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Corea del Norte reclama su estatus de potencia nuclear con una nueva prueba atómica

Las dos Coreas protagonizan una inquietante escalada de tensión marcada por los múltiples ensayos de misiles intercontinentales norcoreanos y la inminencia de un ensayo nuclear militar por el régimen de Pyongyang.

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Kim Jong-Un, el líder de Corea del Norte, pasea junto a su hija delante de un misil balístico intercontinental el pasado 19 de noviembre. — REUTERS

madrid, Actualizado:

Los servicios de inteligencia de Estados Unidos, Corea del Sur y Japón saben que solo es cuestión de tiempo: Corea del Norte estaría a punto de realizar su séptima prueba nuclear de carácter militar.

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Podría ser incluso ya cuestión de semanas. La preocupación se centra en los avances tecnológicos que está logrando el régimen norcoreano en tecnología atómica militar, paralelamente a sus acelerados ensayos de misiles de los últimos meses, sin precedentes en la historia de Corea del Norte. Algunos de los misiles balísticos testeados pueden alcanzar la costa oeste de Estados Unidos y
cualquier lugar de la región de Asia-Pacífico armados con ojivas nucleares.

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Corea del Norte realizó su primera prueba nuclear militar en 2006 y la última hace cinco años. Los últimos ensayos estadounidenses de este tipo de armamento se remontan a tres décadas atrás. Los avances norcoreanos en materia de fisión nuclear han sido sorprendentes en apenas tres lustros. Las dudas se plantean sobre su capacidad tecnológica real para incorporar cargas nucleares a esos misiles. Tal habilidad daría a Corea del Norte el estatus de potencia nuclear, con capacidad para utilizar militarmente ese poderío.

Corea del Sur y Japón niegan a Corea del Norte su estatus

Tanto Corea del Sur como Japón, los dos vecinos más hostiles hacia el régimen norcoreano, han rechazado la posibilidad de reconocer a Corea del Norte como un "Estado nuclear", una reivindicación reiterada por el líder norcoreano, Kim Jong-un, y respaldada con esas seis pruebas atómicas militares y una nueva legislación que redefine la estrategia de seguridad de Pyongyang acercándole a potencias atómicas de tamaño medio, como Pakistán.

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Los pasos nucleares preocupan a sus vecinos y también a Estados Unidos, que vio fracasar el acercamiento al Norte que trató de abanderar su anterior presidente, Donald Trump. Este mandatario trató de negociar con Kim Jong-un la desnuclearización de la península coreana en la cumbre de Singapur de 2018. Era la primera vez que se reunían mandatarios de ambos países desde que se creó el estado norcoreano, en octubre de 1945.

A esa cumbre le sucedió otra en 2019 entre ambos líderes en la Zona  Desmilitarizada que separa ambas Coreas. Pero estaba claro que Kim Jong-un no quería seguir adelante con un compromiso que no estaba dispuesto a cumplir. Con armas nucleares Corea del Norte es temida en Asia. O al menos eso es lo que piensa la cúpula de poder norcoreana.

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Al fracaso de los contactos entre Trump y Kim, y con la llegada a la Casa Blanca de Joe Biden, siguió un empeoramiento de las relaciones, ya sin medias tintas, entre Washington y Pyoangyang. Volvían la guerra fría, las amenazas y la hostilidad abierta. Este año 2022 se caracterizó por ese incremento desusado de las pruebas de misiles, alguno de los cuales cruzó el territorio japonés en un inusitado desafío.

También se convirtió en algo corriente el ensayo de ICBM, los misiles
balísticos intercontinentales. Los expertos consideran que Corea del Norte podría haber producido ya suficiente material fisible para armar entre 45 y 55 cabezas nucleares. Las pruebas recientes de esos misiles apuntan a que ya podría disponer de la forma de transportar esas ojivas atómicas.

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Corea del Norte sólo quiere negociar con Estados Unidos

El pasado 18 de noviembre, el ejército norcoreano probó con aparente éxito un misil intercontinental de la clase Hwasong 17, con un alcance hipotético de 15.000 kilómetros. Este tipo de cohete balístico puede portar cabezas nucleares y, potencialmente, podría alcanzar la costa oeste de Estados Unidos. Este ICBM cayó dentro de la Zona Económica Exclusiva de Japón, marcando de nuevo cuál sería la diana en caso de guerra.

Un ataque a Corea del Sur desencadenaría una guerra total entre las dos Coreas, pero un golpe certero en Japón podría llevar a negociaciones urgentes directas entre Pyongyang y Washington para impedir un escenario apocalíptico. Corea del Norte sigue considerando a Estados Unidos el único interlocutor válido para cualquier negociación, mientras que ve a Corea del Sur y Japón como meros lacayos de Washington.

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El primer ministro de Japón, Fumio Kishida, denunció este ensayo y las decenas de otros misiles balísticos y de crucero que ha realizado Corea del Norte en 2022. Kishida alertó de la "altísima periodicidad y sin precedentes" de estas pruebas.

El presidente de Corea del Sur, Yoon Suk-yeol, llamó a la comunidad  internacional a imponer sanciones contundentes a Corea del Norte. Sin embargo, la reunión de urgencia celebrada por el Consejo de Seguridad de Nacionales Unidas esta semana para garantizar esas sanciones quedó en agua de borrajas después de que Rusia y China, los aliados tradicionales de Pyongyang, se negaran a condenar al régimen de Kim Jong-un.

