“Una bomba la partió en dos y el feto salió disparado”
Desde 1975, fecha del comienzo de la ocupación de Marruecos del Sáhara Occidental, hasta 2006 han desaparecido de manera forzada 4.500 saharauis. Víctimas de bombardeos con napalm y fósforo blanco recuerdan aquellos días.
Publicidad
DAJLA.- Sadyama Adjeteu era apenas una niña cuando tuvo que dejar sus juguetes atrás. Era 19 de febrero de 1976 y Marruecos había decidido que el Sáhara Occidental, dijera lo que dijera el Tribunal de la Haya, era marroquí y que el pueblo saharaui debía ser exterminado. Desplazada por la guerra, se refugió en el campamento Um Draiga situado en los territorios que hoy Marruecos llama las provincias del sur. Allí veía en el cielo como todos las noches llegaban sobre la misma hora aviones marroquíes. Era desconcertante. Hasta que un día tres aviones comenzaron a soltar bombas. Una tras otra. Bombas llenas de odio y de fósforo blanco.
Publicidad
Sadyama Adjeteu fue víctima del intento de Marruecos de exterminar a todo saharaui que huía de la barbarie marroquí durante la ocupación de los territorios. Abubekren Ben-Nani también estaba en el mismo campamento que Adjeteu. Tenía 31 años aquel fatídico 19 de febrero y recuerda perfectamente lo que ocurrió. Vuelve a citar que cada noche pasaban aviones sobre su cabeza pero que un día llegaron a una hora inesperada: las 10 de la mañana.
Sus testimonios serán incluidos en la próxima ampliación de la querella que el abogado Manuel Ollé presentó en la Audiencia Nacional y que, de momento, ha servido para imputar por un posible crimen de genocidio a once oficiales marroquíes, así como para dictar una orden de detención internacional contra ellos.
Por suerte para Mahmud y su familia, un coche saharaui en su huida los vio y los recogió. La familia se instaló en los campamentos de refugiados rompiendo con la única forma de vida que habían conocido: el nomadismo. Lo único que supieron durante años es que un niño de 13 años había escuchado 17 disparos precedidos de gritos de piedad. El joven decía reconocer la voz del padre de Mahmud. Por desgracia para todos, y como se demostró casi 37 años después, aquel niño estaba en lo cierto y los gritos eran del padre.
Publicidad
Ni olvido, ni perdón
Para dar ánimos y demostrar que la única lucha que se vence es en la que uno no se rinde ha acudido a los campamentos de refugiados la madre de la plaza de mayo Nora Cortiñas, que en un encuentro con mujeres víctimas de los bombardeos marroquíes ha pedido a las saharauis que sigan luchando por la verdad, la justicia y la reparación.