El médico que se enfrentó a las farmaceúticas
James Orbinski, ex presidente de Médicos sin Fronteras, denuncia que a la industria no le interesa investigar enfermedades olvidadas
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"Los animales nunca serían capaces de algo así; los animales pueden ser brutales, pero sólo el ser humano es capaz de actuar con crueldad racional". A James Orbinski (Reino Unido, 1960) le marcó el año que pasó trabajando como médico en Ruanda. Ocurrió en 1987 y se dio cuenta, entonces, de que los médicos que trabajan en zonas de conflicto no pueden mantenerse al margen del entorno y ser apolíticos. "La ayuda humanitaria no está separada de la política, sino vinculada a ella, y es una forma de combatir decisiones políticas que, con demasiada frecuencia, matan o permiten que otros mueran", resume este británico afincado en Toronto (Canadá).
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Orbinski fue presidente de Médicos Sin Fronteras entre 1998 y 2001. En la actualidad, trabaja como investigador y docente en el hospital de San Miguel y en la Universidad de Toronto. También es cofundador de Dignitas International, una ONG dedicada a la prevención del sida en países en vías de desarrollo, y fundador de la organización Medicamentos para Enfermedades Olvidadas; es decir, dedicada a investigar los virus que sufren los países en desarrollo.
"Las razones por las que la industria farmacéutica no investiga estas enfermedades es simple: los rendimientos de la inversión no son lo bastante altos para estas empresas, que se mueven tan sólo por el interés y la codicia", critica.
Además, para él, "los Gobiernos no han sabido garantizar que la riqueza generada por el monopolio de las patentes revierta en beneficio de las necesidades sanitarias globales".
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Orbinski habla despacio, bajito, y se toca las manos y los brazos cuando recuerda cómo se le han llenado de sangre en distintos conflictos bélicos. En su memoria queda el imponente silencio de las personas a las que ha visto esperar, durante horas, en los dispensarios médicos de los países en desarrollo en los que ha operado y tratado enfermedades.
Este cooperante ha visitado Madrid para presentar su libro Cuidar el mundo persona a persona (Ediciones Destino). En él, trata de la "búsqueda de una manera de luchar contra el sufrimiento humano en el mundo". Sus páginas recorren la experiencia de este hombre en zonas de conflicto como Ruanda, Somalia, Congo o Afganistán y sus relaciones con la población más desfavorecida.
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En esos 20 años de trabajo sin tregua, Orbinski ha intentado averiguar cómo responder al sufrimiento ajeno y producido por esas decisiones políticas que están ligadas a los genocidios humanos. Y la única conclusión clara que ha sacado es que "sólo el ser humano puede ser cruel de forma tan extrema y racional".
"Sólo el ser humano puede elegir sacrificar vidas en nombres de un fin político y sólo el ser humano puede cuestionar esta clase de sacrificios", agrega.
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El día en que este médico presentó su libro en Madrid, hace unas semanas, uno de los cerebros de la matanza de Ruanda, Nizeyimana, fue detenido por la Interpol y enviado al Tribunal Internacional que juzga el genocidio.
"La idea de que un día existiría un Tribunal Penal Internacional capacitado para juzgar estos casos era inimaginable y si hoy existe, no es por arte de magia, es porque miles de personas se comprometieron y exigieron a sus gobernantes hasta conseguirlo", advierte el ex presidente de MSF.
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Entre tanto sufrimiento, el médico y escritor deja abierta una puerta al optimismo y la esperanza. "Optimismo es cuando tienes bastantes posibilidades de solucionar un problema. Esperanza es el sentimiento que tienes aún sabiendo lo mala que es la situación en la que te encuentras", señala. Al igual que el hombre es capaz de la crueldad más extrema, también puede tener una enorme generosidad, reflexiona por último Orbinski.