar sus matices en esta cuestión, alguno de los cuales muy reveladores. México defendió que los migrantes tenían una serie de derechos como la necesidad de ser tratados con dignidad y de acuerdo con los Derechos Humanos, pero a su vez subrayó que también tienen obligaciones. Peña Nieto destacó que es deber del migrante "acatar las leyes" y mantener el orden público en los países de acogida, en lo que puede interpretarse como un lamento a los problemas surgidos con el paso de la caravana por este país.
También fueron destacables las palabras del presidente de Honduras –de donde proceden la mayoría de los integrantes de la caravana, Juan Orlando Hernández, que denunció la agitación xenófoba en algunos países que recorren sus compatriotas, y el uso político de ese miedo. El hondureño hizo una petición a Trump, que hizo prever tensiones en la frontera americana las próximas semanas: “Que cuando deba guardar el orden público con los migrantes lo haga de conformidad con el derecho internacional y velando por los derechos humanos”.
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