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El clérigo al que Rusia considera agente extranjero por sus sermones antisistema

Sergei Kirsanov es el azote de los disidentes refugiados en Europa, a los que acusa de ser igual o peores que Putin.

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El bloguero Sergei Vladimirovich Kirsanov. — Cedida por Sergei Vladimirovich Kirsanov

La Iglesia Ortodoxa de Rusia publicó en noviembre de 2020 una lista de impostores y a la cabeza de los falsos presbíteros situó el nombre de un joven de Smolensk llamado Sergei Vladimirovich Kirsanov. Lo cierto es que Sergei sí dice ser un hombre de iglesia, solo que no de la ortodoxa rusa. Su canal de Youtube se llama Clérigo porque en verdad él lo es.

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De haber observado la regla de moderación, el clero de todas las Rusias no hubiese dedicado tanto tiempo a desacreditarle. El problema es que no hay nada moderado en la forma corrosiva con la que arremete contra todos desde su tribuna digital.

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Kirsanov, de 37 años, atesora a día de hoy 204.000 seguidores. La cifra podría parecer modesta de acuerdo a los estándares de otros influyentes, pero eso es casi el triple de los que tiene el patriarcado de Moscú, lo que explica que irrite a toda la jerarquía ortodoxa al adoptar la identidad de un clérigo y el discurso bilioso de un antisistema. Lo que les incomoda no es que hable, sino que, además, le escuchan.

Aunque la marca de la casa era al principio su hábito de monje, hace ya algunos años que se presenta en público con camisetas de algodón mundanas y advierte en sus canales de que "nada de espiritualidad". Lo que no ha cambiado es su mordiente. Cuando se arranca a hablar en ruso no respeta siquiera ni al resto de los opositores rusos. A decir verdad, ellos son en realidad el blanco predilecto de muchas de sus diatribas.

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Desde el pasado mes de noviembre pasó a engrosar también la lista de agentes extranjeros junto a otros exiliados como el abogado refugiado en España Anatoli Fursov o el actor Artur Smolyaninov. Eso le convierte en el primero entre la curia. Desde 2019, vive entre italianos. Sergei se niega a revelar su ubicación "para no comprometer la seguridad de su comunidad".

Los opositores rusos y las acusaciones

Su enemistad con el poder, con cualquier poder, no ha impedido que muchos se refieran a él como un miembro secreto del Servicio Federal de Seguridad o FSB, una paradoja que a menudo se repite entre los mal avenidos opositores rusos.

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Lejos de ser un compacto grupo fraternal de adalides de la democracia burguesa y "los valores de Occidente", son más bien una timba heterogénea de señores y señoras encarnizadamente divididos por los celos y las rivalidades de la jungla del clickbait.

Existen excepciones, pero lo habitual es que se despellejen entre ellos. Su insulto favorito es cuestionar las credenciales anti Putin con las que tratan de legitimarse en los ambientes europeos.

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El propio Kirsanov se refiere a algunas de estas voces discrepantes que han desafiado al Gobierno de su país como agentes encubiertos y no mucho mejores que los diputados de la Duma. En el metaverso ruso, la línea que separa el rumor paranoico y la certeza la establece la credulidad de quien escucha.

Como la prensa libre ha sido destruida (quedan solo unos pocos medios perseguidos como Meduza o Novaya Gazeta), la principal fuente de información es Telegram, y allí nadie exige pruebas de veracidad ni atribución de fuentes para apuntalar las acusaciones que se cruzan.

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"Si soy tan audaz es porque mi conciencia está limpia"

"Pues nos tememos que eso dicen también de usted. ¿En qué quedamos?", le preguntamos. "¿Es El Clérigo un correoso enemigo de Putin o un destacado espía de su KGB oculto bajo la apariencia de un monje ácrata?". "¿Que si trabajo para los federales rusos?", nos responde el bloguero. "Si soy tan audaz es porque mi conciencia está limpia; nunca en mi vida he cooperado con el poder y siempre he estado contra el sistema. ¡Tengo ese carácter!".

