Azman, el ingeniero del desierto
Instala la Radio Nacional
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DAJLA (Campamentos refugiados saharauis en Argelia).- Azman Hafad habla tranquilo. Soporta con una sonrisa las prisas de periodistas y fotógrafos. Alrededor de su despacho parece que si una crónica o una pieza de informativos no llega a su destino se acaba el mundo. Él sabe que no, que todo seguirá igual. Pero actúa como si lo creyese y, normalmente, termina solucionando cada incidencia. La paciencia, como en el resto del pueblo saharaui, es su mayor virtud. Habla tranquilo, fuma American Legend y prefiere el PC al Mac. “El apple es mejor, sí, pero yo prefiero el PC”, dice con su sonrisa permanente mientras vuelve a dar otra calada más a su cigarro, que ya roza el filtro.
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“Estábamos hermanados. Ahora añoramos esa relación y la vida que tuvimos durante aquellos años”, evoca recordando sus estudios junto a alumnos españoles
Su vida, como la de todos los saharauis, se torció cuando España no cumplió con sus obligaciones como potencia colonial administradora y abandonó el territorio a su suerte. Marruecos atacaba por el norte y Mauritania por el sur. Él tenía 17 años y no dudó en unirse al Frente Polisario, el movimiento de la liberación nacional saharaui. “Me incorporé a la guerra a principios del 76. No duré mucho. Un día vino un responsable del Polisario y se llevó a todos los menores de edad de la guerra. Me sacaron del combate”, recuerda.
Instala la Radio Nacional
En 1991 Azman regresó a la vida civil. Y siguió sirviendo a su patria, a su causa, a su pueblo. Le llamaron para instalar la Radio Nacional. “Y aún funciona”, pronuncia orgulloso, mientras continúa con su relato: “Participé en la instalación de estudios de montaje, emisión y todas esas cosas. Después pasé al departamento de comunicaciones y ya sabes... Satélite, telefonía...”.
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“Lo único que tenemos es el sueño de recuperar la soberanía. Tenemos que educar a nuestros hijos para que garanticen el proyecto por el que han muerto muchísimas personas. Y quizá mueran muchas más en el futuro”, afirma el ingeniero
Pero no todos son puntos positivos. Tanta tecnología hace dudar a Azman. Están instalando cables de alta tensión para llevar luz a los refugiados, pero tiene dudas. Además, pronto llegará internet. “Al ver estas instalaciones me da por pensar que no las quiero. Parece que eso significa que estaremos aquí para siempre”, reflexiona este hombre, que tiene la impresión de que “la comodidad alargará el exilio” de su pueblo.