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China y Rusia cierran filas con Corea del Norte

El lunes, poco antes de que se reuniera el Consejo de Seguridad, la  representación estadounidense pasó a los miembros de esta institución una declaración presidencial que condenaba las pruebas de misiles e instaba a Corea del Norte a cumplir con las sanciones de la ONU que pesan sobre ese país y que le prohíben realizar ensayos nucleares y de misiles balísticos. Sin embargo, China y Rusia vetaron ese documento.

La embajadora rusa ante la ONU, Anna Evstigneeva, explicó que la actitud desafiante de Corea del Norte respondía a las presiones de Estados Unidos "para forzar a Pyongyang a un desarme unilateral". 

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Según Evstigneeva, un ejemplo de tales presiones eran las recientes maniobras conjuntas entre navíos y aviones de Estados Unidos y Corea del Sur cuyo ejercicio principal era un hipotético ataque sobre los sistemas de defensa y las plataformas de misiles norcoreanos.

La diplomática rusa llamó al "diálogo intercoreano" y a unas "negociaciones multilaterales". Por su parte, el embajador chino ante Naciones Unidas, Zhang Jun, instó a la ONU a reunirse con Corea del Norte "antes de que la situación quede fuera de control".

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Como respuesta a chinos y rusos, la embajadora estadounidense ante
Naciones Unidas, Linda Thomas-Greenfield, afirmó que su país está
preparado para reunirse con los coreanos "sin condiciones previas" y pidió a Corea del Norte que desarrolle "una diplomacia seria y continuada".

Tras esta fallida reunión del Consejo de Seguridad de la ONU, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, manifestó el compromiso de su país en la defensa de sus dos mayores aliados en Extremo Oriente, es decir, Corea del Sur y Japón, con el uso de armas nucleares, si así fuera preciso.

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Con ocasión del ensayo del Hwasong 17, Kim Jong-un ya había afirmado que su país respondería "a los misiles nucleares (enemigos) con armas nucleares y con un órdago total a una confrontación total". Las espadas están en alto en la península coreana.

Lo cierto es que las maniobras militares de Estados Unidos y sus aliados llevan semanas solapándose con los ensayos de los misiles Corea del Norte reclama su estatus nuclear con una avanzada estrategia.

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Corea del Norte reclama su entrada en el club nuclear

Ya en septiembre pasado, Kim Jong-un anunció que su país se había convertido en un Estado nuclear "de forma irreversible" y dio el espaldarazo a una nueva legislación destinada a definir la doctrina nuclear norcoreana. Este documento de once artículos establece la estrategia de armas atómicas para Corea del Norte y apunta los parámetros según los cuales el régimen norcoreano podría hacer uso de este tipo de armamento.

Como novedad, el decreto de septiembre incorpora unos artículos sobre el "comando y control de las fuerzas nucleares norcoreanas". Esta sección reconoce que Corea del Norte podría disparar armas nucleares "de forma inmediata y automática", según "una planificación ya adoptada". Se pondría en marcha tal respuesta, añade el decreto, "si el mando nuclear y el sistema de control (militar) fueran amenazados por el ataque de fuerzas enemigas".

Y he aquí la novedad: los mariscales de campo norcoreano podrían ordenar ellos mismos el lanzamiento predeterminado de armas nucleares, incluso antes de que el enemigo realice un previo ataque nuclear o de tipo convencional. Esta descentralización dotaría al ejército norcoreano de una potente estrategia nuclear propia, precisamente la que tienen de facto los estados con estatus de
potencia nuclear.

El Pentágono y sus aliados en Tokio y Seúl consideran esta normativa con mucha preocupación. De hecho incrementa de forma realista la credibilidad de que Corea del Norte puede utilizar armas nucleares con una eficacia mortal, reduciendo el tiempo de lanzamiento y golpeando antes que sus adversarios.

Además, permite eludir la estrategia principal de Washington en caso de declararse una guerra con Corea del Norte, es decir, la decapitación del régimen atacando Pyongyang con armas convencionales o nucleares, cegando las comunicaciones entre el mando central y los generales de campo norcoreanos. Los daños que podrían ocasionar los tentáculos independientes del ejército norcoreano, según la nueva concepción, serían cuantiosos antes de ser cercenados uno a uno.

La nueva capacidad, al menos teórica, para asestar creíbles ataques nucleares en caso de conflicto es una razón de peso, según Pyongyang, para dotar a Corea del Norte de ese estatus de potencia nuclear. Más aún si sigue el patrón que ahora reafirma Kim Jong-un: Corea del Norte no renunciará jamás a sus armas atómicas.

El objetivo evidente del régimen norcoreano es ser reconocido
internacionalmente como estado poseedor de armas nucleares
como otros países asiáticos, esto es, India y Pakistan. Kim Jong-un considera que así puede asegurar, al menos temporalmente, la supervivencia de su régimen. Por eso no le interesa que se dé un reconocimiento tácito de su poder nuclear, como ocurre con Israel y su arsenal atómico. Tiene que ser explícito y abierto por la
comunidad internacional. O por lo menos por Washington.

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