Cien días con Trump: mucho ruido (de cambio) para tan pocas nueces (legales)
Hoy, sábado 29 de abril, culmina la luna de miel de Donald Trump. La 'entente cordiale' entre demócratas y republicanos, prensa, sociedad civil y 'lobbies', instaurada desde tiempos de Roosevelt por un periodo de cien días, no ha logrado (aún) el propósito del 45º presidente de cambiar EEUU. Ni a golpe de órdenes ejecutivas.
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madrid, Actualizado:
El lema ¡America, first! está lejos de ser una realidad en los cien primeros días de presidencia de Donald Trump. Aunque su grito de guerra en la campaña electoral no está, ni mucho menos, enmudecido. De lo que caben pocas dudas es de que el ritmo que ha querido aplicar el dirigente republicano a su intención de transformar la primera economía y la mayor potencia bélica y geoestratégica del planeta no ha logrado entrar en esa velocidad de crucero con la que pretendía devolver a EEUU el esplendor que, a su juicio, consiguió forjar en los ochenta su idolatrado Ronald Reagan.
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Como tampoco es menos cierto que la convulsión esperada en estos algo más de tres meses desde el pasado 20 de enero, día de su toma de posesión, ha sido la excepción y no la regla, tanto en Washington como en el resto del mundo. Pese a que Trump lo ha intentado por activa y por pasiva. Casi sin descanso. En todos los órdenes. Con iniciativas como el control de la inmigración; declaraciones de proteccionismo comercial; un alud de mensajes con elevada tensión diplomática hacia aliados -Alemania, Australia o México- y otras potencias como China; alardes de desmantelamiento inmediato de políticas sociales como el Obama-Care o de leyes de vigilancia financiera; advertencias sancionadoras en los mercados de divisas y de ruptura de pactos en materia comercial, o el rechazo a medidas de contención del cambio climático.
Los datos corroboran esta tesis. Sólo 10 de sus 38 promesas electorales se han cumplido en sus 100 días de estancia en la Casa Blanca. Y la práctica totalidad de ellas, por órdenes ejecutivas que no requieren legislación; entre otras, la retirada del Trans-Pacific Partnership, el acuerdo de libre comercio entre países de ambas orillas del Pacífico.
En sus 100 días, Trump ha firmado 25 órdenes; 24 memorándums y 20 proclamaciones, aunque pocas se han convertido en ley, ha recibido un primer revés con el Obama-Care y dado varios virajes diplomáticos
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Su táctica ha oscilado entre abandonar ciertos puntos de su contrato social con sus votantes complejos de poner en marcha, como la expulsión de inmigrantes sin papeles -por la oposición de gran parte de la Judicatura-, y acelerar los de más fácil consecución. Una estrategia que no le ha otorgado precisamente el galardón de ser “el presidente que más ha hecho en los cien primeros días” de gestión, como él mismo se encargó de pregonar.
Entre otras razones, por la falta de consenso político que despiertan algunas de sus propuestas. De hecho, de diez compromisos que exigen la actuación legislativa del Congreso, ninguno se ha convertido en ley, otros han sufrido un revés insospechado, como la ley sanitaria de Obama -emblema de oposición ideológica republicana, por obra y gracia de su ala más conservadora, el Tea Party-, y la mayoría ni siquiera ha iniciado su tramitación.Pero, ¿por dónde ha fluido y por qué ha embarrancado la hoja de ruta de Trump en su primera escala de navegación? En su actual Cuaderno de Bitácora, integrado por 25 órdenes ejecutivas; 24 memorándums y 20 proclamaciones, se puede extraer un decálogo, englobados en cinco grandes bloques políticos, en el que se constatan el orden de prioridades de su presidencia, pero también las escasas prescripciones legislativas que lograr adquirir, hasta ahora, sus reformas.
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Y, sobre todo, un arsenal de iniciativas con alta carga de ostentación, pero con fulgurantes marchas atrás por reveses procedentes de la judicatura, el poder legislativo o una parte beligerante de la sociedad civil con su gestión, dentro de EEUU, o por la evolución de los acontecimientos en el complejo panorama internacional. Todo ello, le ha reportado el peor índice de aprobación de un presidente en la historia reciente, del 45%, tal y como avanza Gallup.
