Bólido, 'bulldozer' y rebelde sin causa
El expresidente francés tuvo un precoz inicio y ascendió rápidamente
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De adolescente, llegó a ser vendedor callejero del diario comunista L'Humanité. De joven, a punto estuvo de tirar a la basura su incipiente carrera política, atraído como estaba por Nueva Orleans y por una estadounidense de incendiaria melena pelirroja.
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Pero al final, no: Jacques Chirac entró en la vereda que le había mostrado su padre, al presentarlo al gran prohombre y financiero de la derecha Marcel Dassault, y se convirtió en el joven lobo enviado por Charles de Gaulle a ganar circunscripciones rurales comunistas. Y el medio siglo que siguió vio pasar a un bólido político conservador que, en cientos de ocasiones, funcionó como un rebelde sin causa, aplastándolo todo y escalando puestos.
Diplomado del Instituto de Estudios Políticos y de la Escuela Nacional de Administración, canteras clásicas de la política francesa, Chirac, nacido en 1932, empezó como suele ocurrir en cargos de alto funcionario. Pero rápidamente fue detectado por la alta dirección gaullista y con sólo 30 años entró en el Gabinete del entonces primer ministro Georges Pompidou.
En paralelo, el que ya era conocido como bulldozer conquistó como un rayo un bastión de izquierdas en Corrèze, en el centro de Francia, y ya en 1967 se sentaba en un Consejo de Ministros. Desde entonces, allí estuvo casi constantemente, como ministro y dos veces como primer ministro, excepto cuando la izquierda lograba clavarlo en la oposición.
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La alcaldía de París, a partir de 1977, fue la plataforma que utilizó para propulsarse a la presidencia francesa, que logró en 1995.
Para conseguirlo, y pese a haber sido entre 1986 y 1988 el primer ministro más ultraliberal que haya tenido nunca Francia (incluido Nicolas Sarkozy), hizo una campaña calificada "de izquierdas": prometió luchar contra la fractura social. De algo le había servido su experiencia comunista.