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Brasil La maldición de la mujer negra: combinación de violencia machista y racismo

Brasil es uno de los paradigmas de esta amenaza por duplicado, agudizada por la pobreza y la discriminación institucional. Se incrementan exponencialmente las tasas de homicidios.

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La artista y activista Panmela Castro ha dejado su particular homenaje a las mujeres negras en un grafiti de 500m2 en el centro de Río de Janeiro. FERNANDO FRAZÃO/ AGÊNCIA BRASIL.

RÍO DE JANEIRO,

En América Latina, en honor a las dominicanas hermanas Mirabal, surgió el movimiento que dio origen a la lucha del 25 de noviembre frente a la violencia contra la mujer, y es precisamente en América Latina donde toma más fuerza también la combinación de violencia machista y racismo. La maldición de las mujeres negras.

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Brasil es uno de los paradigmas de esta amenaza por duplicado. Este lunes 25 de noviembre, en la escalinata de acceso a la Asamblea Legislativa del Estado de Río de Janeiro ha tenido lugar el acto “La vida de las mujeres negras importa: ¡Basta de violencia!”, convocado por una veintena de organizaciones entre las que destacan la Articulação de Mulheres Brasileiras, la Casa da Mulher Trabalhadora (CAMTRA), el Colectivo de Jóvenes Feministas Elza Monnerat/UJS, el Fórum Estatal de Mujeres Negras, el Movimento de Mujeres Olga Benário, Resistencia Feminista y Rua –Juventude Anticapitalista–.

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Desde la organización, la asociación 8M RJ informaba de que se trataba de un “acto abierto, pero con protagonismo de las mujeres”. Y así fue, uno de los principales objetivos era concienciar a las mujeres que transitaban por los alrededores, repartiendo trípticos en los que se podían consultar la dirección y datos de contacto de todos los centros de la red especializada de atención a la mujer en el estado de Río de Janeiro. Un modo práctico de comenzar a cuidarse entre todas ante un escenario que empeora por momentos.

En la última década, como fue subrayado en la concentración, la mayoría de las víctimas de feminicidios en Brasil (66%) han sido mujeres negras. Entre ellas, además, la tasa de asesinatos está en pleno ascenso. Según los datos obtenidos y publicados en el Atlas de la Violencia 2019, del Instituto de Pesquisa Económica Aplicada (IPEA), “mientras la tasa de homicidios por cada 100.000 mujeres no negras tuvo un crecimiento del 4,5% entre 2007 y 2017, la tasa de homicidios de mujeres negras creció un 29,9%. En números absolutos la diferencia es todavía más brutal, ya que entre las no negras el crecimiento es del 1,7% y entre mujeres negras del 60,5%”.

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Las estadísticas evidencian, según el Atlas de la Violencia, “la enorme dificultad que el Estado brasileño tiene para garantizar la universalidad de sus políticas públicas”. El racismo forma parte de los pilares de la sociedad en muchos de los países latinoamericanos, y la falta de información en las camadas más populares de la sociedad enmaraña todo más si cabe. Por eso lo de cuidarse entre todas, empezando por conocer los teléfonos para efectuar las denuncias, o las señas de los tribunales de violencia doméstica más cercanos. 

Cartel del acto “La vida de las mujeres negras importa: ¡Basta de violencia!

"Una conjugación perversa de diversos factores"

El Dossier Mujer 2019, elaborado por el Instituto de Seguridad Pública, enfatiza que las mujeres negras son “la mayoría de las víctimas en casi todas las violencias tratadas, evidenciando la mayor vulnerabilidad de este grupo a la violencia, principalmente en sus expresiones más graves, como el homicidio doloso (59,1%), intento de homicidio (55%) y violación (55,8%)”. Desde su perspectiva existe una “conjugación perversa de diversos factores” para que la tesitura sea la que es: “entre ellos el racismo, la pobreza y la discriminación institucional”.

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Entre las violencias tratadas por los estudios oficiales, existen todas las variantes imaginables, y en todas ellas sale perdiendo la mujer negra. Ilka Teodoro, directora jurídica de la asociación Artemis contra la violencia doméstica y obstétrica, resaltaba en agosto de 2018 en una audiencia pública en el Senado Federal brasileño que “las mujeres negras reciben menos atención” tanto en la fase prenatal, como en el parto y el posparto. Por supuesto, también son ellas “las mayores víctimas de los procedimientos clandestinos de aborto”.

El crudo contexto brasileño hace que esta batalla para frenar la violencia contra la mujer negra no tenga un único emblema reconocible: los símbolos se van acumulando 

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No fue casualidad la elección de la Asamblea Legislativa del Estado de Río de Janeiro para la celebración del acto del 25 de noviembre. Allí mismo se aprobó hace unas semanas el Informe final sobre la Comisión Parlamentaria de Investigación (CPI) sobre Feminicidios. En el documento, el rostro de la pobreza queda palpable. Y puesto que para salir de los círculos de la violencia hacen falta unas condiciones económicas mínimas, la Comisión ha lanzado la propuesta del “incentivo en la contratación en los sectores públicos de mujeres que hayan sufrido algún tipo de violencia doméstica”.

El crudo contexto brasileño hace que esta batalla diaria para frenar la violencia contra la mujer negra no tenga un único emblema reconocible: los símbolos se van acumulando trágicamente semana tras semana. En los últimos tiempos la energía de las manifestantes en actos como el de este 25 de noviembre ha girado en torno a la memoria de Marielle Franco, la concejala del Ayuntamiento de Río de Janeiro tiroteada junto a su chófer en marzo de 2018; de la niña Ágatha –un policía militar le disparó el pasado 20 de septiembre en una de las favelas del Complexo do Alemão–, o de Néia, que vivía en la calle y recibió dos balazos de un hombre al que le había pedido una moneda en una calle del centro de Niterói.

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