Artur Mas ha alabado 'la continuidad institucional' de la que ha hecho gala el PSC a la par que ha calificado de 'impecable' el traspaso de poderes en el Govern, pero a la primera que ha podido, y sólo han pasado cinco días desde su investidura en el Parlament, ha hurgado en la herida catalanista de los socialistas haciendo una opa a su ex conseller Ferran Mascarell para dirigir Cultura. El PSC anda desconcertado y ayer reaccionó como gato panza arriba: con zarpazos a diestra y siniestra.
El presidente del Grupo Socialista, Joaquim Nadal, critica la incapacidad de CiU para formar un 'Govern de los mejores' teniendo que recurrir a dirigentes de su máximo rival. Asimismo, alertó a Mascarell de los problemas de conciencia que pueda causarle estar en un Ejecutivo nacionalista. E incluso llegó a asegurar que el partido veía 'con buenos ojos' el hecho de que Mascarell se postulara como alcaldable del PSC en Barcelona, con las suspicacias que ello pueda despertar en Jordi Hereu, que todavía no ha sido proclamado como alcalde por el partido y tiene todas las encuestas en contra para repetir cargo.
Mascarell, como CiU, calla, si bien ya se ha dado de baja 'verbalmente' del partido, según explicó el secretario de organización del PSC, José Zaragoza. Hoy prometerá el cargo como nuevo conseller cuatro años y medio después de hacerlo por primera vez en el Govern de Pasqual Maragall e iniciará una 'traición', como la calificó el dirigente socialista Xavier Sabaté, quien le acusó de ser un 'débil que se ha dejado comprar' y que quizás a partir de ahora 'no pueda salir de casa muy tranquilo' por 'traicionar' sus ideales.
El portavoz del PSC, Miquel Iceta, fue el único que quitó hierro a la decisión personal de Mascarell, a quien evito atribuirle el calificativo de 'mercenario'.
Mientras el PSC se defendía como podía, Mas firmaba el decreto con su nuevo Govern y estrenaba su presidencia con el partido de fútbol Catalunya-Honduras. Y el grueso de la oposición intentaba acusar a los dos principales partidos catalanes de haber caído en una sociovergencia 'tácita', como sostuvo el portavoz del PP en el Parlament, Enric Millo. A su entender, existe un pacto de 'gobierno' y de 'legislatura' entre PSC y CiU, lo que dará a los socialistas 'una mano para poder seguir condicionando la vida política catalana'.
El peregrino argumento del PP fue mantenido por Ciutadans, que lo consideró al menos un 'guiño' en esa dirección, mientras que Solidaritat per la Independència aseguraba que el pacto entre ambos partidos es lo peor que podía plantear un nuevo Govern de la Generalitat.
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