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La experiencia ganadora

Rubalcaba, el nuevo líder del PSOE, ha convencido con su estilo de siempre

JUANMA ROMERO

'A mí no me van a quebrar'. Y no pasó. Ni 30 años en primera línea política, ni un dilatadísimo recorrido por las campas del felipismo y del zapaterismo, ni unas terribles elecciones en las que el PSOE cosechó el peor resultado desde la Transición, ni una lucha encarnizada por el control del partido han podido con él. Alfredo Pérez Rubalcaba (Solares, Cantabria, 1951) y su cargada maleta de 'experiencia', la que más ha llevado a sus espaldas durante todo el proceso precongresual, conquistaron ayer sábado la cima del poder socialista. La Secretaría General.

Era tal vez el último escalón, y el más importante, que le quedaba por recorrer a un dirigente que lo ha sido todo en su partido, menos número uno. Todo desde que, de la mano de José María Maravall, llegó al Gobierno allá por 1982, a la dirección del Gabinete Técnico de la Secretaría de Estado de Universidades e Investigación. El resto de su carrera es de sobra conocida: ministro de Educación en 1992, titular de la Presidencia en 1993, miembro de la Ejecutiva Federal en 1997, portavoz parlamentario en 2004, titular de Interior en 2006, vicepresidente y portavoz del Gobierno en 2010 y, por fin, candidato a las generales en 2011. Una dilatada hoja de servicios coronada por una noticia histórica alumbrada el pasado 20 de octubre, cuando ya no tenía un pie ni en el Ejecutivo ni en Interior: el fin de ETA.

Ha ocupado desde 1982 todas las esquinas del poder socialista

A Rubalcaba le tocaba cabalgar el caballo del PSOE en el peor de los tiempos posibles. La gestión de la crisis había hundido a Zapatero y a su Gobierno y había lanzado las perspectivas del PP. Así que la tarea que el candidato tenía en sus manos era invertir el signo de las encuestas. E intentó hacerlo con un programa que recuperase las esencias socialdemócratas, que arrumbase la preponderancia del capital financiero, que supusiera la 'rectificación' de algunos pasajes del Gobierno socialista. Pero se llevó el mayor batacazo del partido en democracia: 110 diputados y un 28,76%.

Desde el verano, en que fue investido aspirante a la Presidencia del Gobierno, Rubalcaba no se ha deslindado un milímetro de su estilo. Sosiego, oratoria trabajada, contención, humildad, lenguaje y tono profesoral, crítica respetuosa al adversario, pedagogía a machamartillo.

Su hoja de servicios está coronada por la gestión en Interior y el fin de ETA

Ese marchamo obtuvo su prórroga tras el 20-N. Tras varias semanas en las que se rumiaba que, una vez más, daría el paso al frente, se decidió a pujar por el liderazgo del partido. Hizo valer su amplio bagaje como garantía para hacer reflotar un PSOE 'fuerte', pilotar el 'cambio' y tutelar una oposición al PP 'útil'. 'Carme [Chacón] ha dicho 58 veces que yo soy el pasado, y yo he dicho 60 que tengo más experiencia que ella', bromeó ayer el aún candidato en su discurso ante el plenario, resumiendo de un plumazo, y con cierta sorna, en qué se había convertido el fuego amigo .

Los 487 delegados del 38º Congreso que le votaron ayer le hicieron caso. Premiaron al animal político, al buen negociador, al hombre curtido, solvente, hábil en el manejo de los tiempos –según los suyos– y al dirigente maquiavélico y obseso por el poder –para sus rivales–. No pesó su imagen ligada a la vieja guardia y a Felipe González, el patriarca socialista que le prestó un apoyo quizá definitivo en la carrera congresual.

Rubalcaba, con todo, ha buscado desprenderse de esa herencia del pasado, prometiendo actuar sin 'sectarismo', con voluntad integradora y sin pretender ahormar una élite 'rubalcabista'.

El 20-N intentó un giro socialdemócrata, pero el PSOE obtuvo su peor resultado

Ahora es su tiempo. El hijo del felipismo sucede a su padre Zapatero (al que sin embargo no votó en 2000: apostó por José Bono). Lo hace con el contador a cero. Con la incertidumbre de si logrará unir un partido hoy polarizado y, sobre todo, si oficiará de candidato del barco socialista en las próximas generales. Quizá le inspire otra vez, y como siempre, el Real Madrid. Ya hace una semana se sentía un cuerpo por encima de Chacón, como su equipo de sangre. Y tenía razón.

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