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La alianza de Israel con Trump y la extrema derecha le está quitando apoyos

Nueve representantes políticos visitan Cisjordania para ser testigos del apartheid israelí

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L'equip de polítics de l'Estat que han viatjat a Palestina.

Barcelona,

Todavía están cansados del viaje, pero entusiasmados. Jaume Asens, tinent d’alcaldia de Drets de Ciutadania de l’Ajuntament de Barcelona y Susanna Segovia, diputada de Catalunya en Comú Podem acaban de volver de visitar Cisjordania (Palestina). Lo han hecho para denunciar el "apartheid israelí" al que están "sometidos" los palestinos y para tejer lazos entre Barcelona y las ciudades del país. Empiezan a hablar de la situación, que riegan de anécdotas y argumentos políticos, y es difícil pararles.

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Antes de que a alguien se le llene la boca preguntando qué hacen dos políticos en Palestina como si no hubiera suficientes problemas que atajar en Barcelona y Catalunya, Asens explica que el Ayuntamiento tiene un área dedicada a reforzar lazos con otras partes del mundo que también sufren injusticias, "porque no sólo nos interpelan las que suceden aquí". Frente a la Barcelona de los grandes festivales y congresos, la de la marca y el turismo occidental, la Barcelona que quiere ser capital de los derechos humanos. Y como recuerda Asens, la ciudad tiene un historial desde la entrega de su corazón a los bosnios con la creación del distrito once, las protestas contra la guerra de Irak o la gran manifestación por la acogida de los refugiados en febrero del año pasado.

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Dicho esto, Segovia defiende que Catalunya siempre ha tenido una "solidaridad" histórica con el pueblo palestino. Aunque eso contrasta con las políticas de la Generalitat. El 12 de julio se votó una resolución de la comisión de Acción Exterior del Parlament de esta legislatura en la que la CUP y Catalunya En Comú pedían la condena a la masacre de Gaza por parte de Israel y el embargo de la venta de armas a este país hasta que no cumpla con las resoluciones de la ONU. Junts per Catalunya y Ciudadanos votaron en contra. "Tuvimos que escuchar al portavoz de JxC, Francesc de Dalmases, decir que Israel es un estado profundamente democrático", se queja Segovia. "Eso sólo lo puede decir alguien que tiene una visión poco exigente del principio democrático", añade Asens.

"Me choca la posición por parte de sectores de la antigua Convergència hacia un pueblo al que no se le está permitiendo el derecho de autodeterminación cuando ellos reivindican ejercer ese derecho" opina el teniente de alcalde. Aunque cree que la situación no es comparable, al fin y al cabo "son dos pueblos que por diferentes motivos no pueden autodeterminarse" y le llama especialmente la atención la "doble vara de medir cuando ellos reclaman solidaridad con Catalunya y piden a la UE que intervenga".

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Los sentimientos están a flor de piel. En el viaje que realizaron con otros 7 representantes políticos del Estado, entre ellos también el edil de Vic Joan Coma, de la CUP, se dieron de bruces con varias realidades: los árabes israelíes que se casen con palestinos no pueden seguir viviendo en Israel, tampoco pueden trabajar en los sectores estratégicos como el energético o el del agua, la militarización de la vida cotidiana llega a extremos desconocidos y un largo etcétera que se resume en un apartheid que busca "la expulsión de los palestinos", en palabras de Asens.

Les interpela cómo la sociedad israelí ha normalizado esa situación de injusticia. Las comparaciones con la Alemania nazi son inevitables. "Los ciudadanos alemanes tampoco veían lo que estaba sucediendo", juzga Asens, "porque hay una degradación del sentido crítico en la que al sentirse amenazados por las potencia externas, la seguridad se convierte en coartada para recortar todo tipo de derechos y deshumanizar al adversario". Así, todo palestino se convierte en posible terrorista. Son las consecuencias de un estado de guerra permanente que es casi constitutivo del Estado.

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Gaza es un "territorio hostil" para Israel, lo que abre la puerta a todas las excepciones. "Y a la impunidad", sugiere Segovia. En todo el Estado de Israel, las carreteras están sólo permitidas para los vehículos con matrícula israelí. Los palestinos no pueden circular por ellas. La diputada dibuja en la mesa el camino recto que sigue un coche israelí y el laberinto que ha de seguir uno sin matrícula del país. "Eso es segregación pura y dura", sentencia Segovia.

A esa situación se suman los check points, especialmente los de Hebron, donde hay 10 militares por cada colono israelí que vive en los asentamientos. Sólo pueden acceder los palestinos que están censados y lo que más impactó a Asens, es que las tiendas de los israelíes estaban marcadas con la estrella de David. La misma simbología que los nazis usaban para señalar a los judíos durante el Holocausto, pero para marcar ahora un privilegio.

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El grup de polítics estatals al mur de Cisjordània.

El conflicto más largo de la historia agota a cualquier mente pensante en una solución. Pero Segovia ve un claro de luz en lo que algunas personas del Movimiento Boicot, Desinversiones y Sanciones (BDS) le contaron en el viaje: "es verdad que Israel está más fuerte por arriba a nivel de Estado, pero su alianza con los Estados Unidos de Trump junto a otras medidas de extrema derecha, le está quitando apoyos de la base". No tanto en Israel como en otras comunidades de la izquierda judía en Estados Unidos y otros países en los que ven algunas políticas como "demasiado".

La verdadera luz que reconcilia con el ser humano es la resiliencia de los palestinos. Muchas ciudades sufren castigos colectivos como quedarse 3 días sin suministro de agua, mientras los colonos disfrutan "de casas con jardines y piscina", asegura Asens. Conocieron a un hombre que aseguraba haber reconstruido su casa 13 veces, porque el ejército israelí se la demolía al no tener un permiso que el propio Estado no dejaba de denegarle. El muro que divide territorios es cada vez más alto y está más rodeado de otras vallas, que van avanzando hacia Palestina, poco a poco, para que vaya menguando. Echando un vistazo a la evolución de los mapas, de Cisjordania quedan islas.

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Los palestinos se siguen rebelando, "pero a Israel, en su perversa dinámica de acción-reacción, le funciona" cree Asens "porque es la excusa perfecta para seguir avanzando". Es el mito de Sísifo, castigado a empujar eternamente en una montaña cuesta arriba, una piedra que volvía a caer antes de llegar a la cima. El reto es, para Asens y Segovia, llegar al aislamiento internacional al que se llevó a la Sudáfrica del apartheid.

¿Y Barcelona qué puede hacer frente a tanta desidia? Primero, ser un altavoz más en ese intento de señalar al rey desnudo. Y segundo, desarrollar proyectos. Cuenta Asens que ya tienen uno en Betlem de suministro de agua para garantizar este bien básico del que muchas veces son privados los palestinos. Aunque Israel ponga trabas. Cuando entraron al país, no podían llevar ni libros ni documentación que delatara sus planes, porque les podían denegar la entrada. Por ley, se puede prohibir la entrada a quien defienda posiciones contrarias a los intereses de Israel. “¿Eso es una democracia?” se pregunta retóricamente Asens.

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El camino del conflicto no señala a la solución de los dos Estados. Por ahí, Segovia reconoce que cada vez más, los palestinos asumen que no será posible, pero aspiran a vivir en uno que "reconozca los derechos de todos sus habitantes por igual". Tome la forma que tome, prometen volver para verlo.

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