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Cinco vergüenzas fronterizas de la UE

Melilla, Calais, Lampedusa, Filakio y Lesovo trazan un mapa paralelo en el que los derechos humanos son vulnerados

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Supervivientes de un naufragio en el Mediterráneo, a su llegada a Catania. / EFE

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BARCELONA.- La respuesta de la UE tras la reunión del pasado lunes de los ministros de Exteriores y de Interior hace referencia a la “emergencia” de una intervención, dado que la situación no es “una realidad pasajera” y que los Estados miembros deben actuar “en común”, según menciona el comunicado.

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El cinismo de la propuesta de la UE es directamente proporcional a las lágrimas que pretende derramar. Deja en el aire un mar de preguntas. ¿Por qué las personas que huyen de una guerra no pueden pedir asilo en un país vecino al suyo y sólo lo pueden solicitar cuando tocan el suelo europeo? ¿Por qué no se abren corredores humanitarios? ¿Por qué se habla de mafias de tráfico de personas y no se mencionan las jugosas ganancias de las empresas implicadas en el sistema de persecución de las personas migradas (vallas, drones, vuelos de deportación, cuerpos policiales, CIE). ¿Por qué se cierran con vallas de alambre las fronteras terrestres para dejar libre solo el mar? ¿A quién protegen estas fronteras? ¿Y contra quién?

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Mapa de las principales rutas migratorias hacia la UE elaborado por Frontex.

Muchas de las personas que llegan por mar proceden de países en conflicto: “España ha sido uno de los últimos países europeos que ha retirado el derecho a pedir asilo en una embajada, en 2009. Esta medida evitaría que la gente se lanzara al mar para llegar a Europa, ya que se sabe que muchas personas de las embarcaciones proceden de países en conflicto. ¿Dónde está el derecho al asilo? Ahora está claro que se vulnera este derecho”, afirma el escritor Miguel Pajares, presidente de la Comisión Catalana de Ayuda al Refugiado. Así, las personas se ven forzadas a tocar suelo europeo. Pero las fronteras terrestres están bloqueadas y conforman un mapa paralelo, salpicado por la vergüenza y la anulación de los derechos humanos:

Lesovo y Kraynovo (Bulgaria). Entre estos dos pueblos, en la frontera con Turquía, Bulgaria acaba de inaugurar una valla que recorre cerca de 30 kilómetros de frontera terrestre. La dobla un corredor integrado por más de 1.500 policías que han recibido formación “básica en derechos humanos” a cargo del Ministerio de Interior de Bulgaria y Frontex. En marzo de 2015 un grupo de doce yazidíes intentaron pasar la frontera para entrar en la UE. Dos hombres del grupo fallecieron por hipotermia tras ser golpeados por la policía búlgara y devueltos a Turquía. Estas son las llamadas push-back o devoluciones en caliente. Dentro del país, a pocos kilómetros de la frontera blindada, los activistas denuncian el hacinamiento que sufren las personas en los centros para inmigrantes. Algunos de estos locales son antiguas cárceles de la época comunista.

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Bajando hacia el Sur de Bulgaria, se encuentra el tramo terrestre Grecia-Turquía y su correspondiente valla alambrada. Filakio (Grecia) es el mayor centro de internamiento de inmigrantes de la frontera greco-turca, la ruta del este hacia la UE. En la zona se concentran más de cuatro centros y comisarías de policía, donde las personas, incluidos los niños, permanecen encerradas meses “sin conocer los plazos de permanencia en las instalaciones”, declaran coordinadores de Médicos sin Fronteras en la zona. Más de 1.800 policías vigilan que nadie pise la frontera terrestre a través de los doce kilómetros de valla. A la gente le queda el río Evros o el mar para pisar suelo europeo.

Y en el mar, los programas actuales de la UE dan prioridad a la seguridad y no al rescate de las personas. En Lampedusa, a pesar del naufragio del 2013, han empeorado. “A finales del 2014 el programa Mare Nostrum, que tenía un presupuesto de nueve millones de euros, coordinado por las autoridades italianas, se reemplazó por Tritón, un programa europeo que tiene un presupuesto de sólo 2,9 millones”, explica Pajares. Del rescate de las personas se ha pasado a la seguridad fronteriza: si el programa Mare Nostrum llegaba con sus intervenciones hasta las costas libias, Tritón no sale de las aguas territoriales europeas.

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“Todos sabemos que nos arriesgamos la vida en la patera. Hay que elegir: la guerra o irse. Si te vas, sabes que tal vez tengas un futuro, si te quedas, está claro que no. Quiero vivir, eso es más fuerte que el miedo”, declara un joven de Malí que huyó en 2013 del país y ahora está en España sin papeles. Llegó en una patera. No nos da el nombre porque dice tener miedo a ser identificado. La ruta sur hacía la UE también está blindada: las vallas de Melilla. El rechazo a los inmigrantes es constante incluso con oficinas de solicitud de asilo, como las que se han abierto en la ciudad autónoma: “Han puesto las oficinas en Melilla, pero antes de llegar allí está la policía marroquí, que impide a la gente pasar. Los subsaharianos no llegan, y tampoco muchos sirios. Solo los que tienen dinero para comprar un pasaporte marroquí”. Los que no consiguen dinero para comprarse documentación falsa, los más pobres, intentan pasar la valla.

Mapa de las principales rutas migratorias hacia la UE, elaborado por Frontex.

En Calais, otro agujero negro en el mapa europeo de la vergüenza, decenas de personas se han mutilado los dedos para evitar que sus huellas dactilares sean detectadas. Así pueden escapar a la deportación desde Francia al primer país que pisaron en la UE. “Mejor en la calle en Francia que en un CIE de Grecia”, explica un joven iraquí que pasó dos años en Calais. Su meta es pasar a Reino Unido, pero otra vez la frontera queda bloqueada. Eurodac, un sistema que registra las huellas dactilares de las personas migradas cuando entran en la UE, reconoce el país por el que entraron y facilita su deportación a estos Estados, sin tener en cuenta sus condiciones particulares.

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