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Camboya, cuarenta años de voces silenciadas

Testimonios de supervivientes del genocidio arrojan luz sobre los crímenes de los Jemeres Rojos: “No tenía vida, ni familia. Me sacaron de mi mundo a golpes y ya no sentía nada"

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Rostros de algunas de las víctimas del genocidio de Camboya en una de las prisiones más temibles del régimen jemer, la S-21. - PAU GARCÉS / ROCÍO GARCÍA

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PHNOM PENH.- El pasado 17 de abril se cumplieron cuarenta años de la victoria de los Jemeres Rojos en la guerra civil camboyana. A pesar de que denominaron 1975 como el año cero, esta historia no comienza entonces, si no antes. En Camboya, la independencia no fue tan traumática como en Laos o Vietnam. En este caso, el país quedó a cargo del ambiguo e idolatrado príncipe Norodom Sihanouk. Francia comenzó a ceder su poder con la "independencia del 50%", como la definió Sihanouk, hasta alcanzar la autonomía completa en 1953.

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Cinco años de conflicto provocaron en torno a un millón de muertos y dos millones de refugiados

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Cinco años de conflicto provocaron en torno a un millón de muertos y dos millones de refugiados. En 1975 los triunfantes Jemeres Rojos entraron en la capital, Phnom Penh, proclamando la República Democrática de Kampuchea. Fueron recibidos con júbilo y alegría por un pueblo, que ignoraba lo que el futuro, y la nueva administración, les depararían. El recién creado gobierno del Angkar, órgano director del partido, instauró un maoísmo puro que suprimió la sociedad urbana, la moneda y la religión; donde la educación, la sanidad y los vínculos con el pasado y occidente fueron abolidos en aras de transformar el país en una utopía agraria comunista.

Cobijándose del calor del mediodía bajo los magnolios, a sus 85 años, Chum Mey, uno de los supervivientes de la S-21, esboza una media sonrisa, mientras piensa en tan turbulenta época. "Yo vivía en Phnom Penh cuando los jemeres tomaron la ciudad. Todo fue destruido por los fuegos y los combates. Tras la caída de la capital, empezaron a ordenar a la gente que se fuera hacia las zonas rurales del país. Quienes no obedecían eran asesinados".

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Chum Mey, superviviente de la S-21. - PAU GARCÉS / ROCÍO GARCÍA

Los estudios apuntan a que, mientras gobernaron, los jemeres causaron la muerte de dos millones y medio de personas. El genocidio camboyano se llevó a cabo mediante ejecuciones en los tristemente famosos killing fields o campos de exterminio, a través de los trabajos forzosos, las enfermedades y la desnutrición. En el caso de Chum Mey, su familia, mujer y cuatro hijos, "fueron asesinados por el régimen. Algunos fueron enviados a zonas rurales, donde murieron de hambre y debido a la explotación y los padecimientos".

"Para hacer nuestras necesidades, en la habitación que compartía con cincuenta presos, había una caja de municiones vacía [...] con cuidado de no derramar una gota, pues si el guardia se percataba, obligaba a limpiarlo con la lengua" 

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Lo que antaño era un centro educativo perdió su alma: las aulas fueron divididas en celdas de ladrillo y los pisos superiores se dejaron para reclusión colectiva. La vida diaria en la prisión no era halagüeña. "Me encadenaron de brazos y piernas a unas argollas que había en el suelo de la habitación. Tenía que permanecer tumbado en el suelo, sujeto". Chum Mey recuerda detalles inhumanos de aquel periodo: "Para hacer nuestras necesidades, en la habitación que compartía con cincuenta presos, había una caja de municiones vacía. Tras pedir permiso al guardia y ser desencadenado, había que pasar por encima de los demás y hacerlo en medio del cuarto, con cuidado de no derramar una gota, pues si el guardia se percataba, obligaba a limpiarlo con la lengua".

Osario en el interior del mausoleo, Choueng Ek. - PAU GARCÉS

Múltiples eran los suplicios de los reos, como una dieta pobre basada en "una ración de dos o tres cucharadas de gachas de arroz por la mañana y otra por la noche". El penoso sustento obligaba a los prisioneros, cuando creían que nadie los vigilaba, a cazar insectos. Algo que "estaba prohibido" y cuyo castigo era "una severa paliza de los guardias". 

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Teeva, recordando su huida hacia Vietnam. - PAU GARCÉS / ROCÍO GARCÍA

Como ella misma señala, entre sollozos y lágrimas, ese mismo año "mi primer marido fue ahorcado por el régimen, junto a mi hermano mayor. A ambos los ejecutaron ante el resto de la aldea y delante de sus familias. Nunca habían hecho nada malo. Eran campesinos".

"Mi primer marido fue ahorcado por el régimen, junto a mi hermano mayor.
A ambos los ejecutaron
ante el resto de la aldea y delante de sus familias"

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Pese a haber aupado a los Jemeres Rojos al poder, el gobierno vietnamita observaba con recelo las actividades y el posicionamiento del Angkar. El aumento de refugiados y los relatos que con ellos cruzaban la frontera pintaban un panorama desolador. Además, el apoyo político, económico y militar que otros países (EEUU, China, Tailandia) comenzaron a brindar al régimen de Pol Pot, asustó a los dirigentes vietnamitas, que hasta entonces creían haber controlado la evolución de la Kampuchea Democrática.

Retrato de un enemigo del Estado, en la S-21. - PAU GARCÉS

Con todo, el primer ministro desde 1985 es el ex jemer, Hun Sen, quien escapó a Vietnam en 1979, ayudó a la formación de un gobierno afín y ha ocupado puestos de relevancia desde entonces. En los noventa consolidó su poder con un golpe de Estado en el que se ejecutó a varios ministros del FUNCINPEC. En los últimos años, ha sido asociado con la corrupción endémica que sufre Camboya y con la expropiación de tierras y la venta de licencias para el uso de recursos mineros, así como para plantaciones de azúcar y caucho.

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