Política exterior y de Seguridad
1.- Amistades peligrosas con Rusia y palo y zanahoria con China. La Administración Trump se ha visto salpicada por graves acusaciones de connivencia con la Rusia de Vladimir Putin. Como la interferencia de Moscú en su victoria electoral con ciberataques, en alusión al robo y difusión de correos electrónicos del equipo de su rival demócrata, Hillary Clinton. Pero esta alianza con Moscú también deja un supuesto escándalo sexual del propio Trump en la capital rusa que se saldó entre fuertes críticas del presidente a la CIA y el FBI; la admisión de servicios de inteligencia como el británico, que corroboran la tesis de “acciones operativas” del espionaje ruso con varias personas del círculo próximo de Trump desde, al menos, el inicio de su campaña de aspirante republicano, en 2016. Y dudas en la nominación de su secretario de Estado, Rex Tillerson, ex CEO de Exxon Mobil, petrolera con notables intereses en el sector energético ruso y del fiscal general, Jeff Sessions, acusado de reunirse, en plena campaña, con el embajador ruso -la misma losa que aceleró la dimisión del recién designado asesor de Seguridad Nacional, el general Michael Flynn-y que ha señalado, también, a su yerno y consejero presidencial, Jared Kushner.Sin embargo, las aguas con Rusia se han ido enturbiando en Siria, donde Trump ha emprendido las hostilidades bélicas que han soliviantado los intereses de Moscú en Oriente Próximo. Al igual que la retórica de Washington contra Irán, aliado ruso en la región, al que acusó de alejarse del espíritu del acuerdo nuclear suscrito con Obama. Al contrario que la táctica con China. Trump inició su andadura presidencial reivindicando al régimen de Pekín que dejara de manipular el valor de su moneda y desempolvando la estrategia de apoyo a Taiwán con intimidaciones por la creación de islas artificiales en el Mar del Sur de China. Pero, después del primer encuentro bilateral con su homólogo, Xi Jinping, no ha tenido reparos en ir de la mano de Pekín en la búsqueda de una solución a la afrenta nuclear norcoreana e iniciar un diálogo permanente dirigido a revertir el déficit comercial de EEUU con China.
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La política exterior de Trump ha aterrizado, de forma suave, en la realidad geoestratégica, dicen los observadores internacionales. Eso sí, con cambios de discursos drásticos, por su atrevimiento y su tono despectivo inicial, y nada recomendables para lograr éxitos en la escena diplomática.
2.- Una OTAN vetusta. La estructura, objetivos y financiación de la Alianza están “obsoletas”, exclamó Trump a las pocas semanas de asumir su cargo para sorpresa de sus aliados europeos, a los que exigió que “paguen sus recibos” de, al menos, el 2% de sus respectivos PIB. Demanda que no tuvo reparos en trasladar, in situ, a Angela Merkel en su visita a EEUU. Sin embargo, sus deseos de manejar amenazas como la del ISIS y Al Qaeda con Rusia, o las tensiones en Asia con China, se han atemperado y el presidente americano ha pasado a asegurar el futuro de la Alianza y la involucración de EEUU en su estructura militar. Para tranquilidad de la UE, en pleno Brexit, las aguas vuelven a su cauce. Eso sí, a costa de más dinero en común y más Defensa colectiva y sin que, desde Rusia, se interceda para seguir dividiendo a los aliados.
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Nuevo orden económico internacional
3.- Revés al dólar fuerte. El restablecimiento de la tradicional política cambiaría de EEUU sólo ha creado, hasta ahora, volatilidad entre las divisas. El billete verde no ha encontrado la senda alcista, el euro y el yen mantienen su pulso, tanto en cotización como en su condición de moneda de referencia global y, en cambio, tras unos primeros meses de notables fluctuaciones, se han revalorizado divisas de países degradados por el ideario económico de Trump -el peso mexicano- o de mercados emergentes dinámicos -como el won surcoreano-, mientras el renminbi chino sigue bajo las bandas de fluctuación instauradas desde hace décadas por el régimen de Pekín. En consecuencia, la vuelta a la hegemonía indiscutible del dólar tendrá que esperar.
