El monstruo era Franco
Javi Pulido, experto en fantaterror, interpreta la sociología que se subyace bajo las cintas de Profilmes, la Hammer española
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Bajo las capuchas de los caballeros templarios, adentrándose en las cuencas de sus calaveras, subyacía la dictadura. Amando de Ossorio proyectó la atmósfera represiva del franquismo en La noche de las gaviotas, aunque los espectadores creyeran que sólo estaban asistiendo a una película de terror protagonizada por un pueblo sumiso que prefería sacrificar a sus hijas que rebelarse contra aquellos monjes guerreros.
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El autor, musicómano y cinéfilo desde su palomitera infancia, apostó por dedicar una tesis doctoral que se le resistía a lo que terminaría convirtiéndose en libro: La década de oro del cine de terror español (T&B Editores). “En el trabajo académico había sido soberbio y categórico, porque la teoría que planteaba era muy arriesgada y nada científica, por lo que intenté matizarla antes de pasar por la imprenta”. Análisis, archivos oficiales, hemerotecas y los propios productores, guionistas, directores y actores sustentan su conjetura: el monstruo era Franco.
Tal vez, junto a la saga de los templarios de Ossorio, El refugio del miedo (José Ulloa) es la película que mayor evidencia la cerrazón franquista. Un militar somete en un búnker antiatómico a varios supervivientes del holocausto nuclear, temerosos a salir de su encierro por lo que pueda pasar fuera: “Arthur, un militar de inferior graduación que encarna a la Unión Militar Democrática, ejerce con su asesinato de chivo expiatorio para mantener a raya a la población; mientras que el suicidio del padre Sheridan revela la pérdida del apoyo incondicional de la Iglesia católica tras la pena de muerte a Puig Antich y la homilía del obispo de Bilbao en defensa del pueblo vasco”.
AGUAFUERTES