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Una puerta hacia otra vida

Mujeres maltratadas cuentan su paso por una casa de acogida

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Se abre la puerta de un bloque cualquiera de Sevilla. Un pasillo desemboca en un patio interior blanco, lleno de macetas. Una flor de pascua preside el centro. Varios niños se asoman a las ventanas. Hay ocho pisos, de una, dos y tres habitaciones. Dos están vacíos. No se alquilan ni se venden. Desde el patio se accede a una sala de juego, a un salón para tertulias y café, a un almacén de comida y a una biblioteca con clásicos como Virgilio o Julio Verne. En las paredes cuelgan corchos: "Os escribo esta carta para dar las gracias por la ayuda que nos habéis dado. Por los alimentos, por los libros de la escuela y la casa. Carmen, Teresa y Vanessa", reza una hoja pintada con colorines.

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Este bloque cualquiera es una casa de acogida para mujeres maltratadas y sus hijos. En ella viven ahora seis mujeres y diez pequeños. "Mi día es normal. Me levanto, visto a mis dos niñas, las llevo al colegio. Si tengo trabajo, me voy al trabajo. Si no, me voy a buscarlo. Es una vida normal, pero con más protección. Digo cuándo salgo y cuándo entro. Por ejemplo, antes trabajaba en una pizzería, salía a las dos de la mañana y avisaba", expli-ca María, nombre ficticio.

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"Hoy soy una mujer fuerte y guerrera. Un ser humano", dice Ana

Creció apaleada por su padre y se casó con otro maltratador. "Lo creía normal hasta que vi que mis niñas temblaban", añade. Con 43 años, tiene también tres hijos ya casados y dos nietos. "Fue como venir del infierno y llegar al cielo", resume. "Hoy soy una mujer fuerte y guerrera. Hoy soy un ser humano", continúa Ana, también con nombre ficticio. Su pareja le envió a casa un ataúd negro: "Te va a matar, me dijo la Policía, y lo denuncié". Ambas podrían haber formado parte de la lista de asesinadas, que asciende a 54 sólo este año.

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"Aquí las mujeres no son números. Siempre intentamos que este paso, el de la casa de acogida, sea el último. No queremos victimizar a la víctima", afirmó la consejera andaluza de Igualdad, Micaela Navarro. Su departamento organizó ayer una visita a una de las ocho casas de acogida que tiene distribuidas por toda Andalucía.

Mari Ángeles Anaya, la directora del centro en Sevilla, lleva más de 20 años trabajando con ellas. Sólo este año han pasado por esta casa 52 familias. La media de edad es de 23 años, pero también han llegado mujeres con más de 60. Tanto ellas como sus hijos reciben terapias individuales y grupales. "Cuando empiezan a arreglarse y a salir, vemos que su vida empieza a cambiar", afirma. María y Ana sonríen... con sus labios pintados.

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