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Cabinas Teléfono Reino Unido Las cabinas telefónicas británicas se reconvierten en cafeterías, bibliotecas o desfibriladores

Las cabinas de teléfono remiten al mobiliario urbano previo a los móviles. En Reino Unido, los típicos cubículos rojos con ventanitas campan por el paisaje con nuevos usos. La compañía BT fomenta el reciclaje de su obsoleto producto más icónico.

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Cabina reconvertida por los vecinos del cruce de Tyrwhitt Road y Lewisham Way en biblioteca de intercambio de libros, en el sureste de Londres. — Conxa Rodríguez

LONDRES,

Algunas se mantienen impecables y relucientes con la corona pintada en purpurina dorada; otras dan pena por la mugre que las reboza como a una croqueta; otras se venden para uso privado, desde mueble bar a almacén para los enseres del jardín; y otras se convierten en nuevos usos comunales. Las hay por todo Reino Unido y parte de sus dominios, desde Gibraltar hasta Bermuda (Caribe). Son las cabinas telefónicas de color rojo, para ser detectadas con mayor facilidad, diseñadas por el arquitecto Sir Gilbert Scott (1880-1960), ganador en 1924 del concurso para el Servicio de Correos que, por entonces, gestionaba el monopolio de la telefonía antes de que lo hiciera British Telecom (BT), privatizada por Margaret Thatcher.

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El diseño original concebía la cabina de madera, no obstante, este material fue reemplazado pronto por el metal para la segunda versión conocida como K2 con techo ovalado. La introducción en el paisaje urbano no fue fácil: todos los estamentos involucrados, desde el arte a la política y la administración pública, tuvieron que pronunciarse sobre si era el diseño adecuado para los nuevos pobladores de las calles de Londres a caballo de las décadas de 1920-30. Después, los tradicionales artilugios convivieron con los modernos de cristal plastificado con puerta o sin ella. En el momento álgido, entre los siglos XX y XXI, unas 92.000 cabinas, poblaban el Reino Unido. En España, las de Telefónica, inspiraron una película puntera, La cabina, ganadora del Premio Internacional Emmy de Ficción de 1973.

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La telefonía móvil ha relegado a la inutilidad estos cubículos. BT ha desmantelado más de la mitad y vende el resto a través de distintos métodos. El plan Adop a kiosk permite la adquisición de una cabina por una libra (1,1 euros) si se trata de utilizarla para un proyecto vecinal. Para uso privado y según el estado del artefacto, el precio se encarece. Unas 6.600 cabinas han sido adjudicadas y unas 4.000 están pendientes de adopción. Algunas quedarán como testigos silenciosos de cómo se vivía en tiempos previos al teléfono móvil. Una costumbre muy inglesa, la de mantener lo viejo y obsoleto como declaración histórica.

Una cabina de teléfono británica convertida en cafetería. — Conxa Rodríguez

Entre los nuevos usos que han surgido para las cabinas, dos han resultado muy populares: el jardín y el desfibrilador; el primero resulta fácil de mantener con plantas y enredaderas que entran y salen por las ventanas. La asociación Community Heartbeat Trust ha adoptado 1.300 cabinas para convertirlas en desfibriladores o aparatos que suministran una descarga eléctrica al corazón para recuperar el ritmo cardíaco tras una alteración.

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Umar y Alona convirtieron una cabina de teléfono en una cafetería

Umar Khalid, de origen alemán-pakistaní, y su esposa de origen filipino Alona Guerra, fueron de los primeros a quienes se les ocurrió convertir un cubículo en cafetería. Optaron por una en buen estado que permanece en Hampstead, norte de Londres. El artefacto callejero pertenece a la empresa Red Kiosk Company, que ha adquirido un buen número de ellos para alquilarlos como paneles publicitarios u otros usos. Umar y Alona han vivido durante varios años del negocio, ahora traspasado. "Hemos labrado el camino para otros porque hemos tenido que llegar a varios acuerdos con el Ayuntamiento de Camden por la colocación de una alfombrita junto a la puerta de la cabina, las medidas exactas de una mesa extensible y de la sombrilla o paraguas adosado o la colocación de la cafetera con respecto a la puerta", comenta Umar, quien añade que hay ayuntamientos en Londres más estrictos que otros en cuanto a la reconversión de cabinas.

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"A mí me gusta el café y el que sirvo aquí es bueno, tengo una serie de clientes regulares que se lo llevan de camino al metro, al autobús o a la oficina, pero lo fundamental es el clima; el día que está seco hay negocio, si sale el sol muy buen negocio, y si llueve tan solo cubrimos gastos, cerramos un día a la semana". Así explica Umar su trabajo mientras que Alona remarca que tiene que desplazarse "dos o tres veces al día de casa a la cafetería para proveernos porque no tenemos espacio de almacén; en un día bueno son tres viajes, en uno malo, uno o ninguno". Su idea de 2016 ha generado clones en otros lugares de la geografía inglesa.

Tres cabinas reconvertidas en cafeterías o en paneles publicitarios. En la imagen central, Umar Khalid trabajando en su ingenioso negocio. — Conxa Rodríguez

En el cruce de las calles Tyrwhitt Road y Lewisham Way, en el sureste de Londres, un vecino pagó la libra a BT para convertir el artefacto telefónico en una biblioteca de intercambio de libros entre los vecinos. Jane Major lleva varios años utilizándola. "Es mi biblioteca favorita porque siempre encuentro títulos interesantes; otros deben leer los que yo dejo porque desaparecen hasta las guías de viajes, en una ocasión alguien dejó una nota reclamando una guía de lactancia porque iba a tener el segundo bebé y quería recuperarla, después dejó una nota de agradecimiento", explica Jane a pie de calle. Las bibliotecas de barrio han surgido también en varios lugares de Gran Bretaña. Unas están mejor cuidadas y ordenadas que otras, pero todas respiran aire de buen vecindario.

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Como paneles publicitarios, estos espacios tienen unas tarifas que varían según la ubicación, la visibilidad y el estado del soporte, si el anuncio se ve por ventanitas o en un panel de mayores dimensiones. Hasta el Gobierno británico ha utilizado cabinas posteriores a las rojas para una campaña contra el racismo. En Brighton, sur de Inglaterra, dos de estos artilugios configuran la galería de arte más pequeña del país. "Dog and Bone", una forma popular de llamar al teléfono que rima con phone, es el nombre de la galería en la que exponen miniaturas presentadas por una galería cercana. Aunque han desaparecido muchas, el renacimiento de las cabinas está en marcha.

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