Cómo acumuló poder Xi Jinping en China y por qué importa un tercer mandato suyo
El Congreso del Partido Comunista que comienza a finales de semana prolongará previsiblemente el mandato del presidente chino, de 69 años, durante otros cinco años, o más.
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PEKÍN,
Una de las primeras medidas de Xi Jinping tras obtener el máximo cargo de China como secretario general del Partido Comunista en 2012 fue restablecer las "sesiones de vida democrática" periódicas con los demás líderes del Politburó de 25 miembros, un elemento básico de la época de Mao Zedong.
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El restablecimiento de esta práctica, que implica la autocrítica ante el secretario general, supuso un pequeño pero simbólico ejemplo de cómo Xi se ha alejado del liderazgo colectivo de China de las últimas décadas y ha acumulado un poder que no se veía desde la época de Mao.
Se espera que Xi, de 69 años, rompa con los precedentes en el Congreso del Partido Comunista que comienza el 16 de octubre y prolongue su liderazgo de una década durante otros cinco años —o más—, consolidando el resurgimiento del partido en todos los aspectos de China, con Xi oficialmente como su "núcleo".
Aunque la composición exacta del próximo Comité Permanente del Politburó dará pistas sobre hasta qué punto Xi ha neutralizado lo que queda de las facciones opuestas, pocos observadores del partido esperan un cambio significativo en la dirección o el enfoque.
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Más bien, Xi está dispuesto a mantener o reforzar su control, según analistas, una concentración de poder que ha visto una aplicación de políticas cada vez más dogmática que corre el riesgo de tener consecuencias no deseadas, ya que se desalientan o se reprimen las opiniones y los comentarios de la oposición.
Los críticos señalan la persistencia de China en sus políticas a pesar de los contratiempos, ya sea con el COVID-19, una diplomacia abrasivamente agresiva o la asfixia de la antaño vibrante economía de "plataforma", como prueba de los riesgos de un Gobierno cada vez más autoritario.
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La ironía, según Wu Guoguang, antiguo miembro del partido, es que un líder que ha conseguido el poder reprimiendo a la oposición se siente inevitablemente inseguro y, por tanto, no está dispuesto a compartir el poder o cambiar de rumbo.
"Xi temería que cualquier autocorrección pudiera ser utilizada por sus potenciales enemigos para derrocarle", dijo Wu, que ahora es investigador senior en la Universidad de Stanford, en California.
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Mientras que algunos observadores del partido dijeron que China puede ajustar algunas políticas después del Congreso —"ajustarse a los tiempos", en el lenguaje del partido— esperan que Pekín mantenga su dirección general en los próximos años bajo Xi.
"A Xi le ha costado mucho cambiar de rumbo. Esto es una debilidad", dijo Ashley Esarey, politólogo de la Universidad de Alberta.
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La previsible ausencia de un sucesor claro también permitirá a Xi gobernar sin oposición, pero aumenta potencialmente el riesgo cuanto más tiempo permanezca en el poder.
"Podría decirse que la reticencia de Xi a dar poder a un sucesor más joven y las medidas para romper las normas de liderazgo colectivo también han hecho que China sea menos resistente, mientras el país navega hacia un futuro cada vez más incierto", dijo Esarey.
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Rejuvenecimiento y vientos en contra
La consolidación del poder de Xi parece no verse obstaculizada por los retos que se han acumulado en un año caótico, desde una economía que se tambalea hasta una política de "cero contagios" cada vez más fuera de lugar y el apoyo al presidente ruso, Vladimir Putin.
En su década al frente, Xi ha priorizado la seguridad, la expansión del papel económico del Estado, el fortalecimiento del ejército, una política exterior más asertiva y la intensificación de la presión para hacerse con Taiwán.
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Cuando los veteranos eligieron a Xi como líder, el hijo de un revolucionario del Partido Comunista fue considerado una opción segura para poner al partido en primer lugar y refrescar una institución que se había vuelto esclerótica por la corrupción y menos relevante en una economía en proceso de liberalización.
El ascenso de Xi al Comité Permanente del Politburó en 2007 alimentó las esperanzas de los liberales y los gobiernos occidentales de que podría ser un reformista. Después de todo, su padre había ayudado al entonces líder Deng Xiaoping a implementar la histórica reforma y apertura de China cuando era secretario del partido en la provincia de Guangdong.
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Ascenso de los autoritarios
Pero Xi se tomó en serio su mandato de salvar al partido y volvió a situarlo en el centro de la vida en China. Y a él mismo en el centro del partido.
En nombre de la lucha contra la corrupción y la restauración de la fe pública en el partido, 4,7 millones de responsables habían sido investigados bajo el mandato de Xi hasta abril de 2022.
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Muchos fueron purgados, incluidos rivales por el poder como el popular exjefe del partido en Chongqing, Bo Xilai. Estas medidas tuvieron la ventaja de eliminar a los enemigos políticos y promover a su propia gente a los puestos vacantes, al tiempo que se ganaba el apoyo del público.
Xi también supervisó el aplastamiento de la disidencia y prohibió las discusiones "irrespetuosas" sobre el partido entre los miembros. Todos los comentarios críticos con Xi fueron eliminados de internet.
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En 2016 se convirtió en el "núcleo" del partido y en 2018 eliminó el límite de dos mandatos en la presidencia, despejando el camino para gobernar de por vida.
Gran país, gran jefe
Los expertos de la administración argumentan que un país tan grande y diverso como China requiere una autoridad central fuerte y un líder fuerte para hacer las cosas y evitar el caos.
Señalan el éxito de China en el alivio de la pobreza, su eficiencia en la construcción de infraestructuras y la organización de eventos como los Juegos Olímpicos de Invierno de Pekín de este año y la eficacia en la extinción de los brotes de COVID-19.
"Parte de la historia es que, cuando llegó al poder, muchos dentro del Partido Comunista chino esperaban una respuesta más contundente a los retos cada vez más graves a los que se enfrentaba", dijo Joseph Torigian, profesor adjunto de la American University y experto en política autoritaria.
Según Torigian, aunque el partido no es incapaz de corregir el rumbo, muchas personas en la cima son producto del mismo sistema que Xi y es probable que compartan puntos de vista similares.
Dali Yang, profesor de política china en la Universidad de Chicago, dijo que, aunque Xi se inclina por ejercer el poder autocrático, puede sentirse obligado a ser más transigente en un tercer mandato, especialmente teniendo en cuenta la creciente reacción contra las políticas de "cero contagios".
"Antes del último brote de COVID, aunque sus políticas infligían dificultades, la gente las apoyaba en gran medida. Hoy, con la economía de capa caída y con el país atrapado en el (plan de) cero contagios, puede que tenga que estar más abierto a ideas diferentes", dijo.