Hay una mano detrás
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Hay una mano detrás, alguien mueve los hilos, un muñidor siniestro que ha convertido a los 20.000 de la Puerta del Sol en secta oscura y teledirigida que busca insultar a nuestras madres, sofaldar a nuestras hermanas, bajar el sueldo a los banqueros y hacer pensar a los políticos.
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La conspiración está en marcha. Pero los cabecillas no saben con quién se juegan los cuartos. Empiezo a verles el plumero. A un profesional no se le escapan ciertos detalles.
Los hechos sucedieron en la calle Mayor. Gallardón y Aguirre colectaban votos. Alberto entró en una tienda Desigual y le compró a Esperanza una camiseta de 85 euros. Esperanza saludó a unas peluqueras y pidió hora para las 12.45. Hasta aquí, todo normal en una campaña electoral plena de contenidos.
Entonces surgió Él. Disfrazado de joven de apariencia pulcra y educada. Conocen las artes del camuflaje. "Yo estuve anoche en Sol y me desalojaron con violencia", mintió arteramente. No tenía nada roto.
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Preferí no intervenir. Lo dejé en manos de Alberto: cuando va con Esperanza, parece que lleve toda la vida luchando contra las fuerzas del mal. "No culpe a la Policía", lo espantó.
A un guiño de Esperanza, seguí al chico. Llamé a mi socio, que protegía la campañade Ana Botella en Serrano. "Aquí sin novedad", me informó. "El objetivo entró en una tienda de perfumes y se puso dos gotitas de Aire de Loewe. Todo normal en una campaña plena de contenidos".
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Seguí al siniestro joven de apariencia pulcra y educada. Sonsaqué que es doctor en Ingeniería Aeronáutica, toca el piano y habla cuatro idiomas. Un listillo, o sea. Pero enseguida se delató. Se enfundó un mono rojo, se subió a una vespino y empezó a repartir pizzaspor Madrid. Una tapadera excelente. No son tontos.
Anochecía. Me puse rastas y un vaquero guarro. Destino (lo han adivinado): Puerta del Sol. Me infiltré fácil. Las sectas te aceptan rápido para embaucarte.
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Yo les suelto a la remanguillé, como sin darle importancia: "Oye, tiene que haber una mano detrás de todo esto...". Y una chica, víctima de mi perspicacia, confiesa al fin: "¡Qué gracioso! ¡Claro que hay una mano detrás! ¡Una mano detrás y otra delante!"
Llamo al Oreja: "Caso resuelto". Oreja gime: "¡Súbete parriba, Torrente, que el Cejas vende Navarra!". Madrid se me queda chico.