La extraña marea
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El movimiento Democracia Real Ya irrita a la derecha y sonroja a la izquierda. Aunque ambas caen demasiado a menudo en la fea tentación de adular a los manifestantes, la derecha tiende a despreciarlos, mientras que la izquierda tiende a avergonzarse ante ellos: se parecen demasiado a ella misma en sus buenos tiempos como para no admitir que en algunas cosas tienen razón y en muchas otras toda la razón.
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El 15-M no tiene grandes respuestas, pero sí una gran batería de buenas preguntas, y los cambios políticos no suelen producirse porque alguien tenga nuevas respuestas, sino porque formula con renovada intensidad las viejas preguntas. Aun así, el 15-M es una extraña marea cuya profundidad nadie conoce. Por eso se dicen cosas tan dispares sobre él. Su definición y sus límites son tan difusos que políticos, periodistas y catedráticos pueden decir de él no lo que es, sino lo que cada uno de ellos quiere que sea. Esa es la razón de que la derecha piense que las protestas las lideran jóvenes desarrapados y de ultraizquierda que no es que rechacen las reglas de juego, sino que persiguen que no las haya. Pero lo que piense la derecha es irrelevante porque esta controversia no tiene que ver con ella. Tiene que ver con la izquierda: tiene que ver con el hecho políticamente crucial de que la izquierda está perdida si no empieza a dar nuevas respuestas a esas viejas preguntas que los jóvenes le están formulando.