Los Reyes terminaron de pagar ayer la deuda contraída con los dos enclaves españoles en el norte de África por un total de 32 años. Una morosidad a la que los acreedores no sólo le han perdonado los intereses sino que durante dos días los han agasajado con fiesta. La ola de furor patriótico nacida el lunes en Ceuta rompió en Melilla ayer y a punto estuvo de desbordar la Plaza de España de la ciudad. Sólo el Rey puso mesura: '[Estamos en] un país abierto y solidario, integrado en la Unión Europea que, desde el respeto mutuo, cultiva relaciones de sincera amistad con sus vecinos (...)'.
Ésta fue la única referencia -como ocurrió en Ceuta- a lo que los miles de ciudadanos quisieron que el rey confirmara: 'No somos marroquíes, somos españoles, que se entere Marruecos de una vez', gritaba tras las vallas de seguridad la plantilla al completo de una peluquería.
Y se enteró. Tras las vallas, pero las de la frontera, la respuesta era justo la contraria. Cientos de marroquíes exigían la soberanía de Ceuta y Melilla en mitad de un intenso olor a ganado y del incidente de un senador marroquí. El diputado Mohamed Fadili, también entre los manifestantes, avanzó lo que por la noche pidió el rey Mohamed VI: un 'diálogo honesto, franco y abierto sobre el futuro' con España acerca de las ciudades. Eso sí, con la condena a la visita regia: 'Es un paso contraproducente' que 'ataca los sentimientos patrióticos sólidamente arraigados entre todos los componentes y sensibilidades del pueblo marroquí', dijo el rey marroquí con motivo del 32 aniversario de la Marcha Verde [por la que Marruecos se anexionó el Sáhara Occidental]. Mientras, en Melilla, don Juan Carlos agradecía a los ciudadanos su lealtad a la Corona. 'No podía dejar pasar más tiempo sin venir para expresaros todo nuestro afecto y apoyo', dijo en el Palacio de la Asamblea, donde recibió las llaves de la ciudad.
Lección de historia
Allí, quien tampoco quería dejar pasar más tiempo era el presidente Juan José Imbroda (PP). Por dos cosas. La primera, de carácter institucional, para dejar bien clara la españolidad de Melilla -'Se incorporó a la Corona de Castilla antes inclusive de que lo hiciera nuestra querida Navarra', aseveró-; y la segunda, socioeconómica, para sacar del anonimato a una ciudad golpeada por el desempleo. Muy reivindicativo. Y muy generoso por el 'rechazo' a los ataques republicanos. Lejos de ellos y del ruido marroquí, los monarcas pusieron fin a la visita con un paseo a pie hasta el lugar del almuerzo. Fue la última ocasión para ver de cerca al primer rey que pisa tierra española en suelo africano en 80 años.
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