4.- Proteccionismo comercial. Quizás una de las más claras consignas de la era Trump. Y otra de los más nítidos cambios de tono. Aunque todavía sin rastro del viraje. Las críticas presidenciales a las deslocalizaciones de industrias como la automovilística en México, dieron sus frutos con el avance, por parte de CEO’s del sector, del retorno de parte de la producción y de las inversiones hacia Estados del interior americano. Pero es, de momento, un espejismo. Pesa más la amenaza de aranceles y barreras a la importación de productos made in USA en mercados a los que Trump tiene en mente castigar con su proteccionismo. Canadá se ha levantado en armas contra el fin del Nafta, Europa ve cómo la Casa Blanca baraja tres meses después de enterrar su pasarela de libre comercio transatlántico restablecer las negociaciones e, incluso, desde China no descartan recuperar el diálogo sobre el Trans-Pacific.
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Siempre ha alardeado de que no le importa los 100 días, pero en las últimas horas ha revelado su peligrosa rebaja fiscal, ha pedido al Congreso un fondo billonario para infraestructuras y ha rescatado el Nafta
A pesar de que Trump afirmó que elevaría en un 45% las tarifas arancelarias con los bienes procedentes de la Gran Factoría mundial. Mientras el FMI, la OCDE y otros entes multilaterales han rebajado el tono de sus embestidas hacia la Casa Blanca, a la espera de que la Administración Trump modele, sin obstaculizar el libre tránsito de mercancías e inversiones, su verdadera intención: la corrección del abultado desequilibrio de su balanza comercial. Con casi todas las latitudes del planeta. A finales de marzo, ordenó un estudio para que, en el plazo de 90 días, EEUU tenga una noción precisa de cómo consolidar su agujero comercial, y horas antes de acabar con la luna de miel política de los 100 días, admite renegociar el Nafta con México y Canadá.
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Cambios regulatorios nacionales
5.- Decapitación de las normas financieras. Muchos vieron en la orden de desmantelar la Dodd Frank Act, el primer guiño de Trump al neoliberalismo reaganiano. Casi con seguridad. Pero no es menos cierto que el secretario del Tesoro, Stephen Mnuchin -un ex Goldman Sachs- aún sigue sin anunciar cómo va a “enterrar”, según sus palabras, esta norma aprobada en 2010 a instancias de Obama para devolver la estabilidad al sistema financiero tras la crisis, reforzar la regulación bancaria de la Reserva Federal e inyectar transparencia para restablecer los niveles de liquidez y solvencia en el mercado y reforzar la protección de los consumidores. De igual forma que la Volcker Rule, diseñada para restringir la capacidad bancaria sobre los productos de inversión especulativos. Las reticencias de las filas demócratas y de Janet Yellen, presidenta de la Fed, “a retrasar el reloj regulatorio a 2008” podrían transformar la mutilación en una mera rebaja de los requerimientos y exigencias legales a los bancos para que elevar su rentabilidad. La liberalización de las telecomunicaciones también se encuentra en trámite, pero sin fecha, en el Congreso.
6.- Empleo ‘made in US’. Es uno de los terrenos en los que más ha estampado su firma ejecutiva. No sólo para remover trabas burocráticas a pymes y emprendedores y generar, así, un clima más adecuado para hacer negocios, en su opinión. También con decretos como Buy American, Hire American, de protección a las industrias nacionales de la competencia desleal y el dumping comercial, favorecer los productos made in US y sentar las bases para la reactivación del empleo a los americanos. De igual modo se deben incluir en este apartado la construcción de oleoductos como el de Keystone, para garantizar el abastecimiento desde Canadá, o Dakota, dentro de las anunciadas y aún no revelada política de infraestructuras (pese a la petición a los congresistas de que liberen 1 billón de dólares a esta causa). U otra específica sobre el mantenimiento de las redes de transporte de petróleo y gas o de inversión público-privada, para impulsar que firmas del país, como Exxon Mobil, comprometan inversiones por valor de 20.000 millones de dólares para la fabricación o conservación de infraestructuras energéticas, con más de 45.000 puestos de trabajo previstos en la Costa del Golfo de México. Todo vale para alcanzar su compromiso de ser “el mayor generador de trabajo que Dios haya creado jamás”.