"A los que me acusan de trabajar para el FSB puedo decirles que estoy listo para pasar por un polígrafo y demostrar que soy producto de mí mismo. ¿Podrían hacer ellos lo mismo? Lo dudo"

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"A diferencia de muchos de esos influencers rusos, yo no recurro a métodos primitivos para denigrar la personalidad de otros", apunta. "Soy una persona inmaculada porque no tengo compromisos ni me debo a nadie. A los que me acusan de trabajar para el FSB puedo decirles que estoy listo para pasar por un polígrafo y demostrar que soy producto de mí mismo. ¿Podrían hacer ellos lo mismo? Lo dudo".

Los opositores en la diáspora a los que se refiere el clérigo y cuya moralidad cuestiona es un pequeño grupo de abogados, empresarios y activistas huidos a Occidente como Mark Feygin, Alexander Nevzorov, Yulia Latinina, Dmitry Bykov o Vladimir Osehckin.

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Aunque sus nombres no son tan conocidos en Europa como Navalni o Kará-Murza, algunos de ellos han logrado atraer el interés de millones de usuarios de las redes arengando a su gente desde las distintas plataformas y creando una especie de medios paralelos de comunicación. En estos combinan la denuncia periodística y el rumor o los juicios de valor con la acción política. Muchos les siguen porque les respetan y otros tantos, porque les detestan.

"No son disidentes porque sus diferencias con los leales al régimen son mínimas", nos dice. "Los disidentes son la conciencia de una nación, su meritocracia si se quiere. Y estas personas con un alto grado de probabilidad son agentes encubiertos. Feygin, además, ocultó a la Policía de migración su participación en la guerra del lado del condenado Ratko Mladic. Le preocupa mucho que lo hiciera público y su reacción fue histérica".

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El mentado Mark Feygin es un conocido abogado de Sámara que representó a Pussy Riot, Nadiya Savchenko o Leonid Razvozzhayev en los tribunales rusos. También se desempeñó desde enero de 1994 hasta diciembre de 1995 como parlamentario. Actualmente, vive en el exilio y es una de las bestias negras del Gobierno de Putin y de los llamados propagandistas.

"No me siento orgulloso de que me hayan incluido en el inventario de agentes extranjeros junto a gente que pretende combatir a este Gobierno y que, sin embargo, trabaja para el Kremlin", nos confiesa.

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"Estaré satisfecho cuando en Moscú se diga que soy un terrorista o, al menos, un extremista. Por supuesto que exponer la podredumbre de algunos funcionarios me ha situado en una zona de riesgo. Las amenazas son algo cotidiano para mí y ello incluye intentos de causarme daño físico, pero yo no soy tan zafio para utilizar esas situaciones con el fin de incrementar mi precio en el mercado. Eso sería muy barato. Yo no me fui de Rusia para desafiar el país porque ni lo reconozco como Estado, ni reconozco sus leyes", añade.

El bloguero Sergei Vladimirovich Kirsanov. — Cedida por Sergei Vladimirovich Kirsanov

El caso de Vladimir Osechkin

Kirsanov ha cuestionado también a uno de los opositores más populares de la diáspora: el también youtuber Vladimir Osechkin, refugiado en el País Vasco francés. "Lo suyo es otra historia", continúa. "Disfrazándose de defensor de los derechos humanos, este hombre ha creado un sistema para ayudar a escapar a Occidente a gente del régimen", sostiene.

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"Lo que motiva a Osechkin es que, supuestamente, va ayudar a esclarecer qué está pasando allá, pero... ¿qué pueden decir esas personas que el mundo no haya visto ya con sus propios ojos?"

Y, en efecto, el disidente que menciona posee una organización, Gulagu, que ha ayudado a llegar a Europa a miembros de la Wagner o desertores del Ejército de Rusia como Nikita Chibrin, un soldado de Bucha refugiado en España, solo que lo hizo con todas las bendiciones de Occidente.

En la ciudad donde reside, Biarritz, se mueve de forma permanente en compañía de una escolta de la Gendarmería. Antes de huir a Europa, el antiguo vendedor de coches fue encarcelado en Rusia. Ahora su principal misión es denunciar las condiciones de los presos en las colonias penales de su país.

