Chalecos amarillos ¿Por qué los chalecos amarillos no benefician a la izquierda francesa?
Tres meses después de la emergencia de este singular movimiento de protestas, apenas mejoran las perspectivas electorales de las fuerzas progresistas. La Francia Insumisa de Mélenchon sufre una fuerte caída en los sondeos.
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parís,
Aumento del salario mínimo, recuperación del Impuesto sobre la Fortuna (ISF), creación de un Referéndum de Iniciativa Ciudadana (RIC)… Las principales reivindicaciones de los “chalecos amarillos” están relacionadas con la justicia social y una mayor participación democrática. Tres meses después de la emergencia de este singular movimiento, que este fin de semana celebra su 14º acto de protestas, las perspectivas electorales de las fuerzas progresistas francesas no se han visto beneficiadas. Incluso la Francia Insumisa, que apoyó a los “chalecos amarillos” desde las primeras manifestaciones del 17 de noviembre, ha sufrido una fuerte caída en los sondeos.
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Según un reciente estudio de opinión para el diario Les Echos, el partido de Jean-Luc Mélenchon —principal aliado de Podemos en Francia — solo obtendría el 8% de los votos en las próximas elecciones europeas. Un resultado muy por debajo del esperanzador 19,58% logrado en las presidenciales de 2017. En este mismo sondeo del instituto OpinionWay, el resto de partidos de la dividida izquierda francesa aún salen peor parados. Los verdes franceses consiguen el 8%, los socialistas el 6%, el movimiento Génération·s de Benoît Hamon solo alcanza el 4% y el histórico Partido Comunista cae al 2%, lo que le dejaría sin representación en el Parlamento Europeo.
¿Por qué los chalecos amarillos no benefician a los partidos progresistas franceses? ¿Cómo se explica que no mejoren las perspectivas electorales de la izquierda si estas protestas han puesto en el centro de la agenda la injusticia social?
"Prolongación institucional de las protestas"
Desde el 17 de noviembre, todos los diputados de la Francia Insumisa apoyaron al movimiento
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El interés de la izquierda francesa por los chalecos amarillos no fue un romance a primera vista. Después de semanas de dudas, en las que lo percibían como un movimiento contra los impuestos, Mélenchon fue de los primeros dirigentes insumisos que apoyaron las protestas. No solo le siguieron el resto de dirigentes de la Francia Insumisa, sino que también simpatizaron con ellas, con mayor o menor intensidad, las otras formaciones progresistas. "Desde el 17 de noviembre, todos los diputados de la Francia Insumisa apoyaron al movimiento. Cada sábado, en las rotondas y manifestaciones hay diputados y militantes insumisos", asegura en declaraciones a Público Arthur Meano, asistente parlamentario de la izquierda insumisa en la Asamblea Nacional.
“La Francia Insumisa considera que su estrategia populista se ha visto validada por los chalecos amarillos, que reflejan la oposición entre el pueblo y las élites”, explica Rémi Lefebvre, profesor de ciencias políticas en la Universidad de Lille-2 y experto en la socialdemocracia francesa. De hecho, Mélenchon considera que se trata de la “revolución ciudadana” que teorizó en su libro L’ère du peuple (La era del pueblo).
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“Se trata de un momento que en contadas ocasiones vivimos a lo largo de una vida. Sin predecir que nos llevará a una revolución, es evidente que se trata de un momento revolucionario”, defendía el diputado insumiso Éric Coquerel, en una entrevista para el semanario Politis. Probablemente, sin la implicación de esta formación populista de izquierdas, la Reagrupación Nacional de Marine Le Pen hubiera tenido una mayor influencia entre los chalecos amarillos. “Mélenchon creía que había el riesgo de que el movimiento fuera recuperado políticamente por la extrema derecha”, recuerda el analista político Lenny Benbara, fundador del diario digital Le Vent se lève. “Para llegar al 25% de los votos, la Francia Insumisa necesita seducir al electorado popular que se siente identificado con los “chalecos amarillos”, afirma Lefebvre.
Por este motivo, los diputados insumisos han intentado “convertirse en la prolongación institucional de estas protestas”, defiende Meano. El grupo parlamentario de los insumisos presentó este miércoles 13 de febrero un proyecto de ley para instaurar el Referéndum de Iniciativa (RIC), una de las reivindicaciones más emblemáticas de los “chalecos amarillos”. Esta medida permitiría organizar una consulta sobre una nueva legislación, derogar una antigua o revocar el mandato de un representante electo a partir de 860.000 firmas.
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Víctima de la desconfianza hacia la izquierda
Aunque esta propuesta tiene escasas posibilidades de prosperar, refleja las similitudes programáticas entre los insumisos y los “chalecos amarillos”. Según un sondeo reciente del instituto Elabe, el 28% de los franceses considera que la Francia Insumisa es la formación que mejor representa las reivindicaciones de las protestas, siendo este el primer partido citado.
El 70% de los franceses son partidarios de recuperar el Impuesto sobre la Fortuna
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Estas protestas coinciden con un aparente giro hacia valores de “izquierdas” de la opinión pública francesa. Según el barómetro anual que realiza el instituto OpinionWay, el 69% de los franceses considera que hay que “tributar más a los ricos para dar a los pobres”, catorce puntos más que el año pasado. El 65% (nueve puntos más) piensa que hay que priorizar “la mejora de la situación de los asalariados” en lugar de la “competitividad de las empresas”. Un sondeo publicado en diciembre por el diario comunista L’Humanité indicaba que el 70% de los franceses son partidarios de recuperar el Impuesto sobre la Fortuna, que pagaban los patrimonios superiores a un millón de euros y que fue suprimido parcialmente por el presidente francés, Emmanuel Macron.
