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"Nos regalan miedo para vendernos seguridad"

Ajo es micropoetisa. Escribe versos como tuits. "Todo el mundo tiene nada que decir". Tanto como cuatro poemarios.

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La micropoetisa Ajo, con su perra Musa María Furiase Toledano. / HENRIQUE MARIÑO

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Pascal redactó en cierta ocasión una carta más extensa de lo usual porque carecía de tiempo para escribirla más breve, un vísteme despacio, que tengo prisa epistolar que, llevado a la poesía, vendría a decir cuéntame mucho, que me falta espacio. Ajo (Saldaña, 1963) ha elevado la mínima expresión a la máxima potencia. Micropoemas, su primer libro, poco menos que un librillo, salió de imprenta en 2004 y pronto fue reeditado. El reclamo impreso en la faja de la segunda edición ha sido la mejor reseña publicada hasta la fecha: ¡Más de cien copias vendidas!

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Ajo dejó su pueblo de Palencia con diecisiete años y un temario de oposiciones bajo el brazo. El objetivo inicial era trabajar en un banco, pero la fauna que se encontró en Malasaña despertó lo salvaje y terminó cambiando la ventanilla de la sucursal por la ventana de su piso, desde donde observaba el animalario de García Alix y Luis Baylón. Todo esto ya lo ha contado Ruth Toledano (“Ajo es menuda. Menuda es. Por eso es micropoetisa”) y lo recuerda la propia autora mientras desenmaraña el ovillo de la memoria, que alterna con el bordado de versos en los cojines que mullen su sofá.

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Cuando dejó atrás la música (y la fotografía: Bello Público recopila las instantáneas que tomó a los clientes del teatro Alfil, donde ejerció de taquillera; un curro, según ella, “más psicológico que artístico”, porque “ver a Haro Tecglen sonriendo no tiene precio: ¡ni en la comunión de su Eduardito!”), cuando dejó atrás la música, decíamos, Ajo se concentró en sobar la poesía. “Sacarla del libro y subirla al escenario, de donde nunca debió salir, porque era cultura oral y ahora está en manos de los intelectuales”.

A veces, no sabes si Ajo responde o rima. “Entro en modo micropoético e infecto el doblefilismo, porque el poema, para que no sea plano, tiene que tener doble filo”, esgrime. Sus agitpoems frecuentan el puente aéreo del alma humana (amor-muerte), pero no son pretenciosos sino que hacen pie en lo doméstico. “Yo no soy de la poesía sino del rock”, reniega. “No me relaciono con nadie de la literatura ni ellos me consideran escritora”.

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