“No está en el orden del día”, es la consigna con forma de telegrama que distribuyó ayer el Episcopado para sortear el futuro de su locutor mejor pagado, Federico Jiménez Losantos, ahora que su presente tiene forma de sentencia condenatoria por un delito continuado de injurias en el caso Gallardón.
La Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal, que reúne a 23 obispos, inició ayer una reunión de dos días bajo la sombra del locutor estrella de su emisora.
La agenda oficial del encuentro no incluye debate alguno sobre la Cope. La realidad, sin embargo, será otra, como reconoció ayer el arzobispo de Sevilla. Carlos Amigo admitió que abordarán la situación actual de la cadena “pero, en principio, no se tomará ninguna decisión porque no figura en el orden del día”. La consigna.
“Nada que decir”
Uno a uno, los obispos que accedieron por la puerta principal de la sede de la Conferencia evitaron cualquier valoración sobre la sentencia que condena a Losantos. “No tengo nada que decir”, se defendió José Sánchez, asaltado por las preguntas de la prensa.
El obispo de Guadalajara resumía con esas cinco palabras la única valoración de una jerarquía católica que, de momento, guarda silencio. Ningún prelado ha salido en defensa del locutor. Desaprovecharon ayer la ocasión y, con su mutismo, la jerarquía comienza a levantar un muro de distancia contra Losantos.
La cúpula de los obispos se reúne a puerta cerrada. Celebrarán, por tanto, entre hoy y mañana, un debate hermético sobre la actual deriva de la Cope, después de que su presidente, Alfonso Coronel de Palma, rindiera cuentas la semana pasada ante el restringido círculo de poder que rodea a Rouco Varela. El futuro del propio Coronel de Palma está en el aire. Si los obispos se lavaran finalmente las manos, su cabeza podría servir de chivo expiatorio.
Debate en secreto
Una reunión “secreta” sentará el nombre de Jiménez Losantos sobre la mesa de quienes garantizan sus ingresos en la Cope. Su futuro es también una incógnita. Cuenta con el aval de Rouco, pero ha cosechado el rechazo de Roma.
Un aluvión de quejas dentro y fuera de la Iglesia y sus críticas al nuncio del Vaticano —de quien dio a entender que es masón—han forzado a los obispos a encarar el problema. El caso Gallardón ha acelerado la crisis.
La Conferencia Episcopal siempre ha defendido públicamente los modos y maneras de Jiménez Losantos. Ayer, sin embargo, le administró una severa dosis de silencio. Tomarse el nombre del nuncio en vano ha sido la gota que ha colmado el vaso. El Vaticano tiene la última palabra, que puede ser tan condenatoria como la sentencia del caso Gallardón.
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