Hacía más de dos meses que los alumnos del Instituto Pedro de Tolosa de San Martín de Valdeiglesias, a 70 kilómetros de Madrid, no veían a Luz, la niña taiwanesa de 14 años que nunca hablaba con nadie, que llevaba zapatos varios números más grandes que los de su talla, que paseaba por el pueblo junto a sus padres y sus cuatro hermanos.
Por eso, porque ni Luz ni el resto de sus familiares iban a clase, la Policía Local se personó ayer a primera hora de la tarde en la vivienda, situada en una urbanización nueva. Uno de los agentes vio asomarse a una de las niñas por la ventana y decidió entrar junto a su compañero. Lo que se encontraron dentro fue un espectáculo dantesco. En el salón de la casa estaban los cadáveres del padre de la familia y de dos de los hijos, una niña de cuatro años y un niño de 12. En el chalet permanecían vivos el resto de los familiares: la madre, de 44 años, y dos niñas de 14 (Luz) y 11 años.
Los fallecidos son el padre y dos de sus hijos, de cuatro y 12 años de edad
Los cuerpos de los fallecidos no presentaban signos de violencia. Tras el macabro hallazgo, la Policía decidió llamar a la Guardia Civil y a los servicios de emergencia, que se presentaron con guantes y mascarillas por si las muertes se hubieran debido a una infección vírica, hecho que, de momento, los investigadores han descartado. Las pesquisas apuntan a que los tres fallecieron hacía varias semanas. Fuentes municipales confirmaron a EP que los cuerpos presentaban un avanzado estado de descomposición. Mientras, los supervivientes presentaban signos de abandono y suciedad, y fueron trasladados al Hospital de Alcorcón.
La parte trasera del chalet, un adosado de ladrillo rojo y puerta blanca, era un auténtico basurero. En la delantera también había bolsas de basura y la furgoneta con la que el padre, según los vecinos, salía de casa por las mañanas, antes de que la familia desapareciera, allá por el mes de noviembre, a los ojos del resto del mundo.
Otras tres personas presentaban signos de abandono y suciedad
Muy pocos residentes tenían relación con la familia. Nadie acertaba a dar con la nacionalidad: 'filipinos', decía un matrimonio; 'camboyano', afirmaba otro; 'chinos', 'tailandeses', comentaban algunos más.
'Eran muy educados', contó una mujer que reside junto a uno de los chalets más cercanos. 'Decían buenas tardes, buenas noches', agregó. La misma vecina explicó que los asiáticos tenían un huerto y que la madre enseñaba a cultivar a los niños. Esta mujer no hablaba español, y era el padre el que entablaba las relaciones con el vecindario. Desde hacía ocho o nueve meses no pagaban el alquiler de la vivienda y la dueña, según los residentes, les había cortado el agua y la luz.
El jueves por la mañana, sobre las 11.00 horas, las vecinas del chalet de enfrente vieron a la madre en mitad de la carretera, sujetando un carrito de la compra, 'con la mirada ida, muy demacrada'. Cinco horas después, la Policía entraba en el lugar con la pertinente orden judicial.
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