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7.- Fiscalidad dócil. Imprescindible en todo seguidor reaganiano que se precie. La de Trump, al parecer, recortará desde el 35% hasta el 15%, el Impuesto sobre Sociedades. Porque el anuncio, precipitado, horas antes de cumplirse los 100 días, deja una incógnita pendiente. El presidente aireó a los cuatro vientos que, durante su mandato, “bajarán todos los tributos de forma nunca vista”. Y lo hará, según anunció posteriormente, con un recorte a los más ricos, de cuatro puntos, desde el 39%, al 35%, además de reducir a tres tramos (10%, 25% y el mencionado para las clases más pudientes), el impuesto sobre la renta. El problema esencial es el peligro evidente de que esta medida distorsione la coyuntura. Sólo por la fiscalidad empresarial, las arcas del Tesoro dejarán de recaudar 2 billones de dólares en diez años, la misma cantidad que las 500 mayores corporaciones del país declaran, por beneficios, en jurisdicciones de baja tributación, el doble que en la década de los ochenta.
Un compromiso que, además, no ayudaría a corregir la excesiva deuda americana, superior a los 18 billones de dólares, casi el 100% del PIB. Como tampoco lo hará los fastuosos gastos en infraestructuras que prepara, ni el incremento militar, en perjuicio de los fondos para Medio Ambiente, Sanidad y Educación, de los primeros presupuestos de Trump. El repunte de la inflación es el gran fantasma que amenaza su estrategia económica. De ahí las presiones a la Fed para que siga subiendo tipos. Por no mencionar el efecto pernicioso de poner en manos de los grandes patrimonios sumas adicionales con las que especular en los mercados a través de productos de alto riesgo. O, dicho de otro modo. De elevada toxicidad. Recortes de derechos sociales
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Recortes de derechos sociales
8.- El Obama-Care, salvado por la campana. Ha sido su mayor fracaso. Su mensaje de que el programa sanitario de su antecesor, tildado de despilfarrador, “no duraría ni un día” bajo su mandato, no superó la prueba del Congreso. Irónicamente, por el rechazo del caucus del Tea Party, el ala ultraconservadora del partido. Paul Ryan, portavoz republicano en la Cámara de Representantes y acérrimo crítico contra la reforma de Obama, fue el centro de sus embestidas. Más de 24 millones de americanos se arriesgaban a perder su cobertura sanitaria en la próxima década de haber sido defenestrada la Affordable Care Act y más de 52 millones se hubieran quedado sin seguro médico en 2026. Sin embargo, la armada ultra en el Congreso ya empieza a mover los hilos para contentar a Trump.
9.- Inmigración y Justicia. Otros dos focos de tensión. La judicatura y el caos en los aeropuertos contuvieron durante días el memorándum de deportaciones masivas de sin papeles firmada por Trump a las horas de convertirse en el 45 presidente del país. Igual que la prohibición de entrada a personas con pasaporte de ciertos países de mayoría musulmana. Un juez federal, en Hawai, bloqueó la orden de Trump horas antes de que entrara en vigor. Tampoco ha tenido éxito en la búsqueda de financiación para construir el muro en la frontera mexicana. En este aspecto, quizás el único motivo de satisfacción para sus correligionarios haya sido el nombramiento, como magistrado del Tribunal Supremo, del conservador Neil Gorsuch. No sin la oposición inicial del Senado.
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El fiscal general reformará leyes federales, estatales y locales para unificar a las fuerzas de seguridad en su cometido de expulsar a los inmigrantes que hayan cometido crímenes y usará recursos financieros legales, a través de una directiva ad hoc, para combatir a las denominadas ciudades santuario, lugares que obstruyen, por razones humanitarias, estas deportaciones sin plenas garantías legales y civiles. Energía y cambio climático.
Energía y cambio climático
10.- La cenicienta de todas las políticas. Los fondos ecológicos serán los grandes damnificados del primer plan presupuestario de Trump. Junto a las ayudas a la cooperación y al resto de las políticas sociales. Es parte del deseo del líder republicano de acabar con el legado de Obama. Scott Pruitt, su designación para dirigir la Agencia de Protección Ambiental, no ha tenido reparos en poner en duda la evidencia científica de que la emisión de CO2 a la atmósfera propicia el efecto invernadero. Los compromisos de París de 2015 sobre cambio climático, que entraron en vigor en noviembre de 2016, no obligarán al segundo país más contaminante del planeta. Pese a que finalmente se logró la firma, esperada durante décadas, del más contaminante, China.