"Lo que motiva a Osechkin es que, supuestamente, va ayudar a esclarecer qué está pasando allá, pero... ¿qué pueden decir esas personas que el mundo no haya visto ya con sus propios ojos? Es una herramienta para transportar agentes y legalizar su situación en la Unión Europea bajo el disfraz de refugiados políticos. Por el contrario, nunca ha proporcionado ayuda a ninguna de las personas comunes que realmente han luchado contra el régimen", afirma.

El patriarca Cirilo

En realidad, no hay nadie en las cunetas de los ecosistemas rusos de poder que no haya sido acusado de haber trabajado en algún momento para los federales, y eso incluye al patriarca Cirilo, buen amigo del presidente, de quien a menudo se recuerda su colaboración con el KGB soviético.

"Vladimir Gundyaev, el patriarca, es el ejemplo más brillante de un canterano de la Iglesia que, gracias a sus cualidades útiles para el régimen soviético, ascendió muy rápidamente en la escala profesional"

"La Iglesia ortodoxa rusa fue restaurada y legalizada después de las persecuciones estalinistas del siglo XX como una institución pensada para manipular a las masas y con la que se puede trabajar de forma encubierta en Occidente y en Europa", explica Kirsanov.

"Sus miembros tenían un estatus tácito especial y una inmunidad similar a la diplomática. Eran una especie de intocables tratados por defecto con un respeto reverencial. Los representantes de la jerarquía más alta de la Iglesia tuvieron la oportunidad de viajar al extranjero sin obstáculos y con el permiso del Estado en un momento de severo aislamiento de la Unión Soviética. En consecuencia, realizaron tareas estatales", dice.

"Vladimir Gundyaev, el patriarca, es el ejemplo más brillante de un canterano de la Iglesia que, gracias a sus cualidades útiles para el régimen soviético, ascendió muy rápidamente en la escala profesional, lo que ya debería ser una prueba obvia de que, en efecto, cooperó activamente con el Estado", agrega.

Cuando el patriarcado de Moscú incluyó a Kirsanov en su lista de impostores, adujo, entre otras cosas, que se había inventado una biografía espiritual. Los medios rusos lo describieron despiadadamente como a uno de esos buscavidas que menudean en las novelas de Pushkin y Gógol.

"En sus videos, el padre Sergio se presenta como un monje o como un hierodiácono que huyó de Rusia y abandonó la Iglesia ortodoxa rusa y ahora vive en Italia; sirve en la Iglesia griega y nos revela la verdad sobre el régimen represivo de Putin y la iniquidad de los arciprestes y diáconos de Moscú", dijeron de él sus adversarios.

"Al final, resultó que bajo su apodo no hay un verdadero clérigo, sino un joven extravagante que, desde los 18 años, se promocionaba como hieromonje y asistente de celda de varios ancianos. La verdad es que intentó estudiar en el seminario Smolensk de la universidad de San Tijon, pero fue expulsado. Naturalmente, en Italia no es clérigo de ninguna iglesia canónica. Estamos ante un pícaro disfrazado. Algo muy típico de Rusia", añadieron.

"En realidad, yo nunca digo que sea un clérigo, aunque tampoco lo niego cuando me preguntan directamente porque lo contrario sería mentir", aclara Kirsanov. "No tengo ni la menor relación con la Iglesia rusa. Si pasé por allí es porque soy ruso y no tenía otra opción, dado que posee el monopolio de la espiritualidad. Cuando llegó la edad de independizarme, visité Grecia y otros lugares donde la tradición tiene raíces más profundas", señala Kirsanov.

"A Italia llegué por casualidad, buscando la autorrealización. Allí hallé la oportunidad de realizar todos mis planes. Si me niego a proporcionar detalles sobre mi situación personal es porque hay gente a la que no deseo poner en riesgo", comenta.

"Ahora evito deliberadamente en mis canales todas las cuestiones espirituales. He tenido que recurrir a la Policía en varias ocasiones por culpa de diversas amenazas y debo seguir ciertos consejos elementales. Todo cambiará cuando el Gobierno de la Rusia actual sea completamente derrotado".

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