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Presos sin haber cometido delitos

Familiares e internos denuncian las condiciones carcelarias de los CIE

ADRIANA MOLINA / FERRAN POU

En medio de la nada, en un polígono industrial de las afueras de Barcelona, se esconde el Centro de Internamiento de Inmigrantes (CIE) de la Zona Franca. Allí son llevados los sin papeles a la espera de que se tramite su expediente de deportación o no. Mientras tanto, conviven más de 200 internos de diferentes nacionalidades hacinados en un centro que poco se diferencia de una cárcel. Desde hace tres semanas, una mujer boliviana acude cada día puntualmente a las cinco de la tarde a visitar a su marido. Consigue verlo como máximo 15 minutos a través de un cristal y hablar mediante un teléfono, después de pasar por tres salas de espera y un control de seguridad. En el encuentro, el interno le cuenta a su mujer que ese mismo día han llegado seis bolivianos de una redada y ha tenido que repartir el dinero que ella le llevó el día anterior para que pudiesen ponerse en contacto con sus familiares. Cuando un inmigrante llega al CIE, en el procedimiento de ingreso, le son retiradas todas sus pertenencias.

'Aquí el dinero lo es todo, sin él están muertos', asegura la mujer de un interno rumano. Los internos explican que el desayuno consiste en un café y un trozo de pan duro y la comida y la cena se sirven frías. Los productos de alimentación deben comprarlos en máquinas expendedoras. Un botellín de agua les cuesta dos euros.

El espacio descubierto que separa la sala de entrada del edificio principal se convierte en un improvisado patio de juegos para los niños que acuden a visitar a sus padres. 'No entiendo por qué mi marido no puede abrazar a su hijo si no ha cometido ningún delito', explica una madre boliviana. Y es que otra de las madres se lamenta de que 'según el agente que haya, mi hijo puede pasar a abrazar a su padre o no'.

Otra de las familiares asegura que a principios de este mismo año una mujer acudió al CIE barcelonés para visitar a un familiar que estaba dentro y, al comprobar la Policía que no tenía papeles, 'ya no salió'.

La sombra de los malos tratos y el trato denigrante siempre ha planeado sobre los CIE, pero desde que la pasado noche de Reyes muriese en su celda el guineano Idrissa Diallo por un problema cardiaco, los ánimos están mucho más crispados. 'Hay mucha más Policía', admite un abogado. El miedo de las familias se ha incrementado, pero el de los internos también.

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