A pesar de que el anhelo por la justicia social crece entre los franceses, esto no beneficia a los partidos progresistas. ¿Por qué? “Nosotros consideramos que son valores de izquierdas, pero ellos (los “chalecos amarillos”) no, ya que consideran que la izquierda no defiende la justicia social”, explica Lefebvre. En Francia, la palabra “izquierda” sigue siendo sinónima del decadente Partido Socialista, defenestrado del poder tras el pobre mandato de François Hollande. Sólo el 12% de los franceses confía en la izquierda para gobernar, según el estudio de OpinionWay.
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El 71% asegura que no tiene confianza ni con la izquierda ni la derecha.“El éxito de los chalecos amarillos —el único movimiento capaz de frenar las reformas de Macron— ha reforzado la idea que los partidos de oposición son ineficaces y aumentado el sentimiento de que no se ven representados por las fuerzas institucionales”, explica Benbara. Según este joven analista político, la debilidad de los principales opositores a Macron, como Mélenchon o Le Pen, favoreció la emergencia de los “chalecos amarillos”. Y “su aparición se vio acelerada” por la crisis interna de la Francia Insumisa, añade.
Divisiones y liderazgo cuestionado
Además de la difícil alianza entre los insumisos y los “chalecos amarillos”, la popularidad de Mélenchon cayó tras el nefasto episodio del registro de la sede de su partido. El pasado 16 de octubre, la policía judicial francesa realizó trece inspecciones en la sede de esta formación y en los domicilios de sus principales dirigentes. Unos 70 agentes participaron en esta espectacular operación policial.
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Pese al carácter probablemente desproporcionado de estos registros, dadas las investigaciones preliminares que afectan la Francia Insumisa sobre dos presuntos casos de desvío de fondos públicos, la atención mediática estuvo centrada en el comportamiento histriónico de Mélenchon. El líder de los insumisos intentó entrar por la fuerza a las oficinas de su partido y gritó delante de un agente de las fuerzas de seguridad: “La República, ¡soy yo! ¡Yo soy parlamentario!”. “El principal motivo de la caída de la popularidad de los insumisos se debe al episodio de los registros”, explica Benbara.
Desde entonces, la figura de Mélenchon quedó debilitada. Su liderazgo se vio cuestionado dentro de este movimiento político, dividido entre los partidarios de una estrategia populista y soberanista y los que apuestan por aliarse con otros sectores de la izquierda francesa. Además, la toma de decisiones en la Francia Insumisa, a veces criticada por ser demasiado vertical, fue criticada después de que en enero Mélenchon expulsara del partido a través de un tweet a François Cocq, un influyente representante de la corriente soberanista.
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“Cuando Mélenchon habla, Le Pen recoge los frutos”
Tras su apoyo a los chalecos amarillos, esta formación ha sufrido también duras críticas de la prensa mainstream de coquetear con la ultraderecha. “En todos los aspectos, somos lo contrario de la ultraderecha”, defiende Meano. Aunque los dirigentes insumisos se oponen a cualquier alianza con el partido de Le Pen, el Journal du Dimanche, afín a Macron, realizó en enero un sondeo preguntando a los franceses qué les parecería una alianza entre la Reagrupación Nacional y la Francia Insumisa. Unos reproches de rojipardismos hechos por el mismo Hamon. Este socialista disidente, que ahora impulsa el movimiento Génération·s, considera que “cuando Mélenchon habla, Le Pen recoge los frutos”.
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No obstante, ninguna de las otras formaciones de izquierdas se ven beneficiadas por la crisis de la Francia Insumisa. A diferencia de lo que sucede en Alemania, las perspectivas de los verdes franceses resultan poco deslumbrantes. Tanto los socialistas, comunistas o Génération·s de Hamon podrían quedarse sin representación en el Parlamento Europeo al obtener menos del 5% de los votos. La división de las fuerzas progresistas aún se ha visto acentuada por la reciente aparición de un nuevo partido Place Publique (Plaza Pública), formado por un grupo de mediáticos intelectuales, como Raphael Glucksmann (hijo de André Glucksmann, miembro de los nouveau philosophes, de corte conservador) o el economista Thomas Porcher.
Si la división es un obstáculo para la izquierda francesa, aún más importante es la divergencia ideológica con los “chalecos amarillos”. Aunque este movimiento se opone a la injusticia social, prefiere concentrar sus críticas en la figura de Emmanuel Macron y los privilegios de los ricos, en lugar de los pequeños y medios empresarios. No se trata de la tradicional lucha de clases. Su reivindicación de una mejora del poder adquisitivo puede satisfacerse tanto a través de una disminución de los impuestos como un incremento de los salarios. Los manifestantes prefieren expresar su patriotismo ondeando la bandera francesa, en lugar de mostrar su izquierdismo con estandartes rojos.
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Dignidad, equidad, patria, por un lado; justicia social, lucha de clases y socialismo, por el otro. Dos campos semánticos parecidos, pero diferentes. Y el reto de la izquierda francesa de construir el puente para llegar a la otra orilla del descontento social.